Simón García 15 de junio de 2018
@garciasim
El
sacerdote jesuita Luis Ugalde, ha expuesto su visión sobre una estrategia para
la oposición en su artículo La enfermedad,
el remedio y la ruta. Ugalde es el intelectual más influyente en el
Frente Amplio y en los círculos dirigentes que manejan la MUD. Su trayectoria y una condición en la que
concurre su inteligencia como académico y su valor como hombre de fe, lo han
convertido en figura antipoder, aunque algunas de sus opiniones carezcan de
consenso.
Las
propuestas del padre Ugalde pueden resumirse en las siguientes: 1. La
consolidación de una Gran Unidad Nacional que incluya a todos los que consideran
ilegítimo a Maduro, 2. La necesidad de afrontar urgentemente la crisis humana,
económica y social, 3. Descartar la participación en procesos electorales, 4.
Lograr la renuncia de Maduro a través de una negociación, 5. Creación de un
nuevo gobierno, al que una vez denomina Gobierno de transición y otra Junta de
Gobierno civil con participación militar, 6. Un conjunto de objetivos y logros
que debe cumplir el nuevo gobierno, 7. La definición de los actores: pueblo organizado, factores internacionales,
liderazgo nacional unido y Fuerzas Armadas.
La
invitación del padre a la reflexión y a la acción, formulada con una urgencia
que puede empalmarse a precipitación e inmediatismo, exige desmenuzar varias de
sus propuestas para ver cual es el queso en la tostada. Su ruta está delineada
sobre un mapa que proviene de una de las dos concepciones que guían,
diferencian y enfrentan a la oposición.
Es una
opción a considerar críticamente, sopesando sus elementos con la visión que
sustentan otras referencias opositoras, apreciando sus fortalezas, determinando
sus efectos indeseables e intentando acordar el cese del trato agresivo y la
enemistad que enceguece a parcelas extremistas en ambas concepciones y que
están creando una ruptura emocional y una fractura que puede resultar fatal.
Es
polémico el planteamiento del padre Ugalde que rechaza la participación en todo
evento electoral convocado bajo condiciones autoritarias. Eleva el
abstencionismo a la exclusión absoluta de la disputa por espacios
institucionales o del uso de medios que son participativos para la
movilización, organización y fomento de conciencia cívica, al margen del
régimen.
Es
cierto que la participación en elecciones puede ser objeto de una operación de
absorción y manipulación por parte del régimen, pero también lo es que la
inercia de la abstención es una esterilización cívica que afecta los
fundamentos de la cultura democrática y reporta mayores dividendos a la
continuidad del poder autoritario. Las experiencias, a la vista de todos,
indican que el riesgo mayor es que la oposición deje de dar combates a la
dictadura por la fantasiosa ensoñación que le pide seguir voluntariamente
reglas democráticas. Si es así, el círculo vicioso está soldado.
La
política del todo o nada, la que llama a derrocar y no derrotar, la que
pretende una transición para aniquilar al otro, la que alimenta posiciones
ofensivas en una oposición debilitada está empañando la ruta. Apostemos por ese
debate, no para ganarlo, sino para examinar juntos cómo aumentar la capacidad de
presión interna y la eficacia de una oposición que se empecina en su
despeñadero.
Simón García
@garciasim
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