Por Fernando Mires
Todavía no es un plan, ni
siquiera un proyecto. Preferible, por ahora, llamarla solo propuesta. Una
propuesta constructiva, ausente de declamaciones retóricas, gestos simbólicos y
frases para el mármol que no sirven para nada.
La propuesta del presidente
ecuatoriano Lenín Moreno –a quien nadie podría acusar de pertenecer a la
extrema derecha– parte del principio de realidad. Venezuela se encuentra sumida
en una profunda crisis económica, política e incluso moral. Esa crisis ha sido
inducida por un régimen cuyo único objetivo es perpetuarse en el poder, sin
legitimidad y escasa legalidad, una degeneración de lo que fue originariamente
el chavismo de Chávez a quien incluso sus detractores jamás negaron su
legitimidad de origen, su indiscutible apoyo popular y un liderazgo ejercido
más allá de las fronteras. De eso hoy no queda nada. Hoy el tema
predominante es como salir de la profunda crisis del modo más democrático y
pacífico posible, usando las armas de la política y no la política de las
armas. Ese es el nudo de la propuesta de Lenín Moreno.
La propuesta de Lenín Moreno
dice: “El último proceso electoral, con la denuncia de ‘puntos rojos’, de falta
de observación internacional, de escasa participación y ausencia de garantías
para la oposición, nos llama a proponer una salida democrática a la crisis que
vive Venezuela”. En ese punto Moreno recoge y hace suya la denuncia de la
MUD y/o Frente Amplio y la impugnación que impulsa internacionalmente quien
fuera único candidato opositor, Henri Falcón.
La propuesta de Lenín Moreno
no es una ocurrencia de última hora. Ha sido discutida con gobernantes de
países que se abstuvieron o votaron en contra del régimen venezolano en la OEA.
Incluso, durante las discusiones que tuvieron lugar en la OEA, Moreno
conversó telefónicamente sobre ese mismo tema con el vicepresidente
norteamericano Michael Pence. El próximo viaje de Pence a América Latina será a
Brasil y –eso es muy importante– a Ecuador.
La propuesta de Lenín Moreno
parte de la idea de que la acción internacional solo puede ser fructífera sobre
la base del principio de soberanía popular ejercida por la ciudadanía
venezolana, elevada a la calidad de primer actor político. La alternativa
que ofrece contiene una vía doble. Al régimen le ofrece la posibilidad de su
legitimación a través de los votos. A la oposición le ofrece la posibilidad de
reinsertarse en la ruta electoral, la única que conoce, la única en la que sabe
transitar y la única en donde puede ganar. Es por eso que la propuesta de
Moreno ha sido saludada como positiva por personas que hasta ayer se
encontraban en frentes opuestos dentro de la oposición. Así, según Julio
Borges: “Ecuador dice que como solución propone una especie de referendo con
todas las garantías internacionales para que los venezolanos decidamos si
queremos hacer nuevas elecciones o no. A mí me parece que es una posición
válida y que incluso la Asamblea Nacional podría promover esta propuesta
(Diario El Comercio, Perú) Y según Henri Falcón: “La propuesta de Ecuador
ofrece una ruta democrática para el cambio político; abre la oportunidad de
demostrar al mundo que, a través de un proceso que cumpla con las exigencias,
entre ellas la observación internacional, que el pueblo no quiere a Maduro”
(Twitter, 6.06) La coincidencia entre ambas opiniones es total.
La propuesta de Lenín Moreno
está en condiciones de reunificar a la oposición en torno a la vía elegida por
la propia MUD: pacífica, electoral, democrática y electoral. Fuera de esa vía
nunca podrá haber unidad. Pues la unidad por la unidad no existe. O es
gubernamental, o es militar, o es electoral. Sin participación electoral,
masiva y conjunta, nunca habrá unidad. Por esa misma razón, la unidad nunca
podrá ser total. Siempre habrá grupos extremistas opuestos a todo diálogo, a
toda elección, a toda vía democrática. No habrá, por consiguiente, plena unidad
sin pasar por procesos de ruptura con ellos. Y con eso hay que contar.
La propuesta de Lenín
Moreno, al ser planteada tanto al régimen como a la oposición, es también
una propuesta de diálogo. Eso significa que temas como el del sujeto arbitral,
el del sujeto convocador, el de la observación internacional, y muchos otros
que llevaron al fracaso de Santo Domingo, deberán ser reactualizados por ambas
partes.
La propuesta de Lenín Moreno
peligra mucho más por el lado del régimen que por el lado de la
oposición. El riesgo de que el evento plebiscitario no tenga lugar es por
cierto muy grande. Pero, aún así, debe ser considerado por la oposición no solo
como un medio sino como un fin en sí: Un fin que puede llevar a la
reunificación opositora, un fin que podrá suturar el quiebre de la vía
electoral, un fin que reactiva la lucha política en todas sus dimensiones, y no
por último, un fin que hace aparecer un sujeto y un interlocutor a los países
democráticos agrupados en la OEA: Una ciudadanía políticamente organizada. Pues
si países como el mismo Ecuador se abstuvieron, no fue por simpatías a Maduro,
sino por la ausencia de una entidad opositora masiva y actuante con la cual
conectar.
La propuesta de Lenín Moreno
es, por lo demás, la única propuesta existente y real que conocemos hasta
el momento. Está sin duda sujeta a modificaciones y revisiones. Pero ofrece una
salida, tanto a un régimen que lleva a su país al abismo, tanto a una población
que, unificada, puede convertirse en pueblo y, mediante el ejercicio del voto,
en ciudadanía política.
07-06-18
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