Trino Márquez 24 de mayo de 2018
@trinomarquezc
Salvo
algunos saltimbanquis que andan por el mundo llamando traidores a quienes se
les ponen por delante y algún descerebrado que elabora listas inicuas de
“colaboracionistas”, el mundo opositor entendió que conviene pasar la página
del 20 de mayo y entrar al capítulo dedicado a cómo enfrentar un mandatario y
un régimen que, a pesar de salir
averiados de la cita electoral, conservan bien sujetas en sus manos las riendas
del poder.
No
obstante los rumores y detención de militares, el gobierno mantiene la cohesión
del Alto Mando, la unidad del Psuv y de los principales dirigentes
oficialistas; preserva el dominio de todas las instituciones del Estado
(excluyendo la Asamblea Nacional); mantiene el respaldo de la mayoría de los
gobernadores y alcaldes. Este entramado tan urdido no ha dado muestras de
fracturas ostensibles. El régimen evidencia su disposición a enfrentar la creciente
presión internacional y endógena con esa malla protectora, incluso a costa de
seguir destruyendo lo poco que queda de la nación. No le importa que la
hiperinflación siga su curso arrollador, que Pdvsa esté quedando en escombros,
que la miseria arrope a un número cada vez mayor de venezolanos y la estampida
hacia el exterior alcance cifras siderales. No piensa ceder ni un milímetro sus
posiciones. Cuentan con el respaldo de Rusia, China, Irán, Turquía y Cuba.
En
este cuadro de dominación hermética y deterioro global, les corresponde moverse
a las fuerzas democráticas. Roberto Casanova,
el padre Luis Ugalde y Fernando Mires han escrito interesantes artículos
acerca de qué hacer a partir del pasado domingo. No voy a repetir lo que ellos
dicen. Me limito a recomendar la lectura de sus trabajos, titulados
respectivamente, Una propuesta para después del 20 de mayo acusaciones mutuas
versus plan unitario, Reflexiones del
día después del No al Sí y Venezuela: después del 20-M. Prefiero puntualizar algunos aspectos y
señalar otros retos.
Recomponer
la unidad, luego de las agresiones mutuas entre los partidarios de Falcón y
quienes optaron por llamar a la abstención, autocalificados como la “verdadera
oposición”. La política es un arte donde lo primero que debe fortalecerse es la
piel. Sin embargo, hay que medir las palabras. Los exaltados deben controlarse.
La unidad pasa por la reintegración, e incluso por la incorporación de personajes como Bertucci, a
las decisiones y al plan de lucha que se defina en la MUD y en el Frente
Nacional, o en la nueva plataforma ad hoc que se cree a partir de las
conversaciones entre las fuerzas y grupos políticos. Sólo una férrea unidad de
los sectores adversos al gobierno, puede lograr avances significativos en la
lucha contra un régimen que ve comprometida su existencia por factores externos
tan poderosos como los que reclaman su cabeza.
Reconectarse
con los sectores populares. Los padecimientos de la inmensa mayoría de los
venezolanos son inenarrables. La sensación de abandono no proviene solamente de
su desencanto del gobierno. También existe una enorme decepción con respecto a
la alternativa democrática. Los sectores de la clase media y popular sienten
que, a pesar de su esfuerzo y contribución para que la situación cambie, los
líderes no han estado a la altura de los desafíos. No han conducido con
inteligencia la lucha. Esta puede ser una percepción injusta, sin embargo,
forma parte del panorama y hay que lidiar con ella. Resulta crucial encontrase
con la gente que ha visto erosionar irremediablemente su calidad de vida,
canalizar sus deseos y reanimar la esperanza en sí misma, para que vuelva a
creer que su esfuerzo puede y tiene que contribuir a cambiar el caos dominante.
Recuperar
la confianza en las elecciones tomando en consideración las condiciones reales
existentes, caracterizadas por la hegemonía madurista. No resulta conveniente
estar proclamando que los demócratas sólo acudirán a nuevas elecciones cuando
se haya conformado un nuevo CNE, químicamente puro. Esa aspiración representa
un imperativo categórico en una sociedad democrática, pero no en un régimen
hamponil. Unas eventuales elecciones presidenciales en un futuro cercano,
únicamente se darán en el marco de una crisis colosal que obligue al gobierno a
pactar ese mecanismo como fórmula para superar el descalabro. Un punto de esa
negociación será la integración de ese hipotético CNE y las condiciones que
regirán el proceso. De producirse esa abismal crisis, siempre anunciada pero
jamás concretada, el gobierno concertará, cederá y propondrá acuerdos
conciliatorios, pero jamás renunciará a demandar algunas garantías. No hacerlo,
sería capitular. Ya tenemos evidencias suficientes que indican que la
capitulación no se encuentra en sus planes. Un desafío fundamental de la
oposición reside en recuperar la confianza del ciudadano en la importancia de
su voto, teniendo en cuenta que las elecciones se darán en medio de ese quiebre
de la gobernabilidad en la que los bandos en pugna tendrán que ceder en
aspectos que consideran cruciales. Lo demás es ilusorio. Si la dirigencia no
adquiere plena conciencia de estas restricciones que el cuadro político impone,
toda concesión al régimen aparecerá como un signo de debilidad y entrega. El
pensamiento simple y maniqueo campea.
El
liderazgo que emerja después del 20 de mayo tiene ante sí retos descomunales.
Si no los asume con éxito, la labor destructiva del régimen continuará
indetenible.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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