Por Andrés Cañizalez
Durante las últimas semanas,
en medio de las protestas y represión que ha sacudido a Venezuela, intenté
abrir un espacio a la lectura y reflexión. Finalmente pude leer la totalidad
de La República española y la guerra civil (1931-1939), del
estadounidense Gabriel
Jackson. Ha sido una lectura interesada la mía. Revisando lo
ocurrido en España, que minuciosamente este historiador describe, encontré
algunos temas palpitantes conectados con nuestro aquí y ahora.
Mi acercamiento previo a la
Guerra Civil Española había sido más bien de carácter cinematográfico. Entre
los filmes que marcaron mi juventud siempre recuerdo Las bicicletas son
para el verano, una entrañable historia de cómo se vivió el asedio de Madrid,
de Jaime Chavarri (1984). Vi muchos otras películas ambientadas en aquellos
años como La Vaquilla, de Luis García Berlanga (1984), Si te dicen
que caí, de Vicente Aranda (1989), Ay, Carmela, de Carlos Saura
(1990), Tierra y libertad, de Ken Loach (1995) y La niña de tus ojos,
de Fernando Trueba (1998).
El libro de Jackson lo he
tenido conmigo, como asignatura pendiente, desde hace un par de décadas. Sin
duda, era éste el tiempo oportuno de leerlo. No escribo una reseña, tampoco es
un resumen del libro de Jackson, simplemente comparto los asuntos que me
parecieron medulares leyendo aquellos sucesos desde Venezuela, en julio de
2017.
La anarquía y fragmentación
como antesala de la guerra
Tal vez lo más importante del
estudio de Jackson lo constituye en la recreación del escenario político,
social, económico y sindical de España en los años previos a la guerra civil.
Es un país tensionado entre el anhelo modernizador de la clase media urbana, la
tradición monárquica que se resiste al cambio, el poder feudal en las zonas
rurales, junto con la más variopinta expresión política.
La imagen que queda de aquel
período es de un país que no tiene un liderazgo modernizador sólido y
cohesionado. En el terreno netamente político-partidista, la España previa a la
guerra está signada por la construcción de alianzas circunstanciales, algunas
francamente débiles. Tales alianzas, por su propia debilidad, no tenían la
capacidad de controlar todas las acciones de sus integrantes, con lo cual en
realidad lo que existía era una notable fragmentación política, tanto en la
derecha como en la izquierda (signos ideológicos que tenían un peso
determinante en aquel momento histórico). Tal segmentación en no pocos casos
desembocaba en acciones anárquicas que sencillamente obstaculizaban decisiones
y políticas públicas que en el plano macro-político se habían acordado.
Las elecciones no garantizan
democracia
La guerra civil en España
tiene lugar luego de reiterados procesos electorales, algunos de ellos con una
masiva participación ciudadana. La realización de elecciones, por sí solas, no
terminan siendo garantía de que habrá democracia en un país. Junto con las
elecciones, y eso lo evidencia el caso español, tenía que haberse dado un
estricto apego de los actores políticos, sindicales y militares (que eran
claves en España) al resultado de las elecciones.
El propio sistema político-institucional,
que vivía una transición posmonárquica, necesitaba reinventarse con la
generación de nuevos pactos de gobernabilidad. No todos los actores lo
entendieron y algunos de ellos (tanto desde la izquierda como desde la derecha)
jugaron al “suma-cero”. La debilidad que cada actor tenía en el período
prebélico hizo imposible que pudiera establecerse una agenda única para la
transición que claramente había emanado de las urnas.
En los años previos a la
Guerra Civil Española podría decirse que hubo un desgaste, acelerado en algunos
casos, de la fe en las soluciones políticas a la crisis. La acción anárquica y
desordenada de algunos actores cimentó esa falta de fe en que la política
podría ser el camino para generar un nuevo pacto democrático. La complicación
política-institucional, en el caso de España, tenía factores adicionales en los
ámbitos culturales y territoriales, añadiendo un nivel de complejidad dada la
voluntad de no desmembrar al país, que tenían los factores centrales de poder,
junto con el avance autonomista que impulsaban Cataluña o el País Vasco, en
aquel contexto.
La violencia es una espiral
Las acciones francamente
bélicas en España, que incluyeron la participación de equipamiento y hombres de
Alemania, Italia y la Unión Soviética, no comenzaron por arte de magia. En
realidad, la guerra civil fue incubándose durante los años previos y, en eso,
el libro de Jackson resulta aleccionador. El autor retrata la irresolución de
la crisis política, la anarquía de los actores (acompañada de la violencia) y
el progresivo convencimiento de que sólo con un enfrentamiento armado España
encontraría la paz (por más contradictorio que esto parezca).
La España previa a la guerra
civil se fue “acostumbrando” a una espiral de violencia que progresivamente subía
de escala. Hubo inicialmente escándalo por el asesinato de dirigentes políticos
y sindicales connotados, pero luego se fue naturalizando esa violencia. El
clima desembocó en matanzas en pueblos por razones netamente políticas, los
civiles paulatinamente se armaron (con lo que tuvieran a su alcance) y la
dirigencia política (de izquierda y derecha) ciegamente sólo veía la paja en el
ojo ajeno. La violencia era condenada por aquellos dirigentes cuando los
muertos eran de su bando político.
La falta de una condena
enérgica del liderazgo político hacia la violencia en general (sin distinguir
afinidades políticas) es tal vez el signo más preocupante en el clima español
que desemboca luego en la guerra civil. La voz de los intelectuales –que en su
momento a partir de la proclamación de la república (en 1931) había tenido
fuerte eco– se fue desvaneciendo en el fragor de una lucha política que se hizo
visceral.
La venganza como herramienta
del vencedor
La violencia que efectivamente
también protagonizaron los republicanos, tuvo una clara revancha por parte del
nacionalismo vencedor con el generalísimo Franco a la cabeza. Hay tres acciones
que ahondaron las heridas que han acompañado a la sociedad española: 1. La
falta de una política conciliatoria e integradora para los vencidos; 2. la
imposición de una política de aniquilamiento en aquellos territorios que ya se
habían rendido; 3. el cobro con retroactivo de posiciones políticas anteriores
a la guerra civil de adversarios que incluso no habían empuñado armas.
De acuerdo con estudios
dedicados exclusivamente al exilio
español, posterior a la guerra civil, a Venezuela llegaron casi
3.000 exiliados españoles. En Francia hubo unos 200.000 y a México arribaron
25.000 incluyendo a figuras políticas relevantes republicanas que debieron
exiliarse. La diáspora republicana se extendió por dos docenas de países.
20-07-17
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