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martes, 22 de mayo de 2018

A nuestro Pueblo por @hcapriles



Por Henrique Capriles


Este 20 de mayo los venezolanos recibimos un resultado que era previsible. Con la complicidad del Consejo Nacional Electoral la cúpula oficialista ejecutó su plan para permanecer en el poder. A cuenta del secuestro del voto de los venezolanos, Maduro pretende imponer un nuevo período de gobierno.

Los números montados por el CNE dejan en evidencia una realidad innegable: si los rectores oficialistas asumen un 52% de abstención (que toda Venezuela sabe que fue superior) y no pudieron adjudicarle a su candidato más del 26% del padrón electoral en votos, entonces hay que empezar a leer esa abstención como una manifestación contundente del verdadero clima político que se vive en Venezuela.

Quien sea que saque las cuentas entiende que la política no ha conseguido dar la respuesta necesaria. Hoy, los que votaron y los que no, están esperando que una nueva acción política le dé sentido a la decisión que tomaron ayer. Entonces, nuestro empeño debe estar dirigido en darle al país un rumbo definido en una agenda de cambio. No hacerlo nos conduciría de nuevo a la frustración y eso no permitiremos que ocurra.

Lo de este domingo es la muestra de algo que he dicho una y otra vez: el país está agotado y la política no le está dando respuestas a las demandas más urgentes del pueblo.

¿Y cuáles son las consecuencias políticas de que el país entero esté agotado? Son evidentes: los resultados no tomaron a nadie por sorpresa, nadie esperaba que el CNE hiciera que su candidato cumpliera las reglas, nadie pretendía que pasara algo más que este golpe contra la democracia. Nuestra gente sabe que existe un déficit institucional que permitió la extorsión, el voto asistido y el chantaje, pero la crueldad del gobierno los agota y los deprime y es responsabilidad de nuestro liderazgo mantener vivo el fuego de la pelea y ponernos claros objetivos de lucha. Un país que está agotado corre el enorme riesgo de terminar convertido en rehén del hambre y la miseria.

Números más, números menos, nada cambia: la crisis tiene a todos sus culpables en el gobierno y mantiene a venezolanos comiendo de la basura, a madres y padres desesperados por no conseguir cómo alimentar a su familia, maestros yéndose del país, enfermos sin hospitales ni medicamentos. En resumen: la crisis te sigue acorralando, te sigue vejando, te sigue robando la vida.

Es lógico que los venezolanos pensemos que de aquí en adelante todo será más cuesta arriba. Saldrán a la calle sabiendo que corren los mismos riesgos que ayer, que el dinero no les alcanzará, que no habrá transporte público y que las angustias por la alimentación y la salud seguirán ahí.

Porque es así como quiere Maduro que te sientas: desesperanzado y a punto de claudicar.

Ésa es la razón por la cual montaron toda esta farsa y eso es lo que no podemos permitir.

Yo sé que nuestro pueblo es noble, es fuerte y tiene el coraje para salir adelante, pero sería un irrespeto desconocer que hoy sus fuerzas están mermadas y tienen una gran desconfianza. El golpe que le han dado a nuestra gente ha sido enorme. La abstención debe leerse como algo que va más allá de la disciplina política: es necesario que empecemos a articular las respuestas de una manera contundente, entendiendo estos resultados como la manifestación de una enorme decepción, pero también como un peligroso caldo de cultivo para la antipolítica.

Si los líderes no lo reconocemos, estaríamos dándole la espalda a lo que la gente nos está diciendo a gritos y al sufrimiento que padecen quienes menos tienen.


En cada uno de los partidos que componen la Unidad hemos sufrido las consecuencias de oponernos al totalitarismo. Nos han inhabilitado. Nos han separado de compañeros apresándolos, persiguiéndolos y obligándolos al exilio. Nos han dividido planteando falsos dilemas. Y todo eso ha sido posible porque las acciones de la dictadura van precisamente en esa dirección.

Tras la farsa del 20 de mayo, el combate debe demostrar verdadera firmeza política. Ha llegado el momento de volver a accionar juntos y es urgente. Ante un escenario como éste, debemos tomar una posición clara que sirva para orientar a quienes, víctimas del desespero, no vean otro futuro que la vida en esta crisis y oscuridad. Debemos hacer valer el gesto político de quienes decidieron no salir a votar y de los que sí fueron, ambos sectores buscaban expresar una posición frente a la crisis y la desesperanza.

Desde hace semanas he estado llamando a la revisión de la estrategia y acción de las fuerzas unitarias. Ha sido incluso una reflexión personal. Mi llamado ha sido siempre con la intención de someterlo a la consideración de quienes seguimos defendiendo y acompañando a nuestra gente.

Se ha instalado un régimen ilegítimo. Así lo han reconocido la opinión pública internacional, los Estados democráticos más representativos de todo el planeta y, lo más importante, nuestra gente. Y lo ha hecho en unas condiciones que ponen en evidencia el bajísimo apoyo popular con que cuentan en Miraflores. Ha perdido, en sus propios números adulterados, prácticamente dos millones de votos de su gente, incluso atreviéndose a jugar con el hambre y la necesidad de las familias a las que tienen secuestradas políticamente.

De modo que ha llegado la hora de permitir que el concepto de Unidad que durante todo este tiempo ha servido para aglutinar nuestros esfuerzos evolucione. Y evolucione de una vez por todas. Porque ya no basta con comportarnos como una coalición de visiones políticas. Ya eso no es suficiente.

Tenemos que lograr que nuestro pueblo, oficialista o no, tome a las fuerzas democráticas como una vía posible para salir de la crisis, para convertirnos en un gobierno preocupado por lo que hoy viven. No hay otro modo de sacar a Venezuela de este infierno. Somos los responsables de rescatar la dignidad, la libertad y la gobernabilidad en nuestro país.

Esa confianza que tantas veces han depositado en nosotros merece una respuesta del tamaño del compromiso que hoy tenemos como líderes. Nuestros presos políticos merecen una respuesta del tamaño de su sacrificio. Cada muerto merece que emprendamos el camino final a la justicia. Cada persona que protesta merece nuestro acompañamiento. Cada venezolano en el exilio o perseguido merece que construyamos sus caminos de vuelta. Pero también lo merece cada funcionario que fue extorsionado y aun así no apoyó al régimen, cada trabajador que hoy ve amenazado su derecho al trabajo y a la salud y a la alimentación, cada persona que sufre las consecuencias de los excesos de quienes malgobiernan el país.

Nos corresponde vencer a la dictadura y eso comienza por hacerle entender a todo el pueblo venezolano y al mundo entero que somos nosotros quienes vamos a levantar a Venezuela, y vamos a lograr un nuevo gobierno que le dé repuesta a todos los venezolanos. Pero para lograrlo debemos replantear nuestra lucha democrática y reconectar a los venezolanos con la esperanza.

Eso sí: que no se confundan mis afirmaciones en esta propuesta. Esta unidad a la que me refiero no consiste solamente en recomponer la Mesa de la Unidad Democrática, sino en leer este nuevo escenario que la política nos presenta con responsabilidad y con coraje. Ante la confesión del fraude ejecutado por la dictadura, los invito a que asumamos el compromiso de hacer que aquella idea de Unidad que nos aglutinó hasta ahora evolucione y se convierta en Gobernabilidad. El llamado es a cada una de las fuerzas cívicas y democráticas de Venezuela, para que este urgente proceso de reunificación comience por donde debe comenzar.

Dejemos a un lado los proyectos partidistas. De nada servirán mientras el totalitarismo ilegaliza nuestros partidos e inhabilita nuestros liderazgos nacionales. Dediquemos cada segundo posible a estructurar un Plan de Gobernabilidad Democrática que le permita a cada madre, a cada estudiante, a cada trabajador y a cada familia fracturada por el exilio imaginar cada una de las acciones que emprenderemos para rescatar a Venezuela.

A mí me ha correspondido ser candidato a la Presidencia de la República y pude serlo gracias al apoyo de esas fuerzas de la Unidad y de la gente. Desde esa posición, he podido comprobar como nadie que para reconectar al Pueblo con la esperanza, con la voluntad democrática y con el compromiso político, es necesario hacerles saber que podemos ser gobierno, que sabremos qué hacer apenas lleguemos al Poder y que eso se parece a lo que cada venezolano está soñando conquistar.

Hoy les pido a ustedes, compañeros de una lucha que tanto esfuerzo nos ha costado, que no dejemos que, después de esta farsa, el Pueblo venezolano quede nuevamente a merced de quienes han demostrado ser crueles, despiadados e inmorales.

Tenemos que reunificar la lucha y darle sentido. Vamos a preparar a nuestra militancia, a nuestros simpatizantes y a nosotros mismos para el momento en que seamos gobierno. Vamos a demostrar nuestra capacidad para planificar y para gobernar con firmeza y con justicia. Sólo así podremos recuperar nuestra fuerza y la esperanza de nuestra gente.

Vamos a demostrarle al país entero que estamos preparados para asumir la conducción del país apenas este régimen se vaya. Porque eso es lo que ocurre: se resquebrajan, se caen porque están fundados sobre fraudes, sobre mentiras, sobre presos y muertos que han luchado por la justicia, esa justicia que siempre llega.

Por eso sé que volveremos a luchar por nuestras libertades. Y ahí tenemos que estar todos, sin exclusiones, respetándonos en la diversidad que siempre ha de existir. Pero también sé que los motivos de esta lucha tienen que ir mucho más allá de lograr cambiar a quienes ahora ocupan Miraflores.

Hacer política exige conocer la historia y la historia demuestra que estos regímenes caen. Cayó el gobierno militar de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela. Cayó Augusto Pinochet en Chile. Cayó el régimen militar en Argentina. Los motivos de esta lucha deben conseguir su eco en países hermanos que han sabido recuperar su democracia después de entender que un país cansado y decepcionado de la política debe reunificarse en torno a la posibilidad de imaginar juntos que ser gobierno es posible.

El parapeto de ayer no ha legitimado de ninguna manera a Nicolás Maduro, solo puso en evidencia que su respaldo cada vez es más escaso y que sigue dependiendo del miedo, del hambre, de la violencia. Por eso hoy tenemos que ser más que una oposición: tenemos que ser la opción de gobernabilidad que queda en Venezuela y que la inmensa mayoría del país nos acompañe en esa dirección.

Yo sigo creyendo en los mecanismos pacíficos y democráticos, también sé que después del 20 de mayo no podemos perder tiempo esperando que aparezca un candidato para empezar a tomar las decisiones que cambiarán el rumbo del país cuando este régimen tenga que aceptar las reglas de la democracia.

Eso es algo que debemos decidir juntos y que debemos hacer ahora. Ésa es mi propuesta y pongo mi experiencia al servicio de conseguir la fuerza necesaria para cruzar el país entero y devolvernos la esperanza. Tengamos el valor de liderar este difícil momento.

No cometamos los mismos errores del pasado. Es humano equivocarse y seguro en el camino habrán más errores, pero también es de sabios rectificar y sobretodo cuando ya se tiene la experiencia de lo vivido. Vayamos a cada rincón del país a difundir y defender una propuesta común: un Plan de Gobernabilidad Democrática que, de manera definitiva, le haga sentir al oficialismo que debe prepararse para abandonar el Poder, porque nosotros estamos preparados para ejercerlo.

Hagamos que cada joven sienta que el futuro que merece y que sueña está aquí, en su país. Hagamos que cada madre sepa cuál es su papel en eso que convertiremos en realidad y entienda que su familia estará segura porque esta nueva lucha valdrá la pena. Hagamos que cada venezolano que tuvo que irse de su ciudad, de su barrio, de su trabajo, sienta que forma parte de eso que pondremos en práctica cuando un gobierno vuelva a estar al servicio del pueblo.

Como servidor, he recorrido como pocos el mapa de Venezuela por completo. Y sé que nosotros podemos asumir esa tarea. Oigamos a quienes nos exigen un compromiso por el rescate de nuestra Patria. Y démosle una razón sólida y política a cada venezolano para dar la más importante lucha: esa que los convertirá en gobierno.

Es necesario. Y es urgente. Así que hagámoslo ya. No tenemos tiempo que perder.

Tenemos que convertirnos en ese cambio que tanto hemos anhelado. El momento es ahora.

¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela por la que hoy más que nunca vale la pena seguir luchando!

21-05-18




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