Luis Manuel Esculpi 29 de mayo de 2018
Confieso
que en el reciente debate en el campo de la oposición, me propuse
conscientemente evitar confrontar de manera beligerante con quienes diferían de
nuestra visión sobre ese proceso. El comportamiento se fundamentó en que en mi
opinión la polémica adquirió ribetes de excesivo apasionamiento – con pocas y
honrosas excepciones- donde privó el defender a como diera lugar las posiciones
que cada quien defendía, desoyendo las razones y argumentos de quienes opinaban
distinto.
Amigos
de mi más alta estima y consideración incurrieron en lo que considero una
conducta errónea, sobre todo quienes siempre favorecieron la unidad como un
requisito estratégico, luego se involucraron en la polémica olvidando la
necesidad del reencuentro imprescindible para continuar la lucha por el cambio.
Tal
situación se continuó planteado posteriormente, al responsabilizar a quienes
optaron por no participar en el proceso de la derrota. El argumento que se
esgrime para sustentar esa visión no se ajusta a la realidad, por el contrario
denota una gran separación del contexto sobre el cual nos corresponde actuar.
La simple suma aritmética de la cifra de los no participantes con la votación
del principal candidato opositor, no revela la situación existente en el
entorno social y político en el cual se desenvolvía el proceso convocado por la
constituyente.
Constituye
un error de cálculo suponer que la no concurrencia de cerca del setenta por
ciento de electores ( cifra del equipo técnico de la MUD) obedeció
exclusivamente al llamado de las principales organizaciones políticas
integrantes de la Mesa de la Unidad, ignora un hecho sumamente importante y
preocupante a la vez, un significativo sector de la sociedad no tiene hoy la
convicción del poder del voto como instrumento de cambio.
Si se
pretende analizar concienzudamente esa situación, además hay que contemplar la
migración de electores por la diáspora, la abstención crónica o recurrente y
los que si atendieron el llamado de los partidos de oposición. De tal manera
que también constituyó un error de cálculo imaginar que una presunta avalancha
de votantes podría derrotar a Maduro; si a las anteriores consideraciones
añadimos -una sumamente importante- la candidatura que lo enfrentaba no era la
resultante de una selección unitaria.
Resulta
sorprendente que a la hora de balancear los resultados, los representantes del
comando de la candidatura de Falcón ignoren datos de la realidad, y sea quien
quizás posea menor experiencia política, el economista Francisco Rodríguez
quien sostenga la posición más equilibrada al afirmar en su cuenta de tuiter:
“Aquellos que apoyamos la candidatura presidencial de Henry Falcón debemos
asumir ante el país la responsabilidad por no haber logrado nuestro objetivo.
No debemos buscar otros culpables de nuestra derrota, ni entre los que nos
adversaron ni entre los que nos acompañaron”.
Lamentablemente
esa justa apreciación pareciera no ser compartida por otros dirigentes que
ahora emplazan a quienes optaron por no participar a que definan la estrategia
a seguir, cuando ella debiera ser una tarea de todo el campo opositor. El
eventual triunfo de esa candidatura no tenía la primera opción, frente a un
resultado que no abrigaba sorpresa alguna, más allá del valor que reconocemos
en el discurso del candidato la noche del domingo veinte, también tenía
planteado el diseño de una ruta posterior a ese día.
Pregonar
la existencia de una nueva oposición no resuelve el problema, como en muchas
otras situaciones no basta con desearlo, más cuando nos necesitamos todos para enfrentar
la lucha social y política en las condiciones actuales, el discurso de Falcón
en lo esencial propició un espacio para el reencuentro y la recomposición
unitaria.
Se
cometería otro grave error si se desperdicia esa posibilidad.
Luis Manuel Esculpi
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