Por Margarita López Maya
La coyuntura electoral vino y
ya pasó. Fueron unas presidenciales convocadas anticipadamente por un cuerpo
institucional ilegítimo, la Asamblea Nacional Constituyente. Desde que se
abriera el proceso y aún antes, estuvo plagado de irregularidades, bajo la
mirada impasible de un CNE controlado por Nicolás Maduro y al servicio de los
intereses de su cúpula militar y civil. Fueron unas presidenciales que la
comunidad internacional rechazó, por no cumplir estándares democráticos
internacionales, y la mayoría de los partidos políticos opositores también, por
negarse el gobierno durante las negociaciones en República Dominicana a dar
mínimas garantías para unas elecciones justas y transparentes. No obstante,
algunos candidatos opositores hubo, pero a nadie tomó por sorpresa que esa
noche el CNE proclamara a Maduro presidente para un nuevo período de seis años.
En mi criterio, estos comicios
no son ningún momento de inflexión en la larga y abismal crisis venezolana, en
el sentido de producir un cambio significativo de lo que ha venido ocurriendo.
Fueron un episodio más en la continuada marcha del gobierno hacia su meta, que
es la estabilización de un régimen autoritario de vocación totalitaria. Lo veo
como un episodio donde Maduro sobrevivió una vez más gracias a que talló a su
medida este proceso. El chavismo evaluó la necesidad de darle un maquillaje
seudo democrático al régimen y encontró algunos actores políticos que le
hicieron comparsa. Sin embargo, no todo salió como Maduro esperaba. Así es la
política.
El domingo en la noche hubo
dos elementos que sorprendieron porque no estaban previstos. El primero fue la
no participación de una porción amplia de los ciudadanos que, en números
oficiales poco confiables, alcanzó el 53% del registro electoral. Otras fuentes
la ubican más bien alrededor del 60%. Como no hubo una infraestructura política
opositora suficiente que monitoreara la votación a lo largo del día en las
mesas de votación, y como el software de las máquinas de votación está bajo el
control de las autoridades electorales que carecen de independencia frente al
Ejecutivo Nacional, quedémonos con estos dos estimados de este fenómeno.
Cualquiera que sea, ha sido el promedio de abstención más elevado en la
historia electoral de presidenciales del país. Y eso nos debe decir algo.
Independientemente de si atendieron el llamado de la MUD, que no creo que fuera
el caso de una porción significativa de los ciudadanos que se quedaron en sus
casas, lo cierto es que fue la no participación la que mejor expresó el rechazo
de la ciudadanía a la permanencia de Maduro y su gobierno.
El otro elemento fue la
decisión de Henri Falcón, candidato opositor por Avanzada Progresista, una
fracción del partido COPEI y el MAS quien, a última hora, y antes de que
Lucena, la presidenta del CNE diera los numeritos oficiales, desconoció el
proceso electoral, al cual se sometió contrariando en su momento a los
compromisos unitarios acordados a principios de año por partidos de la MUD,
cuando falló la mesa de negociación en República Dominicana. Alegó que el
proceso violó los compromisos que había firmado el oficialismo con él para esta
elección y la calificó por tanto de irreal e ilegítima. Creo que lo salvó la
campana, porque de haber reconocido los resultados como legítimos, o haberse
ido a la cohabitación con el nuevo gobierno de Maduro, hubiera pasado a la
irrelevancia. El otro candidato opositor, Javier Bertucci, también exigió, al
menos esa noche, un nuevo proceso electoral.
Gracias a estos dos elementos
resaltantes de la jornada del 20M, el lunes Maduro amaneció, en mi criterio, un
poco más débil políticamente de lo que estaba. O, quizás más vulnerable, según
la evaluación que hiciera John Magdaleno de su interpretación de los resultados
electorales. Las declaraciones de Falcón han dado pie a la apertura de un
potencial espacio político para que factores opositores puedan conversar y
quizás ponerse de acuerdo. Ahora todos comparten que las elecciones fueron
fraudulentas. Unos por origen, otros por rompimiento de un acuerdo, que
cualquiera que conociera al gobierno de Maduro, sabía que iba a romper. Con
ello, también, todos se ponen a tono por el momento con el Grupo de Lima,
varios gobiernos de occidente y la comunidad democrática internacional. Esto es
muy valioso políticamente y si no se aprovecha se nos irá la oportunidad.
Por otra parte, Maduro y su
gobierno, aunque quizás un poco preocupados, no acusan recibo. Para ellos su
objetivo pareciera ser desde hace ya bastante tiempo simplemente sobrevivir,
seguir en el poder y eso vale para cada día que permanecen en Miraflores. Esa
noche sobrevivieron una vez más. Eso les basta.
Pero la crisis socioeconómica
sigue su curso al abismo, la crisis humanitaria se agrava, la migración se
acrecienta y los militares… ¿qué pasa con ellos? Pues nada, siguen lucrándose a
costa de la sociedad, el país, el territorio. Sin embargo, tensiones hay -se
han visibilizado nuevas detenciones y circulan rumores e informaciones sobre su
descontento- pero, ya veremos si este mensaje de la población del 20M les dice
algo, cale en algunos, a ver si usan la cabeza y terminan por tomar alguna
decisión para presionar a Maduro y su combo para que se vayan. Hoy, de modo
análogo a lo que viene sucediendo en Nicaragua, no pareciera haber lugar para
la cohabitación, sino para negociar condiciones de salida. Son cinco años de
luchas infructuosas y costosas por parte de la sociedad civil y política contra
un gobierno que cierra toda salida pacífica, todo porque los militares y unos
civiles desalmados no tienen escrúpulos para saquear este país, maldito por sus
recursos.
¿Por dónde seguimos?
Considero que en el país
existe hoy una estructura de oportunidades propicia para alcanzar en los
próximos meses el cambio político en paz. Así pareciera revelarlo la
combinación del agravamiento de las condiciones socioeconómicas por la
hiperinflación, las amenazas de embargo sobre la producción y los bienes
petroleros de la nación, como consecuencia de la sentencia favorable a la
Conoco-Phillips en un tribunal de EEUU, con la firmeza y creciente coherencia
de las acciones de la comunidad democrática internacional sobre el gobierno
para que regrese al hilo constitucional y atienda la crisis humanitaria. Ahora,
las señales emitidas el 20M por la ciudadanía que usó las elecciones para
transmitir su inconformidad, y unos actores políticos opositores que
participaron y luego rechazaron el evento de votación, le echaron un poco más
de leña al fuego.
¿Cómo aprovechar esta
oportunidad para convencer al gobierno de Maduro o a alguna de las facciones
militares que lo apoyan que el tiempo ya se agotó y es tiempo de irse? ¿Cómo se
fractura el bloque de dominación?
Las próximas semanas y meses serán
complicadas, pero quizás decisivas. Ante ello, es necesario repensar tanto la
acción colectiva, como las estrategias de actores políticos para impulsar el
desenlace.
Para ello, la sociedad, sus
ciudadanos, sus organizaciones sociales, sus ONG, deberán seguir poniendo su
parte, además de su sufrimiento. No existe fórmula mágica para superar las
dificultades impuestas por un régimen que camina hacia un mayor autoritarismo,
y hace uso de instrumentos de represión y guerra psicológica propias de una
mentalidad totalitaria, es decir, sin escrúpulos.
En este contexto, es
importante tomar conciencia de que una salida en paz hacia una transición
democrática no es fácil, es casi inédita y exige mucha creatividad,
perseverancia, cabeza fría, solidaridad y apoyo internacional. No pareciera ya
que los venezolanos solos podemos derrocar semejante régimen. El estado de
necesidad de la mayoría es una importante limitación. Como lo es la
fragmentación y debilidad que hoy muestran los partidos políticos de vocación
democrática. Pero, dicho esto, sólo nosotros podemos dar las estocadas
decisivas para ese final, eso no lo puede hacer la comunidad internacional.
Entonces, para la ciudadanía,
para nosotros civiles desarmados, que apostamos por la vida, no existe otra
opción que la salida pacífica, no violenta. De eso debemos convencernos y cada
uno actuar en consecuencia. Las fórmulas para esa salida no son tan variadas:
se lucha por la renuncia de Maduro, algo en lo que debemos siempre insistir,
porque sería la menos dolorosa para el cuerpo social, ya que podría iniciarse
una transición incruenta; o, sin que sean excluyentes, nos nucleamos en torno a
la transición por medio de unas elecciones en condiciones justas, equitativas y
transparentes para conformar un gobierno legítimo. No renunciemos a ninguna de
las dos, pero en este momento ambas se dificultan por la desmovilización de la
ciudadanía y el descrédito que ambas estrategias padecen. Eso debemos
superarlo.
