Por Luis García Mora
Creo que la situación nos
obliga a opinar. Nos obliga a actuar.
Creo que la convocatoria del
próximo domingo 20 de mayo, deber ser objeto de una reflexión aún mucho
más amplia y profunda, de lo que ha sido. Dado de que a pesar de que en
todo conflicto como afirman los expertos, es difícil determinar el momento de
hablar y pactar, porque siempre las partes suponen que el contrario está débil,
y es la oportunidad para destruirlo y no para dialogar, es siempre en el
escenario crítico, como consideramos que ocurre en este momento, cuando como
dicen las emociones están obligadas a darle un chance al pragmatismo.
Vivimos un frágil y peligroso
equilibrio que puede derivar en una dictadura militar abierta, o en un
enfrentamiento sangriento, y que, al mismo tiempo por razones del azar
histórico, qué sí existe, podemos conjurar ambas salidas en un acuerdo que
comience el próximo domingo 20, a partir de la cita electoral, o antes, hacia
dentro de la oposición, y con el Gobierno.
Pero antes de entrar en
materia, permitámoslo una rápida digresión.
La lucha por el voto
universal, directo y secreto se construyó en Venezuela con unas convocatorias
electorales que no se podían ganar, contra López Contreras, Medina
Angarita, y la dictadura perezjimenista, pero que el resultado de esa lucha lo
consiguió.
Por lo que cuando logras esas
condiciones participativas no puedes renunciar a
esa participación cuando se te ofrece en los términos que
sean. Y eso no excluye de un conjunto de acciones que puedan acompañar una
estrategia que incluya junto a ella, una movilización popular a partir del
voto para abrir espacios para nuevas condiciones. Porque si no te aíslas y te
cierras a ti mismo la oportunidad en manos de quienes quieres salir.
Desde 2015 se ha hablado de
que prolongar la agonía de este régimen fracasado agravaba y aumentaba el dolor
generalizado de los venezolanos, y elevaba el costo de cualquier desenlace, por
lo que llegados a este punto lo más sensato era buscar una “salida democrática
excepcional”, para alcanzar un imprescindible “gobierno de transición”, de
“salvación nacional”, con decisiones que requerirían de un apoyo masivo y
plural, para relanzar la economía, sanear la inflada, corrupta e incapaz
burocracia, indispensable para el apoyo internacional rápido y efectivo.
Desde varios puntos de vista,
y en contra de lo que actualmente se dice, considero que las condiciones
electorales del próximo domingo quizás sean las mejores en 20 años de
hegemonía chavista, porque en toda asunción política se ha aceptado que
siempre juegan 1) las condiciones o garantías electorales objetivas
(institucionales, legales, constitucionales) que se te ofrecen; en este caso, por
cierto, en términos de igualdad en la competitividad tan malas como siempre. Y
2) las condiciones electorales subjetivas, que no son las que el régimen te
ofrece, sino la que te ofrece la coyuntura política que estás atravesando, que
se aprecian subjetivamente, no están escritas, y que el buen político las
aprecia y las sabe manejar de manera integral, inteligente y rigurosa.
Y ocurre que en este caso la
más importante condición subjetiva es que, por primera vez en 20 años, el
ochenta por ciento más de todos los venezolanos encuestados quieren cambiar de
gobierno –si les dan la oportunidad de hacer algo al respecto, pero que no
tenga un costo personal directo para ellos, como lo sería jugarse la vida
en una decisión heroica. En el ejercicio del voto todavía directo, universal y
secreto, que todavía puede ocurrir –a partir de este mismo domingo, de ganar
Maduro las elecciones presidenciales, esa condición de soberano, directo,
universal y secreto sería eliminada por una nueva Constitución ya lista en
manos de la Constituyente, para convertirlo en un “voto corporativo” como en
Cuba–. Y no volveríamos a votar así jamás.
Por lo que, querido lector,
aun todavía puede ocurrir que, en la soledad del voto del domingo, usted tenga
la oportunidad de decidir voluntaria y privadamente, qué hacer.
En Venezuela hubo una época,
con las tarjetas que el ciudadano no había votado, poder averiguar por quién
había votado, o no. Y aunque no como en las actuales condiciones enfermizas,
extremas, opresivas, esto siempre estuvo ahí presente, pero ocurría –y
ocurre—que ese acto se decidía –y se decide, hasta el domingo– en la
soledad que nos permite decidir voluntaria y privadamente, votar por quien nos
dé la gana.
Y, recordemos, por primera vez
en la historia se acude a unas elecciones presidenciales con el 80 por ciento
de los venezolanos que quiere hacerlo por el cambio, al margen de Chávez o de
la Revolución. No había ocurrido y es demasiado potente para no
aprovecharlo.
La segunda condición
subjetiva, es que a la cabeza de la fórmula opositora está un personaje
que es disidente del chavismo. Que tiene la posibilidad de
acumular ese 80 por ciento de rechazo que tiene Nicolás Maduro. Y que por
su enorme magnitud incluye al pueblo chavista. Que posiblemente lo
siga siendo, y que cuando se le pregunta si le gusta la MUD o los partidos de
la MUD o sus líderes, que ni siquiera tienen el 20 por ciento de aceptación,
los rechaza
Tercera, el 80 por ciento de
rechazo a Maduro tiene una parte muy grande y que no ha capitalizado nadie, que
es que con Henry Falcón se tiene la posibilidad de construir un mensaje
unitario que apele al chavismo descontento que quiera redimirse de su
responsabilidad en la construcción de esta catástrofe nacional y continental.
Y, la otra condición subjetiva
es que los regímenes autoritarios que hacen elecciones (amañadas o no) siempre
ofrecen mucha resistencia a aceptar el cambio propuesto, porque el costo
político es absoluto. Dado que normalmente las fuerzas opositoras que se
reafirman en ese costo político, son, resultan, inviables para los que están en
el poder que, temiéndolo (el costo político) hacen lo posible para
evitarlo. En este caso, también por primera vez, un candidato opositor (en este
caso, Falcón) destranca esto.
Otro elemento. Es mi creencia
pragmática que cualquier otro candidato habría subido este costo político al
límite dado el alto grado de polarización política alcanzado en el caso
venezolano.
Este país como lo reconocen
demasiados analistas, ha sufrido una profunda transformación social y política
y jamás regresará a lo que era antes. Creo, dadas las circunstancias, en
el escenario de una transición impulsada desde el chavismo con los tiempos
contados y con la FAN. Y basada en la aceptación del derecho del adversario a
existir y tener poder. Y en el que, como alguna vez decía Rocío San Miguel, el
“todo o nada” debe desaparecer de la mesa política del país.
El pragmatismo que informa el
funcionamiento de la FAN como en todas partes, que simplifican los elementos
simbólicos del poder, desde que comenzó esta película en 2013 cuando se
refieren a una alternativa de poder, se refieren a quién como sabe Rocío,
encarnaría la presidencia en el caso de que saliera Maduro, y asumiera la
posición. Y la oposición nunca se definió en ese punto. Demasiado atomizada (por
no decir más), no pudo. Es más, según los entendidos, si se hubiera
definido claramente al menos hace un año, esta apuesta hubiera sido más clara
para la FAN.
Que como hay que reconocerlo,
en cualquier transición como la que pudiera producirse a partir del domingo, es
inevitable la tutoría de la FAN para que la acompañe, y que están vigilantes de
no quedar fuera del poder, porque en principio, las Fuerzas Armadas se mueven
cuando hay una alternativa real de poder. Como en 2002 cuando se produjo la primera
de las dos únicas alternativas reales de poder para la oposición en
20 años, y fracasó por el golpe estúpido y desconocimiento de la realidad
militar, y las última cuando en las elecciones presidenciales de abril de 2013
no se le pidió al pueblo que defendiera el voto, desde el chavismo, se le tomó
la medida a la oposición.
(Cuando se cita el caso de
Arias Cárdenas en las “megaelecciones” de 2000, cuando su voto no trascendió el
37 por ciento, hay que recordar que entonces el apoyo popular a Chávez era importante,
lo que no ocurre en este caso, ni aproximadamente, con Maduro, hoy
enfrentado a ese 80 por ciento que quiere cambio, eso también es inédito)
Entonces, uno no entiende como
la oposición inexplicablemente en las actuales circunstancias, prefirió ponerse
en las manos de una operación de turismo internacional, en lugar de una ruta
que combinara este apoyo estratégico potenciándolo con la movilización popular
a través del voto, y con una figura a la cabeza del tique electoral que puede
negociar con el chavismo gubernamental militar (no olvidemos que le ofreció el
ministerio de la Defensa al general Padrino López, el líder hoy de las FAN, de
ganar), y que además le ofrece confianza a ese sector del chavismo triturado
como todos por esta crisis, la más descomunal conocida. Al tiempo que la
oposición de la MUD pudieran ofrecer algo más tangible, a la comunidad
internacional.
En una operación aritmética
perfecta.
En lo que a nuestro parecer es
el punto de quiebre del domingo.
17-05-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico