Por Henrique Capriles
Este 20 de mayo los
venezolanos recibimos un resultado que era previsible. Con la complicidad del
Consejo Nacional Electoral la cúpula oficialista ejecutó su plan para
permanecer en el poder. A cuenta del secuestro del voto de los venezolanos,
Maduro pretende imponer un nuevo período de gobierno.
Los números montados por el
CNE dejan en evidencia una realidad innegable: si los rectores oficialistas
asumen un 52% de abstención (que toda Venezuela sabe que fue superior) y no
pudieron adjudicarle a su candidato más del 26% del padrón electoral en votos,
entonces hay que empezar a leer esa abstención como una manifestación
contundente del verdadero clima político que se vive en Venezuela.
Quien sea que saque las
cuentas entiende que la política no ha conseguido dar la respuesta necesaria.
Hoy, los que votaron y los que no, están esperando que una nueva acción
política le dé sentido a la decisión que tomaron ayer. Entonces, nuestro empeño
debe estar dirigido en darle al país un rumbo definido en una agenda de cambio.
No hacerlo nos conduciría de nuevo a la frustración y eso no permitiremos que
ocurra.
Lo de este domingo es la
muestra de algo que he dicho una y otra vez: el país está agotado y la política
no le está dando respuestas a las demandas más urgentes del pueblo.
¿Y cuáles son las
consecuencias políticas de que el país entero esté agotado? Son evidentes: los
resultados no tomaron a nadie por sorpresa, nadie esperaba que el CNE hiciera
que su candidato cumpliera las reglas, nadie pretendía que pasara algo más que
este golpe contra la democracia. Nuestra gente sabe que existe un déficit
institucional que permitió la extorsión, el voto asistido y el chantaje, pero
la crueldad del gobierno los agota y los deprime y es responsabilidad de
nuestro liderazgo mantener vivo el fuego de la pelea y ponernos claros
objetivos de lucha. Un país que está agotado corre el enorme riesgo de terminar
convertido en rehén del hambre y la miseria.
Números más, números menos,
nada cambia: la crisis tiene a todos sus culpables en el gobierno y mantiene a
venezolanos comiendo de la basura, a madres y padres desesperados por no
conseguir cómo alimentar a su familia, maestros yéndose del país, enfermos sin
hospitales ni medicamentos. En resumen: la crisis te sigue acorralando, te
sigue vejando, te sigue robando la vida.
Es lógico que los venezolanos
pensemos que de aquí en adelante todo será más cuesta arriba. Saldrán a la
calle sabiendo que corren los mismos riesgos que ayer, que el dinero no les
alcanzará, que no habrá transporte público y que las angustias por la
alimentación y la salud seguirán ahí.
Porque es así como quiere
Maduro que te sientas: desesperanzado y a punto de claudicar.
Ésa es la razón por la cual montaron toda esta farsa y eso es lo que no podemos permitir.
Yo sé que nuestro pueblo es
noble, es fuerte y tiene el coraje para salir adelante, pero sería un irrespeto
desconocer que hoy sus fuerzas están mermadas y tienen una gran desconfianza.
El golpe que le han dado a nuestra gente ha sido enorme. La abstención debe
leerse como algo que va más allá de la disciplina política: es necesario que
empecemos a articular las respuestas de una manera contundente, entendiendo
estos resultados como la manifestación de una enorme decepción, pero también
como un peligroso caldo de cultivo para la antipolítica.
Si los líderes no lo
reconocemos, estaríamos dándole la espalda a lo que la gente nos está diciendo
a gritos y al sufrimiento que padecen quienes menos tienen.
En cada uno de los partidos
que componen la Unidad hemos sufrido las consecuencias de oponernos al
totalitarismo. Nos han inhabilitado. Nos han separado de compañeros
apresándolos, persiguiéndolos y obligándolos al exilio. Nos han dividido
planteando falsos dilemas. Y todo eso ha sido posible porque las acciones de la
dictadura van precisamente en esa dirección.
Tras la farsa del 20 de mayo,
el combate debe demostrar verdadera firmeza política. Ha llegado el momento de
volver a accionar juntos y es urgente. Ante un escenario como éste, debemos
tomar una posición clara que sirva para orientar a quienes, víctimas del
desespero, no vean otro futuro que la vida en esta crisis y oscuridad. Debemos
hacer valer el gesto político de quienes decidieron no salir a votar y de los
que sí fueron, ambos sectores buscaban expresar una posición frente a la crisis
y la desesperanza.