Otro gran problema que tenemos
se encuentra en la desconfianza, rechazo y/o el descrédito de muchos dirigentes
y partidos opositores. Es también un gran escollo pues sin partidos robustos
difícilmente podremos alcanzar una transición pacífica y democrática. Enfrentar
un gobierno como éste de Maduro ha implicado para muchos políticos persecución,
prisión, amenazas a sus familias. Los diputados van para dos años sin sueldo,
algunos han sido malheridos por paramilitares chavistas ante la mirada
impávida, si no la complicidad, de la Fuerza Armada. Diputados, alcaldes y otros
dirigentes se encuentran hoy presos, en el exilio o enfermos. Recordemos eso a
la hora de criticarlos, y sin dejar de hacerlo, reconozcamos también aciertos
como las parlamentarias de 2015.
Pienso que, ante el panorama
actual, la sociedad civil y la ciudadanía debe tomar un rol más activo. En los
años recientes se ha visto una multiplicación de organizaciones civiles, de ONG
y de distintos grupos y plataformas sociales, constituidos para proteger y
garantizar derechos que nos han sido despojados por la dictadura. Están casos
como las organizaciones que defienden el derecho a la salud de la
ciudadanía, otros que atienden a niños, adolescentes y mujeres, expuestos
a la violencia y pobreza, redes sociales que periodistas valientes han tejido
para garantizar el derecho al acceso a información veraz y la libertad de
expresión, ONG que monitorean la violación de los DDHH de los presos políticos,
de las cárceles, de los trabajadores, en fin, Venezuela tiene hoy un tejido
social más denso, más solido, que será invalorable cuando hayamos llegado a la
puerta de esa transición que anhelamos, porque garantizará unas bases más
enraizadas en la sociedad de las instituciones democráticas. Una sociedad civil
que sabe por propia experiencia la necesidad de protegerse de las
arbitrariedades del poder y defender su autonomía.
Esa sociedad deberá, sin
embargo, dada la gravedad de la coyuntura, tomar, en mi opinión un protagonismo
mayor ante el colapso de los actores políticos democráticos. No para
desplazarlos de sus responsabilidades, pero sí, quizás, para demandar de ellos
mayor madurez para resolver la conflictividad entre ellos, que vergonzosamente
expusieron en este proceso electoral; exigirles mayor responsabilidad en sus
obligaciones, ayudándolos entre otras tareas urgentes a dibujar y componer, con
las demandas de la ciudadanía, una narrativa del futuro compartido, que sirva
para incentivar y movilizar de nuevo. La ciudadanía, la sociedad civil y la
militancia de los partidos deben exigir una renovación de los liderazgos de los
políticos. Vemos a algunos liderazgos agotados o limitados por ópticas que no
corresponden a estos tiempos. Los relevos deben, a su vez, prepararse para
administrar un país devastado con austeridad y honestidad. Otra gran urgencia
es volver a encontrar una dirección política unitaria cuya estrategia no se
limite a lo electoral, sino que abarque múltiples estrategias de resistencia y
lucha en dictadura. Una dirección con coordinación de lo social con lo
político, frenando la cooptación a la que suelen estar acostumbrados los
políticos frente a los activistas sociales.
¿Cómo se hace esto? Las
respuestas son nuestro desafío. Las innovaciones deben estar a la orden del
día. Insistamos en una salida pacífica, que el bloque de dominación militar y
civil que se ha apropiado del Estado y ha desmembrado a la nación, hoy nos
niega. Pero, la política es el arte de lo posible y a ellos debemos remitirnos:
con movilización, consultas, asambleas, innovaciones organizativas, estrategias
múltiples, con vasos comunicantes entre actores políticos, sociales, academias,
iglesia, participando y respetando los espacios de cada quien en las tareas de
construir primero en el imaginario, para luego plasmar en el territorio a
través de instituciones y estructuras organizativas, otro país donde podamos
reunirnos de nuevo, reconocernos como nación. El gobierno ha logrado
desacreditar la vía democrática y pacífica, dividir a los partidos, y frustrar
a la población. A esto debemos sobreponernos para mostrarle que no puede
truncar nuestras aspiraciones de un país libre y con bienestar. Ahora más que
nunca debemos levantarnos y continuar, pues las condiciones nos favorecen,
muchos países con sus ciudadanos nos están echando una mano. El eslabón que
falta para rematar la tarea está en cada uno de nosotros, en nuestra
responsabilidad política como ciudadanos de informarnos y actuar, y en las
organizaciones que constituimos, apoyamos y controlamos, actuando
colectivamente y con firmeza, desprendimiento personal y honestidad.
25-05-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico