Por Marino J. González R.
Venezuela se encuentra en
medio de una semana histórica. Pocas veces en la vida se tiene la conciencia de
que lo que está sucediendo es único, irrepetible. Para casi todos los
venezolanos los acontecimientos de los últimos meses han sido extraordinarios,
impensables hace poco tiempo atrás. A diferencia de otros momentos históricos,
en los cuales lo imprevisto tuvo un papel especial, en estos meses ha existido
una visualización en la cual ha participado toda la sociedad democrática.
La aprobación de las
sentencias por parte del Tribunal Supremo de Justicia en las cuales se anulaba
a la Asamblea Nacional, hace casi cuatro meses, fueron interpretadas por el
país sin confusión. Se trataba del intento deliberado por anular las pocas
disposiciones constitucionales que estaban vigentes, para constituir un régimen
totalitario, con todo el poder en pocas manos, y con la eliminación definitiva
de la democracia como modo de vida y de gobierno.
Es por ello que desde
principios de abril el país democrático se ha trasladado a la calle a
manifestar reiteradamente en defensa del orden republicano. En esas
manifestaciones ha quedado claro el nivel de civismo y entendimiento que los
venezolanos tenemos de lo que está en juego. Ante esa determinación, demostrada
incluso con más de cien personas asesinadas en el ejercicio de sus derechos
políticos, y en el luto que ha afectado sus familias y a todo el país,
cualquier gobierno con un mínimo de sensatez y apertura hubiera cesado la
agresión, hubiera abierto las posibilidades de entendimiento, para encontrar
soluciones y acuerdos.
No es el caso del régimen que
se ha constituido desde hace casi 19 años en Venezuela. Se trata más bien de un
régimen que quiere instalar en Venezuela un modelo totalitario, sin respeto a
los derechos humanos ni a los procesos de una sociedad abierta y democrática.
De allí que antes que buscar alternativas de entendimiento, se haya procedido a
la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente en franca violación de
los derechos del pueblo venezolano para decidir. Y ante esa convocatoria se ha
producido una alineación de los poderes públicos dependientes del Ejecutivo.
Como resultado se ha
organizado para el próximo domingo 30 de julio la elección de una Asamblea
Nacional Constituyente que no puede ser más antidemocrática. Ante esta
arremetida totalitaria, la Asamblea Nacional y la Fiscalía han respondido con
la ejecución de las alternativas disponibles en el maltratado Estado de Derecho
del país.
Y por su parte, la sociedad
política y civil del país han asumido la lucha en todos los terrenos
disponibles: en la manifestación de voluntades como fue la consulta nacional
del 16 de julio, en la protesta en las calles, en la difusión de contenidos en
los medios no controlados. Todo ello ha reforzado la importancia de la defensa
de la República y ha generado un mayor apoyo internacional.
Todas estas demostraciones no
han generado cambio de rumbo en la convocatoria de la Asamblea Nacional
Constituyente. Es evidente que la agresión totalitaria entiende la coyuntura
como una oportunidad para tomar por completo al Estado, y decretar el cese de
la República como la conocemos.
No ha habido ningún en pudor
en anunciar lo que vendrá después de esa elección. Por eso esta semana la
sociedad democrática ha decidido apelar a los medios disponibles para defender
la República. Para ello cada ciudadano debe colocar todo su empeño. La
encrucijada es bastante evidente.
26-07-17
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