EFE 12 de junio de 2018
Ante el colapso del sistema de transporte
los venezolanos de han visto obligados a subir a las "perreras",
camiones de carga sin los mínimos de seguridad utilizados para la movilización
de pasajeros
En
Venezuela han visto en los últimos cinco años el descalabro de su sistema de
transporte, afectado por el encarecimiento y escasez de repuestos, así como por
la falta de inversión por parte del Estado, cuyas líneas se han visto
sobrepasadas.
Esta
crisis obliga a cientos de usuarios a efectuar largas caminatas o a subir en
las llamadas "perreras", que están tomando el relevo ante la escasez
de autobuses.
La
escena se repite cada día en casi todas las ciudades de Venezuela desde finales
del año pasado, cuando el país entró en hiperinflación y se agudizó la crisis
económica, que se traduce en una severa pérdida del poder de compra, escasez de
bienes básicos y medicinas así como de autopartes, el talón de aquiles del
sector transporte.
"Lo
más difícil es volver a casa, hay más gente que autobuses, también he faltado
al trabajo porque espero durante horas en cola y no llegan", dijo a Efe
Luisa Peña, una empleada bancaria de 27 años, en una abarrotada parada de
colectivos de La Yaguara, en el oeste de Caracas.
Peña
reside en El Junquito, una barriada popular que serpentea una montaña que
colinda con los estados Vargas y Aragua y en la que las direcciones se explican
acompañadas de un número, según cuántos kilómetros haya que subir la empinada
cuesta.
Después
de horas de esperar el transporte, decidió subir a una "perrera", un
camión de carga sin los mínimos de seguridad para la movilización de pasajeros,
que pertenecía a la Alcaldía de Caracas, que controla el chavismo gobernante.
Casi
medio centenar de personas, apretujadas unas contra otras, subió a ella a un
camión que no tenía puertas en la zona de carga.
Cerca,
otro grupo de personas decide hacer autostop, temerosos de subir a un camión
sin puertas que debe reptar una montaña.
"Todos
los días es lo mismo, es el caos", dijo a Efe Jesús García, un empleado
gubernamental de 59 años que vive en el Barrio Páez, o "en el 11",
por el número de kilómetros que debe internarse en la montaña.
García
añadió que no siempre consigue un aventón, pero que en esos casos prefiere
esperar por el bus, aunque llegue muy tarde a casa.
"Porque
tomar un taxi es imposible, los salarios no dan (para costearlo)",
aseguró.
En
Venezuela, el país con las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo,
el salario mínimo integral por mes, mismo que devenga García, supera por poco
los 2.5 millones de bolívares -casi 32 dólares a la tasa de cambio oficial-,
mientras que un servicio de taxi puede costar hasta dos veces esa cifra, de
acuerdo al trayecto.
En
otro punto del oeste caraqueño, en La Hoyada, las "perreras"
estatales y conducidas por particulares también pueden verse, aunque el proceso
para abordarlas está más organizado.
La mayoría
de las rutas del oeste capitalino, incluida La Hoyada, estaban cubiertas por la
empresa Colectivos del Norte, una línea que contaba con 80 unidades, número que
se redujo a solo dos por la falta de repuestos.
El
garaje de la empresa está repleto de vetustas unidades Mercedes Benz, cuyos
repuestos llegaban directamente desde Alemania en barcos.
Los autobuses
de Colectivos del Norte abandonaron las líneas de producción hace 46 años, pero
al menos un tercio de los que están dañados podrían volver al trabajo si
hubiera repuestos.
"Queremos
trabajar, llevar el sustento a la casa ¿Quién no? Tenemos fe de que esto pueda
cambiar", dijo a Efe Luis Bolaños, de 45 años, y administrador de la
compañía.
Bolaños
sabe que la estabilidad laboral de los que aún trabajan en la empresa pende de
un hilo, al tiempo que reconoce que la actualización de la flota debió darse
años atrás.
"Pero
el costo del pasaje siempre estaba regulado, las ganancias de la empresa eran
mínimas", explicó.
De
acuerdo con el Comando Intergremial de Transporte, al menos el 90 % las 300.000
unidades que cubrían las diversas rutas del país están en "paro
técnico" debido a los elevados costos de algunos repuestos y a la falta de
otros.
"Un
caucho puede llegar a costar fácilmente 1.000 millones de bolívares (12.500
dólares a la tasa de cambio oficial) y el (servicio) carro no los
produce", dijo a Efe José Luis Trocel, secretario del ente que agrupa a
los transportistas.
Para
Trocel, el transporte público venezolano llegó al "colapso total" por
causa del déficit de unidades, un fenómeno que inició en 2015 y que en los
últimos meses alcanzó niveles críticos.
"Hay
un caos", dijo categórico.
El
presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha dicho en los últimos días que el
sistema de transporte del país está siendo saboteado, y que algunas unidades
están paradas porque los choferes aceptan dinero a cambio de no trabajar para
"molestar al pueblo".
Maduro,
un exsindicalista que es presentado de forma frecuente como "conductor de
victorias" por su pasado como chofer de Metrobús, una de las empresas
estatales de transporte más grandes del país, pidió además a su gabinete que el
sistema de transporte sea revisado y reestructurado.
Pero
para el administrador de Colectivos del Norte los dichos del presidente
constituyen "una burla" al sector, que padece como todo el país las
consecuencias de una grave crisis en la que escasea hasta el efectivo y que
obliga a los venezolanos a caminar a todas partes, o a subirse a
"perreras".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico