Por Fernando Pereira
Adriano, Mariana, Manuel
Alejandro y Carla son los nombres de cuatro niños que debieron
enfrentar la separación de algunos de sus seres queridos, en
medio del proceso migratorio que ha debido enfrentar una importante
cantidad de familias venezolanas.
“Se fueron por cómo está
el país. Bueno, mi tía se fue por la situación. Mi tío se fue con el mismo
trabajo, pero en Chile. Mi papá no sé por qué se fue”, contó Adriano,
de 8 años de edad.
Adriano tiene dos años que no ve a su padre. Su tío, quien se convirtió para él en su figura paterna, también emigró, al igual que su tía. Mientras tanto, juega en la categoría sub-10 de fútbol y sueña con el día en que participará en un mundial con la Vinotinto.
Las despedidas generan
una forma de duelo.
Las despedidas generan
una forma de duelo. Y los niños son los que menos recursos tienen
para enfrentarlas. Usualmente, se enteran tarde. Usualmente, deben asimilarlo
cuando están en proceso.
En la larga lista de
preparativos previos al cambio de residencia, informarles, prepararlos,
suele ser de esas tareas que se hacen tarde y sin asesoría.
“Cuando Juan no
está me gusta jugar solita. Pienso en mi hermanito… Cuando el sol brilla más,
yo siento que está mi hermanito”, relató Carla, de 4 años de edad.
Juan se fue de vacaciones con su mamá. Mariana, su hermanita por parte de papá, lo esperaba de regreso en unas semanas. Pero no fue así. Sin que hubiera una despedida, ese vínculo quedó convertido en vacío y nostalgia.
“No, no tengo nada que me
recuerde a ella”, dijo Manuel Alejandro, un pequeño de 5 años de edad.
Tenía poco más de 2 años cuando su mamá emigró a España. Sus dos hijos
mayores se quedaron con la abuela, y Manuel, el más pequeño, se quedó con su
papá. En casa, y en su memoria, es poco lo que queda de ella.
Los adultos buscan resolver
las necesidades de los niños. Las necesidades materiales, porque de todo cuanto
va quedando con las despedidas y las rupturas de su mundo cotidiano,
nadie parece detenerse a pensar.
Pero cuando la vida es tan
joven siempre se llena de esperanzas. Esperar es una forma de creer.
“Un día mi amiguita dijo que
su papá se fue a Perú y mi papá se fue a Ecuador. Entonces mi amiga lloró y yo
también. Porque ella extraña a su papá y yo extraño a mi papá. Me gusta este
dibujo, porque yo extraño a mi papá y él me extraña a mí. Lo pinté sin salirme
de la línea”, contó Carla, de 7 años de edad. Su papá se fue a Ecuador con la
promesa de que, en poco tiempo, la llevará consigo. Hija de padres divorciados,
Carla cuenta los meses para que eso ocurra.
Niñez dejada atrás
Es un micro site desarrollado por La Vida de Nos en alianza con Cecodap que busca mostrar el duelo, usualmente invisible para los adultos, que suponen para los niños estos procesos.
Bajo la coordinación editorial de Héctor Torres y Albor Rodríguez y los textos y acompañamiento a los niños de Martha Viaña, Linsabel Noguera, Johanna Osorio y Carmen Victoria Inojosa se ha gestado este espacio que no podemos hacer más sino recomendar la lectura completa del testimonio de esos cuatro niños. Porque en este país todos conocemos a muchos Adrianos, Marianas, Manuel Alejandros, Carlas. A todos ellos nuestro homenaje.
07-06-18
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