Desde hace semanas he estado
llamando a la revisión de la estrategia y acción de las fuerzas unitarias. Ha
sido incluso una reflexión personal. Mi llamado ha sido siempre con la
intención de someterlo a la consideración de quienes seguimos defendiendo y
acompañando a nuestra gente.
Se ha instalado un régimen
ilegítimo. Así lo han reconocido la opinión pública internacional, los Estados
democráticos más representativos de todo el planeta y, lo más importante,
nuestra gente. Y lo ha hecho en unas condiciones que ponen en evidencia el
bajísimo apoyo popular con que cuentan en Miraflores. Ha perdido, en sus
propios números adulterados, prácticamente dos millones de votos de su gente,
incluso atreviéndose a jugar con el hambre y la necesidad de las familias a las
que tienen secuestradas políticamente.
De modo que ha llegado la hora
de permitir que el concepto de Unidad que durante todo este tiempo ha servido
para aglutinar nuestros esfuerzos evolucione. Y evolucione de una vez por
todas. Porque ya no basta con comportarnos como una coalición de visiones
políticas. Ya eso no es suficiente.
Tenemos que lograr que nuestro
pueblo, oficialista o no, tome a las fuerzas democráticas como una vía posible
para salir de la crisis, para convertirnos en un gobierno preocupado por lo que
hoy viven. No hay otro modo de sacar a Venezuela de este infierno. Somos los
responsables de rescatar la dignidad, la libertad y la gobernabilidad en
nuestro país.
Esa confianza que tantas veces
han depositado en nosotros merece una respuesta del tamaño del compromiso que
hoy tenemos como líderes. Nuestros presos políticos merecen una respuesta del
tamaño de su sacrificio. Cada muerto merece que emprendamos el camino final a
la justicia. Cada persona que protesta merece nuestro acompañamiento. Cada
venezolano en el exilio o perseguido merece que construyamos sus caminos de
vuelta. Pero también lo merece cada funcionario que fue extorsionado y aun así
no apoyó al régimen, cada trabajador que hoy ve amenazado su derecho al trabajo
y a la salud y a la alimentación, cada persona que sufre las consecuencias de
los excesos de quienes malgobiernan el país.
Nos corresponde vencer a la
dictadura y eso comienza por hacerle entender a todo el pueblo venezolano y al
mundo entero que somos nosotros quienes vamos a levantar a Venezuela, y vamos a
lograr un nuevo gobierno que le dé repuesta a todos los venezolanos. Pero para lograrlo
debemos replantear nuestra lucha democrática y reconectar a los venezolanos con
la esperanza.
Eso sí: que no se confundan
mis afirmaciones en esta propuesta. Esta unidad a la que me refiero no consiste
solamente en recomponer la Mesa de la Unidad Democrática, sino en leer este
nuevo escenario que la política nos presenta con responsabilidad y con coraje.
Ante la confesión del fraude ejecutado por la dictadura, los invito a que
asumamos el compromiso de hacer que aquella idea de Unidad que nos aglutinó
hasta ahora evolucione y se convierta en Gobernabilidad. El llamado es a cada
una de las fuerzas cívicas y democráticas de Venezuela, para que este urgente
proceso de reunificación comience por donde debe comenzar.
Dejemos a un lado los
proyectos partidistas. De nada servirán mientras el totalitarismo ilegaliza
nuestros partidos e inhabilita nuestros liderazgos nacionales. Dediquemos cada
segundo posible a estructurar un Plan de Gobernabilidad Democrática que le
permita a cada madre, a cada estudiante, a cada trabajador y a cada familia
fracturada por el exilio imaginar cada una de las acciones que emprenderemos
para rescatar a Venezuela.
A mí me ha correspondido ser
candidato a la Presidencia de la República y pude serlo gracias al apoyo de
esas fuerzas de la Unidad y de la gente. Desde esa posición, he podido
comprobar como nadie que para reconectar al Pueblo con la esperanza, con la
voluntad democrática y con el compromiso político, es necesario hacerles saber
que podemos ser gobierno, que sabremos qué hacer apenas lleguemos al Poder y
que eso se parece a lo que cada venezolano está soñando conquistar.
