Por Carolina Gómez-Ávila
El jueves pasado Francisco
Rodríguez, autor de la propuesta económica de Henri Falcón en la campaña que
concluyó el domingo pasado, hizo una declaración en tres
tuits al hilo que celebré públicamente. Las traigo para promover
algunas reflexiones desde mi aspiración ciudadana a tener mejores políticos.
“Aquellos que apoyamos la
candidatura presidencial de Henri Falcón debemos asumir ante el país la
responsabilidad por no haber logrado nuestro objetivo. No debemos buscar otros
culpables de nuestra derrota, ni entre los que nos adversaron ni entre los que
no nos acompañaron”.
Hastiada de politicastros que
ante la derrota hilvanan un discurso para convertir su desacierto en el descrédito
de otros, me entusiasmo cuando alguno invoca un valor y hace lo correcto a
partir de él. Eso inspirará al resto.
Responsabilizarse, hacerse
cargo o asumir las consecuencias de los propios actos es uno de los muchos
valores que el chavismo borró de la esfera pública. Con frecuencia lamentamos
esto porque sabemos que cuando se eleva el nivel del debate político se eleva
la moral y la cohesión de la nación
Además, me resulta interesante
la autoestima de Rodríguez. Ante el revés renuncia a culpar a otros. Me parece
que este es un hombre que sabe que victimizarse es ceder el control. Por lo que
ha dicho, presumo que continuará trabajando para conseguir sus metas sin
esperar que otros le ayuden. Diría que confía en sí mismo, que no tiene miedo
de revisar sus errores, corregirlos y perseverar. De esta clase de hombres sale
el que termina por lograrlo.
El panegírico tiene otro
objetivo: que sus colegas noten que el correcto proceder da rédito para que
cedan en el ruin afán de no aceptar sus faltas y encuentren utilidad al
honorable gesto de pedir perdón cuando corresponde.
“No logramos convencer a
suficientes venezolanos de nuestro postulado básico: que una avalancha de votos
podía vencer todas las trampas del gobierno. La reflexión y autocrítica son
necesarias para entender por qué se nos hizo tan difícil transmitir
convincentemente ese mensaje”.
Para ese debate habría que
admitir que votar no basta. La avalancha no es suficiente si no se cuenta con
maquinaria y si no se adelanta una campaña para educar en la defensa del propio
voto. En esa discusión deberán ventilar las consecuencias de sonsacar cuadros a
las otras toldas y de publicar que tenían los testigos que no tenían, para
llegar al meollo: “Solo, nadie puede”.
Especialmente si el candidato
produce dudas y sospechas por no avalar con algún tipo de garantías sus
ofertas, que requerían muestras de respeto a la institucionalidad.
Sugeriría que, tras un receso,
inventariaran el uso del racismo y resentimiento social en su discurso.
Discutan si será que ya no se deja colar como hace 20 años porque el pueblo
hambriento y enfermo podría haber dejado el deseo de revancha para después de
haber hecho la digestión. O quizás -este es mi deseo- ya estemos todos de
acuerdo en execrar esa forma inaceptable de violencia.
Los desaciertos de su equipo
de opinión no fueron pocos y, sobre las encuestas, quizás Rodríguez sea el
hombre que se atreva a proponer que se cumplan los estándares internacionales
que obligan a publicar quién contrató el sondeo. Un debate sobre el retiro de
los encuestadores como formadores de opinión pública, no vendría mal. Conversen
sobre si falso dilema entre votar y “la nada” les granjeó apoyos o más bien
radicalizó el rechazo. Igual sobre pasar de adular a increpar a Capriles, para
que se les sumara. Valdría la pena hablar sobre si la falta de reconocimiento
al resto de los partidos, tuvo un costo.
Quizás la propuesta de
dolarizar haya sido una combinación de desacierto y populismo. A la población
más depauperada puedo parecerle un tema abstracto y complicado y puede que el
resto no la haya aceptado porque entendió que ganar en dólares era el postre de
un menú el que la sopa no les iba a gustar, el guiso estaba crudo, la
guarnición era de yuca amarga y la ensalada estaba contaminada. En estas
circunstancias es natural desconfiar de un economista que no hable de severas
políticas fiscales y cifre su oferta en un solo aspecto macroeconómico.
Puede que convenga
interiorizar que en tiempos de internet no se puede construir un discurso -y
mucho menos, un liderazgo- desde afirmaciones superficiales y contando con la
ayuda del olvido. En las redes sociales es importante saber enfrentar la
perversión del anonimato y la ausencia de la democrática condición de “una
persona, una cuenta”. Un manual de buenas prácticas cerrará la puerta a
la antipolítica que se solaza en sus metidas de pata.
“A los que promovieron la no
participación el #20M: Ojalá terminen teniendo la razón. Ojalá la
deslegitimación de este proceso genere el punto de quiebre necesario para una
transición a la democracia. No quiero pensar en lo que puede ser de nuestro
país si se han equivocado.”
Que se muestre comprometido
con las consignas indica que se puede seguir haciendo política sin dejar de
hacer lo correcto. Además, al no dar por muertas las emociones con que
acompañaron la campaña, Rodríguez podrá afianzarse entre los suyos para liderar
la revisión interna. Ojalá que la bancada le acompañe. Ojalá que el tono
pasivo-agresivo se canalice en favor de un retorno a la coalición opositora. No
quiero pensar en lo que pueda ser de esos dirigentes si persisten en sus
miserias.
Con esta declaración creo que
Francisco Rodríguez ha entrado, finalmente, a la lucha por un liderazgo
político. Lo ha hecho mostrando más hidalguía que Eduardo Fernández, más visión
que Claudio Fermín y más compromiso con las propuestas de campaña que Henri
Falcón.
Aunque lo adverse puedo
diferenciar entre una propuesta mala y una mala práctica. Y esta declaración ha
sido una muy buena práctica que apoyo para educar a nuestros políticos. Se lo
agradezco.
26-05-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico