Por Arnaldo Esté
La necesidad de organizarse.
Además de la unidad debe
lograrse una estrategia y un programa político básico y de inicio inmediato. A
la presión internacional, ahora en primer plano, debe agregarse una basta y
minuciosa organización que llegue a todos los niveles y lugares. Una
organización que deberá prefigurar los valores y funciones de una democracia
profunda. La dignidad como calidad de la persona, su respeto y reconocimiento,
la participación y, como ejercicio de esa dignidad, la solidaridad como recurso
de la cohesión y la construcción compartida, la diversidad como la posibilidad,
logro y necesidad de los que piensan, actúan y se realizan con otras maneras y
pensares.
El chavismo, que logró en sus
comienzos aglutinar a la gente subordinada por décadas a la petrofilia, se vio
en la necesidad de estabilizar sus fuerzas políticas y darle cierto instructivo
ideológico de comportamiento. Inventó así, y con fuerte ayuda de argumentadores
internacionales de oficio, el socialismo del siglo XXI. Un revoltijo no
coherente de enunciados del acervo marxista, con clisés, cada vez menos
significativos, de la jerga del confuso universo de las llamadas izquierdas y
derechas, pero que logró enamorar al idealismo igualitarista.
Pero eso no era suficiente.
Era necesario enriquecer la afinidad al mesías y a la petrofilia con una
maquinaria que garantizara el control de la sociedad para eventos previstos o
emergentes: elecciones, golpes de Estado, insurgencias, invasiones…
El gobierno, que resultó
sumamente torpe e ineficaz en el manejo de los recursos éticos, estructurales,
económicos y financieros, no lo fue en la organización de esa maquinaria.
Recurrió, con mucha habilidad, al uso, en escalas variadas de presión o
control, a todo tipo de instrumentos: imágenes mesiánicas, bandas armadas,
pandillas y grupos de fidelidad vecinal, coacciones, bonos y sobornos,
liderazgos de calle, folclore, asesinatos y prisiones… Aseguró, con descarada
sagacidad, el control horizontal y vertical de las ya menguadas instituciones:
Presidencia y ministerios, Fuerza Armada, Consejo Supremo Electoral, tribunales
y jueces, servicios de salud; acosó, y pretendió sin lograrlo, subordinar la
educación formal. Presionó y arrincono a buena parte de los medios de
comunicación.
Todo ello se afinó en una
entrenada y funcional maquinaria electoral que, con curiosas y oportunas
maquinillas, garantizo una zafra de votos que ha mediado los 6 millones. Ese es
el fraude.
arnaldoeste@gmail.com
26-05-18
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