José Luis Farías 04 de junio de 2018
@fariasjoseluis
Corto y Picante:
El
pranato rojo atraviesa su peor momento, su final luce irreversible y pronto.
Las dos principales fuentes de poder en Venezuela, el petróleo y la Fuerza
Armada Nacional, han entrado en un descalabro del cual no hay señales de que
puedan salir sin un necesario cambio de gobierno y de sistema. El desmadre en
ambos sectores es inocultable. El régimen es insalvable, ni siquiera les
serviría un escenario de “Estado fallido” con el cual pudieran buscar recursos
en el mundo del narcotráfico y de otras actividades delictivas, ya no para
amasar fortunas personales, como hasta ahora, sino para su sostenimiento como
régimen. La acción internacional se lo impediría.
La
crisis económica, fruto principalmente de la destrucción de la industria
petrolera venezolana y el saqueo de los dineros públicos, alcanza ribetes
inimaginables. Aunque según el juicio de los expertos lo peor todavía está por
llegar. La caída de la producción petrolera, la hiperinflación y el default se
combinan mortalmente para acentuar el hambre y la crisis de los servicios
públicos con su correlato de muerte y tragedia social.
Ya
suman más de cien la cantidad de barcos petroleros represados en nuestras
costas producto de las demandas internacionales que reclaman pagos, al tiempo
que los depósitos petroleros están desbordando su capacidad. Esto representa
una pérdida de más de 70 millones de dólares diarios y el peligro de una pronta
paralización de gran parte de la producción con el riesgo de sus implicaciones
técnicas sobre los pozos petroleros para ser reactivados nuevamente.
El
mundo militar, por su parte, atraviesa la peor de sus crisis en toda su
historia desde su nacimiento en 1910 como cuerpo profesional. A las solicitudes
de baja, las deserciones, las desviaciones hacia actividades ilícitas producto
de la crisis y los continuos rumores de alzamientos, la respuesta del régimen
es la represión desmedida y desesperada creyendo que con eso va a resolver el
peliagudo problema.
La
detención de casi dos centenares de oficiales, las torturas a las cuales han
sido sometidos muchos de ellos y las amenazas a familiares, han complicado más
la situación. El problema militar se ha convertido en un terreno movedizo donde
el régimen se hunde cada vez más. Esta torpe actitud represiva ha producido un
cuadro de desasosiego e indignación que progresivamente deriva hacia posiciones
de resistencia y de clara rebeldía incontrolables frente a esos abusos y
atropellos. Los episodios ruedan por todas partes.
Mientras
tanto, la dirigencia política opositora pareciera estar como los músicos del
Titanic y sigue tocando al son de los intereses personales sin percatarse de
que el régimen se hunde frente a sus ojos y junto con ella. Negándose a dar el
paso para resolver cuanto antes el asunto de la Unidad como plataforma política
indispensable para el cambio, además de definir la estrategia política a seguir
que no es otra que presionar sin tapujos la salida del usurpador.
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
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