Hoy les pido a ustedes,
compañeros de una lucha que tanto esfuerzo nos ha costado, que no dejemos que,
después de esta farsa, el Pueblo venezolano quede nuevamente a merced de
quienes han demostrado ser crueles, despiadados e inmorales.
Tenemos que reunificar la
lucha y darle sentido. Vamos a preparar a nuestra militancia, a nuestros
simpatizantes y a nosotros mismos para el momento en que seamos gobierno. Vamos
a demostrar nuestra capacidad para planificar y para gobernar con firmeza y con
justicia. Sólo así podremos recuperar nuestra fuerza y la esperanza de nuestra
gente.
Vamos a demostrarle al país
entero que estamos preparados para asumir la conducción del país apenas este
régimen se vaya. Porque eso es lo que ocurre: se resquebrajan, se caen porque
están fundados sobre fraudes, sobre mentiras, sobre presos y muertos que han
luchado por la justicia, esa justicia que siempre llega.
Por eso sé que volveremos a
luchar por nuestras libertades. Y ahí tenemos que estar todos, sin exclusiones,
respetándonos en la diversidad que siempre ha de existir. Pero también sé que
los motivos de esta lucha tienen que ir mucho más allá de lograr cambiar a
quienes ahora ocupan Miraflores.
Hacer política exige conocer
la historia y la historia demuestra que estos regímenes caen. Cayó el gobierno
militar de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela. Cayó Augusto Pinochet en Chile.
Cayó el régimen militar en Argentina. Los motivos de esta lucha deben conseguir
su eco en países hermanos que han sabido recuperar su democracia después de
entender que un país cansado y decepcionado de la política debe reunificarse en
torno a la posibilidad de imaginar juntos que ser gobierno es posible.
El parapeto de ayer no ha
legitimado de ninguna manera a Nicolás Maduro, solo puso en evidencia que su
respaldo cada vez es más escaso y que sigue dependiendo del miedo, del hambre,
de la violencia. Por eso hoy tenemos que ser más que una oposición: tenemos que
ser la opción de gobernabilidad que queda en Venezuela y que la inmensa mayoría
del país nos acompañe en esa dirección.
Yo sigo creyendo en los
mecanismos pacíficos y democráticos, también sé que después del 20 de mayo no
podemos perder tiempo esperando que aparezca un candidato para empezar a tomar
las decisiones que cambiarán el rumbo del país cuando este régimen tenga que
aceptar las reglas de la democracia.
Eso es algo que debemos
decidir juntos y que debemos hacer ahora. Ésa es mi propuesta y pongo mi
experiencia al servicio de conseguir la fuerza necesaria para cruzar el país
entero y devolvernos la esperanza. Tengamos el valor de liderar este difícil
momento.
No cometamos los mismos
errores del pasado. Es humano equivocarse y seguro en el camino habrán más
errores, pero también es de sabios rectificar y sobretodo cuando ya se tiene la
experiencia de lo vivido. Vayamos a cada rincón del país a difundir y defender
una propuesta común: un Plan de Gobernabilidad Democrática que, de manera
definitiva, le haga sentir al oficialismo que debe prepararse para abandonar el
Poder, porque nosotros estamos preparados para ejercerlo.
Hagamos que cada joven sienta
que el futuro que merece y que sueña está aquí, en su país. Hagamos que cada
madre sepa cuál es su papel en eso que convertiremos en realidad y entienda que
su familia estará segura porque esta nueva lucha valdrá la pena. Hagamos que
cada venezolano que tuvo que irse de su ciudad, de su barrio, de su trabajo,
sienta que forma parte de eso que pondremos en práctica cuando un gobierno
vuelva a estar al servicio del pueblo.
Como servidor, he recorrido
como pocos el mapa de Venezuela por completo. Y sé que nosotros podemos asumir
esa tarea. Oigamos a quienes nos exigen un compromiso por el rescate de nuestra
Patria. Y démosle una razón sólida y política a cada venezolano para dar la más
importante lucha: esa que los convertirá en gobierno.
Es necesario. Y es urgente.
Así que hagámoslo ya. No tenemos tiempo que perder.
Tenemos que convertirnos en
ese cambio que tanto hemos anhelado. El momento es ahora.
¡Qué Dios bendiga a nuestra
Venezuela por la que hoy más que nunca vale la pena seguir luchando!
21-05-18
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