Por Henrique Capriles
La escalada de la violencia y
la represión madurista, sumada a las lamentables pérdidas humanas durante los
114 días de protesta popular, le han subido decibeles a la conflictividad que
enfrentamos en Venezuela. Lo más barato a nivel de costo político para el narco
gobierno de Nicolás Maduro y para los intereses y el futuro de los venezolanos
sería desmontar el fraude constituyente que la inmensa mayoría rechaza.
Faltando solo siete días de la
fecha pautada para el fraude constituyente, no hay sensatez de parte de quienes
mantienen el poder ni una posición apegada a la Constitución que se imponga por
parte de la mayoría de la Fuerza Armada que cree en ella. Insistimos en que en
estas horas una actitud racional aportaría mucho a un país ávido de libertad,
justicia y democracia. Proceder considerando los límites y las consecuencias de
sus acciones, nos puede evitar un conflicto más penoso y manchado aún por más
sangre.
En la historia de las
dictaduras latinoamericanas no ha existido una élite militar que se haya
enriquecido tanto. La cúpula militar que sostiene al dictaduro ha armado a
paramilitares, intervenido y expropiado empresas, se han involucrado con el
narcotráfico, se han beneficiado de la corrupción, pero además controlan el
mercado paralelo, reprimen, apresan, torturan, juzgan y encarcelan a quienes
luchan por liberar al país de la pesadilla que significa el “narcoestado”.
Sabemos que el gobierno
necesita todo el poder para seguir practicando el saqueo sistemático de los
recursos del país, sin tener que rendir cuentas, sin que nadie les objete la
meta de comunizar al país. Cuando es todo lo contrario, tener el poder
significa servir al pueblo que te dio ese mandato, para crear una sociedad de
derechos y garantías, en el que la libertad sea el signo y no la excepción.
Pero ha quedado en evidencia que la cúpula corrupta quiere usar el poder para
aplastar la libertad, mientras que los venezolanos esperan afianzarla.
El régimen está en franca
desventaja porque no le queda más remedio que ofrecer una versión más
concentrada de lo mismo que nos ha vendido y con lo que ha destruido al país.
Nicolás Maduro y su camarilla están entrampados entre las mentiras que ya nadie
cree y una realidad terrible que se vive en las calles que presenta la zozobra
nacional, la ruina social, la hambruna generalizada, la inseguridad y el caos.
Obviamente que en la política
todo cuenta. No es lo mismo fortaleza y control, que caos y estampida. No es lo
mismo unidad maciza, que porciones trabajando cada uno por su propia cuenta. No
estaría de más entonces, como actores fundamentales de esta diatriba
política, revisar la obra del Premio Nobel de la Economía, Thomas Schelling,
quien afirma que la victoria no está en el combate, sino en las expectativas de
las partes y la posibilidad de la influencia respectiva.
La mayoría de escenarios entre
seres humanos son de cooperación y conflicto. Se tiene que entender entonces
que todo conflicto debe terminar en un necesario escenario de conversaciones.
Sin embargo, el desastre político y económico del país, limita esa agenda de
conversaciones a un único punto: un cronograma ordenado de salida del régimen
de la forma más rápida posible.
Todos los objetivos planteados
como la apertura del canal humanitario, la liberación de los presos políticos y
el reconocimiento de la Asamblea Nacional se mantienen, pero dependen de que
concretemos el cambio político. Luego de más de cien días de lucha sostenida, y
después de haber enterrado a más de cien víctimas de la represión, no es
posible otra cosa que el cambio político, la transición hacia la libertad, el
gobierno de unidad nacional. Se requiere una nueva forma de encarar al país, su
economía y su sociedad.
El pasado domingo 16 de julio
el pueblo habló con fuerza, gritó al mundo su descontento con un régimen que
lejos de resolver los problemas lo que ha hecho es emporar cada día la vida de
los venezolanos, convirtiéndola en un continuo sobrevivir.
El pueblo soberano dejó claro
que se opone al fraude constituyente, y la Unidad inició una hoja de ruta para
seguir avanzando hacia el cambio que necesita nuestra Venezuela. Esas acciones
incluyen el nombramiento de nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia
y un pacto de gobernabilidad en la necesaria etapa de transición tras la salida
del poder de Nicolás Maduro.
Ese “Compromiso Unitario
para la Gobernabilidad”, denota el hecho de que todos los partidos se han
nucleado alrededor de un pacto para la eficiencia y la estabilidad del venidero
gobierno de unión y reconstrucción nacional. Reorganizar la casa luego de
tantos años de derroche y corrupción sin límite no será tarea fácil, ya que el
daño ocasionado a la sociedad, la economía y la política es profundo, y el
hambre es solamente una de sus múltiples y devastadas manifestaciones.
Con Maduro no hay futuro y eso
está claro, la única manera de salir de esta crisis bien parados es liberarnos
de lo que él representa, pero por la vía democrática, electoral, pacífica y
constitucional, porque una condición ética del cambio incluye la participación
de toda la sociedad en un proyecto nacional inclusivo que construya un futuro
compartido, y esa ética es la que nos va a permitir que el cambio que
construyamos sea duradero.
Que nadie se de por vencido.
Sabemos que este camino no es fácil, pero juntos siempre hemos logrado avanzar.
La tiranía siempre será contraria a la libertad y aunque los malos crean que
arrancando vidas van asesinar las convicciones, están equivocados, porque las
convicciones son imbatibles.
Así como nos enseñó nuestro
Libertador de quien mañana se cumplen 234 años de su nacimiento: “la libertad
es el único objetivo digno del sacrificio de la vida de los hombres”.
¡Qué Dios bendiga a nuestra
Venezuela y nos haga más fuertes para la lucha contra el mal!
23-07-17
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