Por Edward Rodríguez
Ni el Gobierno ni
la oposición les están hablando hoy a los jóvenes. Una cosa es
ser líder joven y otra es hablarle a ese segmento tan importante y fundamental
de un país.
Si partimos de que no todos se
pueden ir y que muchos no van tener la opción de huir
de Venezuela, alguien va tener que hablarles urgentemente y conectar
con ellos para transmitirles esperanza y hacerles sentir que sí hay
oportunidades para ellos en la tierra que los vio nacer y crecer; que no todo
está perdido.
A propósito del teatro
electoral presidencial del próximo domingo 20 de mayo, no recuerdo haber visto
a alguno de los tres candidatos en un acto con jóvenes. En caso de
que haya ocurrido, me retracto.
¿Qué pasó en este Gobierno
cuando se habló de misiones, cuando se habló de universidades, de carreras de
medicina express, de bonos y regalos a los jóvenes? ¿En que quedaron todas esas
promesas de charlatanes, que fueron el tema del momento pero después hasta sus
promotores se olvidaron?.
El pasado sábado 12 de mayo
hice un recorrido, poco usual, por el Metro de Caracas; aquello daba pena:
estaba sucio, descuidado, saturado. El servicio es gratis.
Vi muchos jóvenes con la
mirada perdida y sin horizonte claro. Cuando llegué al Centro Comercial
Sambil, me sorprendió la presencia en las afueras del sitio de no menos de
300 jóvenes de las barriadas caraqueñas, con edades comprendidas entre los 15 y
18 años; funcionarios de seguridad con perros de ataque, les
restringían el acceso. A los pocos minutos la policía los ahuyentó de
manera visceral.
Impactado por tal escena,
abordé a varios de esos muchachos; les pregunté ¿qué habían hecho, porqué los
echaban de esa manera? ¿Desde cuándo se reunían? ¿Cómo se comunicaban y cuál
era el fin? La respuesta a estas y otras interrogantes fue la siguiente: “desde
hace siete años lo hacemos, nos comunicamos por Facebook, venimos de
Antímano, Caricuao, Guarenas, La Vega, El Valle y San Martín (sectores pobres
de la capital de Venezuela), nos reunimos para conversar, para levantarnos
(enamorar) chicas, competir con la patineta o ver quién viste mejor. Nos
citamos en los espacios exteriores del centro comercial”.
Esos jóvenes que se reúnen
para hacer cosas de jóvenes, propias de la edad, que no representan ningún
peligro para nadie, fueron echados como delincuentes, maltratados.
Como una manada, arrancaron y emprendieron su camino por las peligrosas calles
de Caracas sin rumbo determinado. Fue precisamente ver eso y haber conversado con
esos muchachos, lo que me motivó a escribir sobre ellos.
Por eso digo que si no se
piensa en ellos, que si no se piensa en espacios para ellos, vamos a tener
jóvenes sin talento, sin oportunidades y con un
profundo resentimiento; y es precisamente esto último lo que más le
conviene al régimen.
La lucha política del año 2007
tras el cierre de RCTV, nos dio jóvenes aguerridos de ambos bandos (oposición y
oficialismo) que se convirtieron en políticos que han asumido cargos
importantes en su momento; unos están exiliados, otros
son perseguidos, algunos están presos y otros que han muerto en
las calles en la lucha por Venezuela; esto es importante reconocerlo, igual que
a los jóvenes del 2014 y 2017 cuando pensábamos que ya todos se habían ido, nos
demostraron que sí quedaban.
Ahora siento que ese
germinador de jóvenes sigue, quizás de un estrato social mucho más bajo, que no
tiene en sus bolsillos ni para una hamburguesa y que cada vez tiene
menos oportunidades.
La esperanza de un país está
en su juventud, en su gente, en sus oportunidades, no todos se pueden ir, pero
la gran mayoría sí se va quedar, hay que voltear la mirada hacia esos muchachos
que quieren un futuro, pero indudablemente con Nicolás Maduro al frente no
pasarán de una estación del metro.
“Al pasajero se le conoce por
la maleta”, decía mi papá, ya sabemos de qué está compuesto el Gobierno y qué
tienen en la cabeza.
15-05-18
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