miércoles, 26 de julio de 2017

¿Es posible evitar la Constituyente? Por @luzmelyreyes


Por Luz Mely Reyes


Se inicia la semana crucial en Venezuela. Algunos aún esperan que el presidente Nicolás Maduro detenga la elección de la Asamblea Nacional Constituyente. Pero realmente él luce entrampado. 

Si Maduro avanza, nada garantiza la estabilidad del país, aunque el oficialismo pueda endurecer aún más la represión y la persecución por razones políticas; además cedería totalmente el poder a Diosdado Cabello.  La Constituyente no es garantía de nada. Al contrario, es como una hidra, en la medida en que avanza su posibilidad, le van saliendo nuevas cabezas. Si Maduro retrocede, se debilita todavía más, si no logra al menos algún tipo de seguridad para su integridad y la de sus cercanos.

El oficialismo necesita una puerta de salida, pero no solo porque en la otra acera están la oposición y un país mayoritariamente clamando por elecciones libres, sino por su propia salvación.

Pero este escenario, que puede ser producto de una negociación, igualmente expone a la oposición que también luce enredada entre expectativas infladas, figuras extremas sin fuerza,  pero que generan mucho ruido así como por las diferencias internas,  que siempre afloran.

La Constituyente es un error, pero no porque lo diga la Mesa de la Unidad y otros sectores. Eso lo sabe la cúpula chavista, eso lo sabe el Consejo Nacional Electoral que se ha prestado, como nunca, para llevar a cabo un proceso comicial fraudulento.

El CNE se había ganado el respeto de observadores internacionales en cuanto al sistema de votación, no obstante el ventajismo oficial que precedía cada elección y las críticas de factores de oposición.


Ahora, el órgano rector de las elecciones ha dado su paso más riesgoso al adelantar un proceso con listados dudosos, dejar de lado las auditorias que garantizaban la transparencia, avalar unas bases comiciales excluyentes y anticonstitucionales, fomentar un proceso interno del gobierno en el que no se garantiza la equidad de los participantes y además asumir, con los centros alternativos, la posibilidad de violar el principio de un elector, un voto.

El CNE además se contradijo totalmente. En septiembre de 2016 afirmaba que organizar un referendo implicaba mas de 200 días. Pues esta vez organizó en menos de 90 días unas elecciones más complejas, con déficit de información, sin tarjetón digital y sin que el elector, aun chavista, pueda realmente estar debidamente informado de la oferta electoral.

Por si fuera poco, es irónico que ningún chavista puede ofrecer una explicación coherente de los aportes que tendrá la Constituyente a la construcción de la paz, como ofreció Maduro cuando la convocó.

Si escuchamos los discursos de quienes apoyan la ANC vemos las contradicciones internas. Por ejemplo, Maduro ha dicho que la ANC es para construir la paz, propiciar al diálogo, mientras que su contraparte, Diosdado Cabello, es más sincero. Dice que la Constituyente servirá para poner patas pa´arriba el ministerio público, eliminar la Asamblea Nacional y hacer que la Revolución sea “indevolvible”. Van hacia el no retorno.

Como todo lo que ocurre en el país es inédito, por la capacidad innovadora del oficialismo de reducir la democracia, no hay paralelismo con otros procesos, aunque si elementos que pueden tomarse como parámetros de comparaciones, especialmente para eventuales desenlaces.

Por ejemplo, Andrés Oppenheimer explora cuatro posibles escenarios para el desenlace de la crisis venezolana. Ellos son:

El escenario nicaragüense: una salida democrática, y relativamente pacífica. Tras la masiva consulta popular opositora del 16 de julio, en que más de 7 millones de venezolanos votaron en contra del plan de Maduro para cambiar la Constitución, la comunidad internacional intensifica su presión sobre el régimen venezolano para lograr que Maduro acepte con garantías suspender la elección “ y que celebrará elecciones libres supervisadas internacionalmente el próximo año, tras recibir garantías de que ni él ni sus principales colaboradores irán a la cárcel”.

El escenario egipcio: un golpe militar.  Una vez instalada la ANC, la Asamblea Nacional nombra un gobierno “legítimo” paralelo al de Maduro, y pasa a la clandestinidad. Hay una escalada de violencia. El ejército se niega a disparar contra los manifestantes opositores. Un comandante militar arresta a Maduro por violar la Constitución, anuncia la creación de un “gobierno provisional” y promete celebrar elecciones libres en seis meses.

