Por Piero Trepiccione
El 20 de mayo nos ha
dejado la profundización de una serie de secuelas que afectan a
la sociedad venezolana en general sin distingos de ningún tipo.
El desconocimiento de ese proceso comicial por la mayoría de los
países del continente y del hemisferio, ha agravado la debilidad
institucional delGobierno a la par de su reducción a menos de un
tercio del apoyo popular. Amén de mostrar un retroceso en la
eficacia política de su maquinaria en apenas cinco meses
posteriores a la elección de alcaldes realizada en diciembre pasado.
Frente a esta coyuntura
política, la economía está haciendo trizas.
La hiperinflación deteriora cada día la calidad de vida de
todos los venezolanos y sus efectos perversos están disparando los
índices sociales a niveles sin precedentes en nuestra historia.
El país requiere inversiones urgentemente para detener la
caída de la producción petrolera local y el deterioro acelerado de
su infraestructura de servicios. Dinero fresco, sería la palabra
mágica que relanzaría un esquema de soluciones a corto, mediano y largo plazo.
No obstante…
Un escenario que se han
planteado algunos analistas económicos y políticos tiene que ver con la
posibilidad que Nicolás Maduro lleve a cabo una reforma
económica de envergadura, desdiciendo su modelo actual para impulsar
cambios importantes en la relación con el sector privado nacional e
internacional, la liberalización de muchos aspectos legales que han venido
contrayendo la producción y la búsqueda
de financiamientos y refinanciamientos que le otorguen
dinero fresco a las colapsadas finanzas públicas de Venezuela.
Sin embargo, hasta ahora,
las señales discursivas y de hechos, proyectadas por el Gobierno son
todo lo contrario. El presidente, aún con el cuestionamiento creciente de
su reelección y el desmadre económico que ha generado, sigue
apostando por más y más controles. Sigue apostando por más amenazas al sector
privado. Sigue apostando por el estatismo exagerado que tiene
quebrado al país.
Y algo peor, sigue
responsabilizando de la crisis a otros, distintos a sus ministros y políticas
que se han venido repitiendo hasta la saciedad en años y cuyos resultados son
los mismos. Por cierto, a pesar de ser Maduro el principal repetidor de aquella
célebre frase de Albert Einstein que dice: “Si quieres resultados
distintos no hagas siempre las mismas cosas”. Pues, en la práctica estatal,
tenemos un sinfín de fórmulas repetidas que arrojan cada vez, peores
resultados.
Es difícil prever si Maduro
definitivamente cambiará de actitud y se liberará de
ataduras ideológicas para relanzar la economía o preferirá
“inmolarse” con algunos de sus copartidarios más cercanos y seguirá sujeto a
los intereses cubanos aún con los chaparrones que se vislumbran en el
horizonte. Lo cierto, es que la agudización de la crisis requiere decisiones y
muy pronto.
10-06-18
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