Por Roberto Patiño
Se escuchan mucho las
expresiones que afirman que “la gente está desanimada” o “el pueblo no
reacciona”, en medio de la brutal crisis que estamos viviendo. Es cierto que
existe una desmovilización de las personas (sobre todo si lo comparamos con las
masivas protestas de 2017) o que puede palparse el desánimo frente a la
terrible situación que azota al país. Pero estas expresiones que hemos recogido
solo se corresponden con una lectura parcial de nuestra realidad.
Es igualmente cierto que,
todos los días, la mayoría de los venezolanos sale a la calle y enfrenta las
enormes dificultades de la crisis luchando no solo por su propia supervivencia,
sino por la de sus familiares y allegados. Lo hacen, además, sin sucumbir a los
antivalores (exacerbados por el régimen) de la exclusión, el clientelismo y la
imposición violenta, sino a partir del trabajo, la solidaridad y el
reconocimiento del otro. Personas como Yasiri, madre de dos niños, participante
de Alimenta la Solidaridad en Las Casitas de la Vega, que además de llevar la
cantina del colegio en el que trabaja, gestiona el comedor de Alimenta junto
con otras madres y realiza labores de liderazgo social en su comunidad, en
jornadas que comienzan a las 4:00 de mañana y terminan luego de las 10:00 de la
noche.
La desmovilización de las
personas tampoco puede evaluarse con criterios preconcebidos. En el territorio
venezolano todos los días se producen cientos de protestas y manifestaciones,
como las de profesionales de la salud o del transporte, las de comunidades
privadas de servicios básicos de luz, agua o gas, o la de profesores y
estudiantes universitarios. Todos exigen la solución de sus problemas y el
cambio del modelo y políticas gubernamentales que promueven y profundizan la
crisis.
Las expresiones de
descontento y protesta del pueblo, del conjunto de venezolanos pertenecientes a
todos los sectores sociales del país, se producen también en formas novedosas y
no convencionales. La masiva determinación popular de no avalar el proceso
fraudulento de legitimación del régimen, sucedida el 20 de mayo, es una buena
muestra de ello.
En mi experiencia personal
vivo todos los días las expresiones y logros de la lucha de la gente por
superar las dificultades y generar un cambio en su realidad. Alba Páez,
profesora de preescolar, abre su casa en Monserrat, Carapita, para las
actividades de Alimenta de su zona, en las que participa en apoyo a los niños
de su sector. Este tipo de vinculación activa no solo sucede en las comunidades
en las que se implementa el programa, sino que también se extiende a los
aliados que se suman al plan y en la reproducción de este en otros puntos de la
ciudad y el país. Se han abierto comedores bajo el mismo modelo de
empoderamiento, autogestión y convivencia activa en los Altos Mirandinos y en
Puerto La Cruz, por ejemplo. Chefs como Francisco Abenante han participado
impartiendo a madres del programa talleres de emprendimiento y profesionalización.
Nuestro caso es solo uno de
muchos que se suceden en distintos ámbitos de Venezuela: agrupaciones
ciudadanas y vecinales que se están organizando en comunidades y
urbanizaciones, gremios profesionales como los de médicos y enfermeras que están
protestando y proponiendo planes de emergencia para la crisis de su sector, ONG
de derechos humanos, organizaciones religiosas, gremios académicos y
estudiantiles, que desde sus espacios y a partir de sus competencias
particulares trabajan y participan en la lucha contra la brutal crisis y en el
alivio de las actuales condiciones de colapso y caos.
Es necesario reconocer a las
personas y sus esfuerzos para acometer la ya inaplazable renovación del
quehacer político en el país, integrándolas en su condición de actores
políticos activos y protagónicos. Una renovación que articule estas diversas
expresiones y cohesione el efecto del cambio que producen, pero que en la
actualidad se sucede de manera atomizada, limitando su efectividad y fuerza.
Para la dirigencia política
implica abrirse a un liderazgo plural y compartido con los demás sectores
sociales. Para las personas, significa el reconocerse como factores políticos
determinantes y asumir las responsabilidades de lo que esto significa. Asumir
el quehacer político no como la búsqueda de poder absoluto o la defensa de
espacios y privilegios particulares, sino como la generación de acuerdos y
alianzas de toda la sociedad para producir soluciones a los problemas que la
afectan y generar las condiciones para su desarrollo y bienestar.
La superación de la actual
crisis y del régimen que la fomenta y promueve necesitará de la articulación y
participación de todos los venezolanos para ser posible. Articulación y
participación que deberá robustecerse y continuar en el proceso de rescate
democrático del país. Sí existe esperanza para Venezuela y los venezolanos y
debemos asumir la responsabilidad, entre todos, de construirla y
materializarla.
robertopatino.com
04-06-18
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