Por Fernando Pereira
“Profesor, ¿vio el video? Como si fuera poco
lo que estamos viviendo con nuestros muchachos ahora nos viene ese
bendito jueguito”
Es el comentario que me hizo
la coordinadora de bachillerato de un centro educativo. Ciertamente,
un video se hizo viral crispando los nervios
de familias y docentes que trabajan con adolescentes.
Desde Cecodap nos
dimos a la tarea de corroborar si el video que circulaba era actual y si
correspondía a un centro educativo de nuestro país. Pudimos constatar que había
sido realizado en un centro educativo del municipio San Diego,
Carabobo, y que ya las autoridades del sistema de protección se habían activado
y estaban actuando en ese caso específico.
Las redes
sociales jugaron un papel clave para que nos enteráramos de lo que sucede;
pero cuántos otros casos existen. Es determinante informarnos para actuar
adecuadamente.
¿En qué consiste?
En
el estrangulamiento al que es sometido el niño, adolescente
o joven por otro compañero, con varios métodos, que impide
la respiración por lo que el oxígeno no llega al cerebro y
se produce el desmayo de la persona. De ahí viene el nombre
de chooking game en inglés, entre otras denominaciones dado que se ha
practicado en diferentes países.
¿Por qué lo realizan?
Los involucrados plantean
una sensación excitante, de alucinamiento, reto, fluir
adrenalina, de atreverse a hacer lo que otros no. No hay que ser
un profesional de la salud para entender las consecuencias de que el
flujo de sangre y oxígeno no lleguen al cerebro: Daño a las células
del cerebro, pérdida de memoria, dificultades para concentración,
convulsiones, desmayo, daño cerebral e incluso la muerte. Todo depende del
tiempo de privación de oxígeno y de las condiciones de salud de la persona.
Existe literatura
en Internet sobre este fenómeno e invitan a los padres a mantenerse
al tanto de las señales del juego en quienes lo practican: Marcas en el
cuello, ocultarse el cuello con la vestimenta, cambios de personalidad como
agitación, ojos ensangrentados u otros signos visibles de estrés ocular.
A pesar de que la adolescencia
es un período caracterizado por retar al adulto, las normas, pensar que lo malo
“le sucede a otros y no a mí”, no todos los adolescentes se someten a ese tipo
de prácticas
. Juega un papel muy
importante aquellos que le dan mucho peso a la presión del grupo, que no pueden
decir que no; quienes tienen un perfil de transgredir la norma, de
“caminar sobre el filo de la cornisa”
¿Qué hacer entonces?
Algunos adultos piensan que es
mejor no hablar sobre “este juego” pues es una forma de “darle idea a los
muchachos” y difundirlo. La psicóloga María Elena Liebster de
la Asociación Afecto Venezuela sostiene: “Habla con tus hijos para
asegurarte que entiendan los peligros del “juego”… Una forma de
hablar con los jóvenes es ver el video en compañía de adultos, para
así reflexionar y orientar. La idea no es regañar o como dicen algunos
padres ‘cuidadito y me entero que lo estás jugando’, lo importante es conversar”
“No es cuestión de alarmarse
como papá y hacerse reproductor automático de los videos que se hicieron
virales, sino saber qué haremos como papás con ese contenido. Hay que
hablar del tema de forma que ellos comenten sus puntos de vista. Por ejemplo,
cuando hablaba con mis hijos me decían: Pero mamá ufff hace días que ya eso lo
habíamos visto por Instagram. Es importante charlar con ellos sobre
los riesgos que puede ocasionar la práctica de este tipo de conducta
(porque para mí no es un juego ni en lo físico ni en lo emocional”
comenta Nathi Sanguino, una mamá ocupada por la educación y
protección de los estudiantes en el municipio San Diego, Carabobo.
Óscar Misle llama la
atención sobre un contexto país en el que la violencia se ha naturalizado y que
priva a los adolescentes de incentivos y oportunidades, y constituye un “caldo
de cultivo” para este tipo de prácticas.
Debemos con nuestros adolescentes problematizar el hecho de que todo adolescente mayor de 14 años de edad tiene responsabilidad penal por los daños que pueda causar con o sin intención.
La prioridad debe ser que en
cada familia nuestros muchachos tengan motivos para jugar a la vida y no
necesiten jugar a la muerte.
14-06-18
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