Por Claudio Nazoa
Sé lo que pasó. Todos saben
qué pasó en Venezuela. Nada de lo que está pasando sorprende. Sí, se veía
venir. Nadie se asombra de que esta calamidad sin fin haya pasado otra vez.
Nunca había escrito el día
después de esto que está pasando y que ya ha pasado tantas veces. Lo malo es
que no he podido acostumbrarme a que siga pasando.
Hice el juramento de que esta
vez no me preocuparía por aquello que todo el mundo sabía que ocurriría anoche,
tarde, en medio del silencio sepulcral de una ciudad, en donde las luces de las
calles y avenidas están encendidas de día y permanecen apagadas durante la
oscuridad que nos abruma.
¿Quién puede hoy estar
sorprendido de nada? Todo es posible. La emoción de la sorpresa es al día
siguiente, cuando vamos a pagar el café del desayuno o a buscar
infructuosamente leche o medicamentos.
¿Habrá agua hoy?... La
Kellogg’s cerró… ¿A qué hora llega la electricidad en tu casa?... Otra vez
amanecimos con los semáforos de la avenida apagados.
Cerraron las estaciones del
Metro desde Plaza Venezuela hasta Petare porque se robaron los cables.
Mira… pobre señora. No tiene
pinta de indigente y está comiendo de la basura.
Me robaron la batería y el
caucho de repuesto.
Pero… ¿qué te pareció lo de
anoche?
¡No me jodas! Qué me importa
lo que pasó anoche. Ahorita voy al banco para ver si puedo sacar 10.000
bolívares para pagar transporte.
¿Viste cuánto cuesta hacer un
cambio de aceite para automóviles? Yo no saco más mi carro.
Están diciendo que va a haber
paro de transporte.
Pero… ¿cuál paro, si no hay
transporte?
Un amigo, por transferencia,
compró 100.000 bolívares en 300.000 y luego compró 200.000 bolívares en
efectivo para venderlos en 400.000… No entiendo eso.
Esta mañana estalló una
tubería matriz y la ciudad estará una semana sin agua.
En La Victoria, estado Aragua,
murió una muchacha de 18 años porque no había máquina para dializarla. La
enterraron en una caja de madera contraenchapada porque la familia no tenía
cómo pagar la urna.
Figúrate que cuatro maestras
de la escuela renunciaron porque las empanadas de la cantina subieron a 180.000
bolívares, el café a 300.000 y ellas ganan mensual 2.800.000 bolívares.
Mañana, por tierra, se van
para Argentina los vecinos de enfrente.
Pero… ¿qué fue lo que pasó
anoche?
Lo que todos sabíamos…
Y… ¿qué hacemos?
No sé tú. Por el momento yo
escribo para ver si pasa algo.
¡Qué bolas!
Sí… ¡Qué bolas!
21-05-18
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