Por Vladimiro Mujica, 20/07/2017
Me cuesta admitirlo, pero voy a
terminar por aceptar que tiene algo de cierto el cínico comentario de mi
querido hermano Felipe: “la oposición es el arma secreta del chavismo”.
Lo que está ocurriendo en los
días post 16J en Venezuela es verdaderamente de triste antología.
Luego de una jornada conmovedora
y monumental de civismo y coraje republicano del pueblo venezolano, enfrentado
a una dictadura no convencional; a la mordaza a los medios; a la represión; al
ventajismo; con la infinita tristeza de 100 mártires a cuestas; con
dificultades inenarrables para la población, y manifestando entre las carreras
para conseguir medicinas y alimentos entre trancazo y plantón.
Luego de una importante victoria,
una parte de la oposición y los inefables aprendices de brujo y analistas de
las redes sociales se han metamorfoseado en los chacumbeles de la oposición. Ya
Teodoro Petkoff había identificado a Hugo Chávez con el personaje inmortalizado
en una guaracha cubana pero, así como con frecuencia da la impresión de que todos
llevamos algo de chavista por dentro, no podía faltar nuestro chacumbele
opositor, esta vez no un individuo sino un destructivo colectivo. Los grandes
maestros del G2 cubano que operan en Venezuela como en un destructivo tablero
de ajedrez deben estar extasiados: aún ganando, la oposición se mata solita.
Los chacumbeles opositores
comenzaron por cuestionar el significado de más de 7,5 millones de venezolanos
expresándose contra el régimen de Maduro, sumergiendo el número en un
galimatías incomprensible según el cual no se habían sacado más votos porque…
Atención al argumento, ¡no había más votantes! Ello en razón de que el registro
electoral del CNE es una madeja impenetrable consistente de un millón de
chinos, un millón de cubanos, un millón de muertos y pare usted de contar. No
hay ninguna evidencia estadística, ninguna verificación confiable, ningún
estudio de nuestros mejores matemáticos y estadísticos que sustente semejante
afirmación pero la misma recorre las redes como un mantra, creando una peligrosa
ficción disfrazada de sesudo análisis.
Pero ahí no termina el asunto, en
la misma línea de delirio se afirma que con 3,5 millones de votantes ya alcanza
para revocarle el mandato a Maduro a pesar de que la Constitución establece
claramente que es necesario reunir un número mayor de votos a los que obtuvo el
funcionario electo para que su mandato se considere revocado. Si no fuese por
el hecho de que amigos muy serios se dejan engañar por este tipo de “análisis”
y lo rebotan en las redes, ni siquiera lo estaría comentando en estas líneas.
Pero termino por considerarlo mi deber.
En la misma vena chacumbélica se
despachan los importantes comentarios de Freddy Guevara señalando que si el
gobierno desmonta la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, se
abriría una puerta para un diálogo sin condiciones. En un ejercicio de delirio
político, sin considerar que el chavismo está lejos de estar acabado, a todo
quien hable de diálogo se le despacha como traidor y colaboracionista del
régimen.
La ficción de que con la consulta
o plebiscito del 16J ya está hecho el mandado y de que solamente es necesario
que la AN nombre a un gobierno de transición para que este gobierno de
transición exista y gobierne, es peligrosa y arriesgada. Quienes están detrás
de esta posición están jugando con fuego y comprometiendo gravemente la unidad
opositora. Está claro que la AN se debe mover en la dirección de formar un
gobierno de transición de unidad nacional, pero esto es, por ahora, parte de
los mecanismos de presión. No el final de la historia.
Por supuesto que es necesario
discutir opciones y preguntarse a fondo cómo salimos de esto. Pero estas
reflexiones deben partir de hechos reales y no de ficciones y deseos sin base
alguna. El gobierno sigue teniendo apoyos importantes, en los militares, en el
chavismo irredento y extremistas, y en los cubanos que han logrado infiltrar la
maquinaria del Estado y la Fuerza Armada a extremos que apenas están empezando
a entenderse. Creer que el gobierno está arrinconado es un grave error. Ello
por supuesto no significa que el régimen no esté debilitado y expuesto
internacionalmente, pero de allí a su colapso y caída hay un trecho muy difícil
de predecir porque depende de acontecimientos que tienen su propia dinámica.
Mientras no se divida abiertamente el chavismo y el estamento militar, por una
combinación de calle, política y apoyo internacional, no será posible
vislumbrar con claridad el final de esta pesadilla.
Fue Winston Churchill quien
advirtió a sus contemporáneos en 1942 que la guerra contra los nazis había
entrado en una fase que no era el final, ni siquiera el comienzo del final,
pero que quizás era el fin del comienzo. Tendríamos mucho que aprender de estas
palabras, pero desafortunadamente mucha gente sigue creyendo que hay atajos y
que es cuestión de imponer el voluntarismo en esta etapa crítica. Se han ido
acumulando fuerzas muy importantes contra el régimen dictatorial y abiertamente
anti-constitucional venezolano, pero aún esas fuerzas no han podido inclinar la
balanza del juego de poder a nuestro favor. Dialogar en condición de fuerza no
es una debilidad sino una apertura hacia evitar un conflicto aún más violento
que no se gana con gente sino con armas que nosotros no tenemos.
Estos no son los días del juego
libre sino del juego estratégico y político que aísle aún más al gobierno y le
obligue a negociar su salida. Son los días de honrar la valiente postura de
millones de venezolanos que ejecutaron uno de los mayores actos de rebelión
ciudadana de la historia. Son los días de crecer y madurar como pueblo y como
ciudadanos y de terminar de entender y aprender que la desgracia del chavismo
la trajimos nosotros sobre nosotros mismos y que solo nosotros tenemos los
mecanismos para superarla.
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