Por Simón García
En diciembre de 2015, el
triunfo de los diputados de la Unidad develó un proceso en el cual la cúpula en
el poder desconocía la voluntad del soberano y liquidaba el derecho de los
ciudadanos. Se optaba por una democracia paralela con el control y la
supremacía absoluta del Estado, fundido en un solo poder y basado en la
coacción y la represión del pueblo.
Estos últimos años han estado
marcados por ese antagonismo entre lo nuevo que está naciendo de manos de la
sociedad y lo viejo que está muriendo víctima de varios males: la
militarización del gobierno, la fusión entre elementos políticos y una
asociación de mafias delictivas y el anacronismo de un modelo que sólo genera
destrucción. Maduro es el símbolo decadente de la traición, el abandono y el
fracaso de lo positivo que contenía un proyecto que inicialmente ganó un amplio
apoyo en la sociedad.
El estado paralelo comenzó a
consolidarse desde que Cabello, despreciando reglamentos y leyes, designó un
TSJ para cumplir una misión distinta a la que le asigna la Constitución. Fueron
colocados allí para asegurar la impunidad de una cúpula y con malévola
persistencia han actuado contra el derecho.
El Estado paralelo niega
elecciones transparentes y competitivas. Por eso volteó la función del órgano
electoral y le encomendó evitar elecciones. La liquidación del revocatorio y de
la elección de gobernadores comprueban que su tarea es suprimir el derecho a
voto y eliminar así el control social sobre los gobernantes.
El 16 de julio el Estado
paralelo recibió varias derrotas. En primer lugar la de los números: 7millones
seiscientos mil, deducido el % de abstención en este tipo de consulta, es una
cifra que no podrá alcanzar una Constituyente que se quedó sin gente. La cúpula
perdió el corazón de su proyecto, la democracia participativa, que paso a manos
de un pueblo que, en rebeldía al Estado paralelo, dio el ejemplo más
extraordinario de democracia protagónica.
Los que fueron a votar y
quienes se quedaron en las gradas por distintos motivos, descubrieron que el
Estado paralelo es inútil. Un globo sostenido en el aire por la punta de las
bayonetas y una minoría, que hay que tomar en cuenta, de la población.
Se ha producido una revolución
de los ciudadanos, gracias al encuentro entre la MUD y fuerzas, que fuera del
ámbito de los partidos, han asumido su responsabilidad en los destinos
públicos. Todos ellos han dado un paso para ponerle fin al atropello y el abuso
del Estado paralelo contra toda la sociedad. Ha recibido una derrota de la cual
no podrá salir sin restablecer la vigencia de la Constitución.
Esta revolución tiene como
actor al ciudadano y contiene la esperanza de rehacer el vínculo de la política
con los valores y la ética y generar nuevas bases para rehacer una sociedad
avanzada, progresista y de bienestar. Ese es el desafío para conquistar, con la
mayor unidad y amplitud posible, otro futuro.
23-07-17
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