El escenario cubano: la consolidación de una dictadura de Maduro. Maduro impone su Constitución al estilo cubano, el gobierno de Trump anuncia un embargo petrolero a Venezuela, el país desemboca en una crisis humanitaria y centenares de miles de refugiados venezolanos se escapan a Colombia, Brasil, Panamá y otros países.

Los escenarios de Libia o Siria: Maduro impone su Constitución totalitaria, y algunos comandantes militares regionales se levantan contra el gobierno central. Hay una fragmentación del país, y Venezuela se desliza hacia una guerra civil.

Sobre estos escenarios tengo comentarios y además dos variaciones.

Como ha ido evolucionando el conflicto venezolano, y como está el oficialismo, cualquier cosa puede ocurrir. Difícilmente, Maduro podría desconvocar la ANC sin que haya algo muy grande a cambio. Para que un escenario tipo Nicaragua se concrete es necesario y obligada una negociación que ofrezca una alternativa a Maduro, pero que además recoja el espíritu de cambio instalado en la población venezolana.

De parte de la oposición, se sigue avanzando hacia la creación de la estructura paralela y amenaza esta semana con eventos nunca antes realizados: un paro de 48 horas, una toma de Caracas desde el interior. Todo esto nos da un cuadro de ingobernabilidad y caos generalizado que podría obligar al gobierno, no tanto a suspender la elección de la ANC, sino a realizarla en un escenario tan irregular que sus resultados serian más que fraudulentos.

Sin embargo, la oposición hasta ahora no tiene poder de choque ni una fuerza armada y organizada que pudiera ejecutar acciones insurreccionales exitosas.
Por otro lado, pensar en una guerra civil implica dar equivalencias al poder de fuego del Estado con lo que pudiese organizarse en grupos de oposición. No parece que esto fuese viable.

Pero el escenario cubano sí es muy posible, incluso para quienes nos negábamos a creer que pudiese pasar.  En la práctica nos hemos cubanizado: menos libertad, más represión y administración de la escasez.

Por supuesto que una cubanización sería más moderna ahora, con todas las herramientas que hay para controlar a la población, entre ellas,  la aplicación del carnet de la patria.

Hay otro escenario para mi que deriva del cuarto expuesto por Oppenheimer
Podemos asistir a una balcanización. Es claro que políticamente  el país está dividido casi territorialmente, que las zonas urbanas son opositoras, que las zonas rurales son chavistas, que incluso en las zonas urbanas hay espacios en donde cada uno de los polos reina y puede someter a la disidencia.

El gobierno poco puede hacer con los trancazos,  porque no hay manera de que reprima tantos a la vez. Pero tampoco puede “gobernar” en las zonas donde grupos opositores se organizan para trancar accesos a calles. Se han reportado episodios sobre protestas de personas que impiden a funcionarios del Estado actuar. Tampoco valen las amenazas particulares a los alcaldes de estas zonas para apresarlos por supuesto desacato,  ya que aunque los destituyan, el o la sucesora sería de oposición. Ocurrió en San Cristóbal, ocurrió en San Diego, ocurre en Chacao, Petare y otros municipios de dominio opositor.

Algo similar sucede con zonas manejadas por los grupos de civiles armados que apoyan al gobierno. Con el agravante de que estos grupos no responden ni siquiera a la autoridad que dicen respaldar.

La territorialización es un escenario de altísima volatilidad e ingobernabilidad, que para mí es posible pero que a la larga puede ser dominado. Solo que en el camino quedarían muchas más víctimas de las que hay ahora.

No he visto ni siquiera un argumento que pueda hacernos creer que la Constituyente traerá paz al país. Ni los candidatos y candidatas a la ANC lo tienen claro. Ellos apuntan más al control, a eliminar a la dirigencia de oposición y consolidarse en el poder como una dictadura.

Y sin embargo, ni siquiera una dictadura podría garantizar la estabilidad. La desobediencia civil en Venezuela es una realidad. Pero desobediencia sin estrategia es un pasto para el caos.

Un posible escenario posconstituyente puede ser como el de la caída de Fujimori. Una elección fraudulenta, de una instancia que se quiere instaurar como un suprapoder justificaría la organización y la acción de los grupos para restaurar la democracia. Es en este contexto  donde pueden articularse las presiones internacionales con la acción interna.

Pero no hay indicios que nos permitan avizorar alguna salida menos traumática a la crisis, que no sea una negociación de alto nivel en la que ambas partes cedan y eviten el choque de trenes.

Hay razones de sobra para estar preocupados por el futuro de Venezuela, pero es posible que esta semana sea realmente la semana de un desenlace, ojalá que pacifico, para el país.

24-07-17




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