Por Maritza Izaguirre
Semana a semana tropezamos con
la dura realidad del fenómeno hiperinflacionario; el presupuesto familiar
ajustado obligatoriamente a ingresos disminuidos en su poder adquisitivo por la
devaluación acelerada de nuestro signo monetario, obliga a comprar cada semana
menos bienes a un mayor precio. La experiencia recoge que en las últimas dos
semanas los precios se han más que duplicado.
Es decir, que nos vemos
obligados a disminuir las cantidades y eliminar todo lo que no sea de primera
necesidad, con el fin de mantener la reducida dieta familiar. Ello implica que
solo logramos adquirir lo indispensable, disminuir lo gastado en alimentos y
poder satisfacer necesidades relacionadas con los artículos de limpieza y otros
elementos requeridos para cumplir con las tareas rutinarias en el mantenimiento
de la casa.
Todo lo anterior, con el
objeto de preservar algunos recursos adicionales que se necesitan para la
compra de medicinas, solucionar problemas rutinarios tales como la compra de
bombillos, cancelar la copia de una llave, reparar un artefacto afectado por
los cortes eléctricos o corregir los problemas asociados a los equipos de
bombeo del agua del tanque a las tuberías, resultado, entre otros, del uso
recurrente del sistema, ante los cortes obligados del agua responsabilidad de
las autoridades. Ello implica llamar a las empresas privadas, especializadas en
el ramo, que hoy calculan los servicios al precio del innombrable.
Todo lo anterior obliga a la
utilización cada vez más frecuente del crédito y de los ahorros, lo que implica
la disminución de los recursos destinados a cubrir las emergencias,
especialmente aquellas relacionadas con las contingencias médico-asistenciales,
dado que la cobertura de los seguros se ha reducido sustancialmente ante la
inflación.
Ello lleva a la búsqueda de
ingresos extras, lo que conduce a multiplicar las jornadas, desempeñando tareas
extraordinarias que permiten incrementar, al menos parcialmente, los ingresos
para satisfacer las necesidades básicas del núcleo familiar. En especial todo
lo relacionado con niños y adolescentes, para permitir la cobertura parcial de
los gastos asociados al desempeño escolar, tales como uniformes, libros,
cuadernos y otros elementos requeridos para avanzar en la adquisición de los
conocimientos básicos para su desempeño intelectual, claves para su éxito
futuro, cuando les tocará competir en una sociedad global.
De allí la angustia compartida
acerca del porvenir que nos espera ante la falta de decisiones por parte del
Poder Ejecutivo para enfrentar el problema. La hiperinflación arruina y conduce
a decisiones, tales como la salida masiva de nuestros compatriotas buscando
nuevos horizontes, muchos de ellos en países que enfrentaron con coraje y
voluntad años atrás las causas del fenómeno al asumir con responsabilidad un
programa de ajuste destinado a corregir la situación.
Por lo tanto, no hay tiempo
que perder: el enemigo a vencer es la hiperinflación, fenómeno que se puede
controlar si se toman las medidas adecuadas, tales como lo han demostrado
países amigos.
12-06-18
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