Miguel Méndez Rodulfo 01 de junio de 2018
El
tema de llevar agua del norte lluvioso de California al árido sur de ese
estado, desde hace casi un siglo, es de una complejidad difícil de imaginar,
primero porque toda la infraestructura se fue haciendo con el tiempo, durante
décadas y a un costo muy oneroso, segundo porque hoy existe un vergel donde
antes había una zona árida y tercero porque el clima cambió en la zona sur.
Esto último se explica porque el riego actual de inmensas comarcas en el Valle
Central, duplica la cantidad de vapor de agua bombeado a la atmósfera, con la
consecuencia de un aumento de las precipitaciones y vientos monzónicos al
suroeste de USA; de igual forma el riego ocasionó un incremento de 15% de las
precipitaciones de verano, lo cual acrecentó el caudal del río Colorado en
aproximadamente 30%. Hoy en día, si esto no ocurriera habría una disminución en
el flujo de la cuenca de dicho río, lo que menguaría el abastecimiento de agua
potable a 35 millones de personas de Los
Ángeles, Las Vegas, y Phoenix.
En el
mundo se prevé que las sequías sean más frecuentes e intensas con el cambio
climático, agravando los impactos hidrológicos, económicos y ambientales Estos
cambios pueden traducirse en importantes pérdidas económicas si no se actúa con
anticipación diseñando estrategias de adaptación adecuadas. El pésimo manejo de
las fuentes de agua, durante décadas, por parte de la agricultura, alteró los
ciclos de los ecosistemas costeros. La sequía que asoló California entre 2012 y
2016, según algunos la mayor en 1.200 años, evidenció una serie de problemas
que tienen que ver con la alteración humana de los ecosistemas naturales. En
efecto, en el pico de este fenómeno, sin duda achacado al cambio climático,
hubo que exprimir los acuíferos o reservas naturales de agua, así como disponer
de los bancos de agua creados artificialmente. Las consecuencias de la sobre
explotación de las reservas de agua fue una abrupta subsidencia: esto es el
hundimiento de la superficie de los suelos por causa de la extracción, debido a
que los minerales de la capa freática se compactan, lo que desencadena que la
superficie ceda y se hunda; el asunto es que una vez que los minerales se
comprimen, no retornan a su estado anterior, de ahí la irreversibilidad de la
subsidencia. Pero también se da el fenómeno contrario: el de la elevación de
los terrenos en épocas de lluvias e infiltración, cuando se recuperaron un poco
los reservorios de agua subterránea; sin embargo el nivel no sube mucho porque
la subsidencia tiene el efecto de disminuir la capacidad de almacenamiento del
nicho subterráneo.
La
falta de una legislación que lo obstaculizara, permitió que quien pudiera
pagar, perforara pozos para disponer de las aguas subterráneas con fines
agrícolas. En la parte crítica de la sequía, hubo una escalada en el número de
pozos y en la profundidad de estos. Como consecuencia de este desorden se
secaron las fuentes del subsuelo y la subsidencia se exacerbó. Así en un área
de 1.200 millas cuadradas, en el Valle Central, el suelo se fue hundiendo 11
pulgadas cada año, dañando carreteras, ferrocarriles, puentes, tuberías y
sistemas de irrigación de cultivos. Según la NASA, parte del Acueducto de
California se hundió 20 centímetros en tan sólo cuatro meses. La subsidencia ya
está presente en todo el estado. Es muy comentado el caso de la Torre
Millennium, rascacielos de 58 pisos, ubicado en el centro de San Francisco; éste
se hunde 40 milímetros por año, y ya recibe el apodo de la torre de Pisa
americana, porque también se inclina.
En
2015 el gobierno estadal tomó medidas draconianas para reducir el consumo
residencial: los ciudadanos de California tuvieron que recortar su ya
disminuido consumo en 30%; no pudieron regar más sus jardines con agua potable
sino mediante un sistema de riego por goteo, y quedó prohibido el riego libre
en cementerios, campos de golf, universidades y otras instalaciones con grandes
superficies verdes. Lo paradójico es que la agricultura consumidora del 80% del
agua, no fue sometida a regulación alguna y miles de hectáreas de cultivos no
autóctonos, devoradores de agua, se siguieron regando. La ley estadal de 2014,
para controlar las aguas subterráneas, le puso coto al abuso en la explotación
de este precioso recurso y recuperó al control estatal el Banco de Aguas de
Kern.
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas
31 de mayo de 2018
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