JULIO LONDOÑO PAREDES 26 de mayo de 2018
Es
bien sabido que en Venezuela tradicionalmente las fuerzas armadas han sido los
árbitros de la política doméstica del país. Aunque para algunos eso resulte
sorprendente y consideren que afecta la fortaleza de la democracia, los
venezolanos no solo están acostumbrados a ello, sino que con frecuencia en
momentos de crisis miran hacia los militares con la esperanza de que
intervengan para superarla.
Los
militares venezolanos no han tenido que afrontar guerras internacionales como
les ha correspondido con razón o sin ella a los de Argentina, Perú, Chile,
Bolivia, Paraguay o a los Ecuador, ni enfrentar un conflicto armado interno de
larga duración como a los de Colombia. En esas condiciones, tejen hipótesis
sobre potenciales conflictos, en los que siempre nuestro país es la “amenaza
principal”.
Sin
embargo, la situación interna en Venezuela es ahora tan compleja, que no pasa
una semana sin que se develen conjuras dentro de las fuerzas armadas o se
detenga a oficiales y suboficiales bajo la acusación de fraguar conspiraciones.
Maduro, arrinconado además por el rechazo internacional, echa mano del recurso
de culpar a Colombia de ser, en confabulación con los Estados Unidos, la
gestora de esa explosiva situación y acusa a Santos de dejar a su sucesor un
ambiente prebélico en la frontera, difundiendo además insidiosos rumores para
afectar el proceso electoral en nuestro país.
Para
tratar de mantener a los militares tranquilos, Maduro les ha cedido buena parte
del control del país y siguiendo una “jugosa” tradición envía al super general
Padrino López a comprar armamentos “para enfrentar la agresión colombiana”.
Lo que
no parece entender es que el malestar existente en algunos sectores de las
fuerzas armadas se debe a que, a pesar de los privilegios que les ha otorgado,
a muchos militares de grados intermedios y a sus familias también los está
afectando la grave situación a la que ha llevado al país.
Tampoco
comprende que la estrategia de favorecer y dar amparo a grupos armados
colombianos en su territorio, para garantizar que no actúen en Venezuela,
obtener su simpatía y mantener de paso ocupadas a las fuerzas armadas
colombianas en el conflicto interno, es un peligroso recurso de doble filo:
“cría cuervos y te sacarán los ojos”, dice el refrán.
Es una
estrategia equivocada utilizar el tema de Colombia para apuntalarse en el poder
y tratar de controlar el inquietante descontento en sectores de las fuerzas
armadas, así como la de aprovechar la coyuntura electoral en que nos
encontramos para tratar de “asegurar su flanco”.
Es un
garrafal error que sólo ha conducido a que en nuestro país se haya generado un
consenso alrededor de que nadie quiere caer en la angustiosa situación
venezolana.
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