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lunes, 11 de junio de 2018

Rafael Simón Jiménez: El Gobierno debe dictar la amnistía general para civiles y militares por @contrapuntovzla



Por Vanessa Davies


Las supuestas medidas de reconciliación que ha dictado Maduro "son mezquinas", critica el analista político y exvicepresidente de la AN. "Estamos a las puertas de la ingobernabilidad", advierte

Hay varios "cuentos chinos" que no le pueden contar a Rafael Simón Jiménez. Uno de ellos es el del Hugo Chávez joven, porque lo conoció bien antes de ser el Hugo Chávez con mayúsculas, el protagonista de los amores y los odios nacionales. Otro, el de los procesos de negociación política en la Venezuela del siglo XX, que ha estudiado y analizado como para saber si alguien habla de ellos en serio o como una promesa vacía.

Muchas aguas han corrido debajo del puente de Jiménez, hijo de comunistas, exvicepresidente de la Asamblea Nacional (AN), minoría en el Movimiento Al Socialismo y cofundador de Podemos. De un hombre capaz de enfrentarse al Chávez triunfante de los primeros años se puede esperar, cuando menos, coraje, y así lo evidencia en su descarnado retrato del presente venezolano. Su más reciente aventura política fue apoyar a Henri Falcón como candidato a la presidencia en las elecciones del 20 de mayo.

“El presidente Maduro ha hecho una muy mala interpretación, por no decir una manipulación de los procesos de pacificación que vivió Venezuela en el siglo XX”, expone Jiménez en conversación con Contrapunto. En su análisis se refiere a los dos que lideró el presidente Rafael Caldera en los años 60 y en los años 90.

Durante el primero, la posición de Caldera fue “de amplia amnistía, de perdón, de reconciliación que además concluye extraordinariamente, no deja traumas, los dirigentes de la lucha insurreccional luego pasan a tener una destacada actuación en la política venezolana”. En el segundo, que involucraba a los protagonistas de las dos insurrecciones de 1992, se benefició “a casi todos”.

—¿Y ahora? ¿Qué pasó con las medidas del presidente Maduro?

—Las medidas que han sido administradas por Maduro son mezquinas en una doble dimensión; en primer lugar, en el número de beneficiados hasta ahora. Yo creo que el gobierno debió haber dictado una amnistía general, que salieran todos los presos que habían estado involucrados en delitos políticos y además creo que han debido dictarse medidas de libertad plena, porque una persona sin sus derechos plenos no está en libertad. Entonces, estando en una acción que respaldamos, porque bienvenidos a la libertad todos los presos políticos, creo que el gobierno lo ha hecho tan mal que incluso ha revertido en su contra cualquier beneficio que hubiera obtenido.

—¿Es decir que no ha obtenido beneficio político?

—Yo creo que ha sido absolutamente contraproducente. Ojalá pueda enmendarlo.


—¿De qué manera?

—El presidente y el Poder Legislativo tienen potestades de indulto, de sobreseimiento, de amnistía. Pueden dictar una serie de medidas que sanen las heridas y todo ese proceso que ha sido tan polarizador y de tanta confrontación que ha vivido el país en los últimos tiempos. Repito, hago votos porque el presidente se estudie de verdad lo que fue en realidad el proceso de pacificación que se inició en el gobierno de Leoni y fue llevado a cabo por el doctor Caldera, y luego el proceso de pacificación de 1993 con respecto a los alzados entre los cuales estaba el teniente coronel Hugo Chávez Frías. Que como él lo puso como ejemplo, imite ese ejemplo.

—Con el mundo militar, que todos sabemos que está revuelto, ya hay presos políticos militares, ¿qué medidas habría que tomar?

—Medidas en la misma dirección. Por cierto que es muy poco el reclamo en el mundo civil por la liberación de los militares presos. Más allá de juzgar responsabilidades, el general Baduel tiene 10 años preso. En este país ha habido siempre la idea del perdón, de la reconciliación, incluso en las épocas más brutales. En 1927, el general Gómez, que todo el mundo lo califica como uno de los más primitivos tiranos que tuvo Venezuela, dictó una amnistía total que vació todas las cárceles, incluso La Rotunda, que era el símbolo de la represión y tortura más brutal en ese tiempo.

Este, insiste, es el momento de actuar. “Yo creo que es la hora: si el presidente Maduro quiere avanzar en el tema de la paz, la normalización y el reencuentro, de la gobernabilidad del país, debe hacer uso de esas facultades y recomponer el mundo militar”.

La forma de hacerlo “es haciendo bueno el mandato constitucional que habla de unas Fuerzas Amadas que tienen que estar al servicio del conjunto de la nación y no de una parcialidad o de personas. Eso está en la Constitución”.

Advierte que, “cuando quieres compartir a las Fuerzas Armadas en un partido político, en una fracción al servicio de tus intereses particulares, estás fracturando una institución que tiene nada más y nada menos que depositadas las armas de la República, y que por esa alta misión profesional e institucional tiene que estar fuera de todo juego político”.


Solo por la Fuerza Armada “y la estupidez”

—El presidente Maduro insiste en que hay procesos de desestabilización, conspiración, además de una búsqueda de intervención internacional. ¿Está la oposición ganada para otro tipo de juego político?

—Si el gobierno está muy mal, la oposición no hay que contentarse con la situación que tiene. Uno pudiera decir que a este gobierno lo mantiene la cúpula de las Fuerzas Armadas y la estupidez de sus adversarios agrupados en la MUD. Eso no es una exageración ni una hipérbole. Pero el presidente Maduro, si quiere de verdad gobernar en un ambiente distinto, tiene en primer lugar que renunciar a la pretensión hegemónica. Lo que ha llevado al país a esta situación de fractura tan seria es la pretensión hegemónica de quedarse en el poder a como dé lugar. Si se avanzara en el reconocimiento de las medidas sugeridas; por ejemplo, en el reconocimiento de la Asamblea Nacional electa por 14 millones de venezolanos, en la restauración de los derechos políticos de los inhabilitados, en el regreso de los exilados, en la relegalización de los partidos políticos democráticos, yo creo que se podría generar un clima democrático donde fuéramos a la esencia, al debate plural y a la alternabilidad.

Jiménez alega que el gran problema del país “es el drama económico y social que estamos viviendo los venezolanos” y sostiene que es “una situación de calamidad” que el Gobierno no puede aliviar.

—Pero el gobierno dice que está bloqueado. ¿Eso es cierto o no?

—El gobierno no entiende que el mundo se ha compactado en torno a unos valores universales: la democracia, la libertad, los derechos humanos. Entonces, ellos piensan que Venezuela es una isla y usan la soberanía y la autodeterminación de los pueblos como una manera de preservarse del escrutinio de la comunidad internacional.

—Pero hay una cosa llamada injerencia

—Yo no tengo ninguna simpatía ni por el gobierno de los Estados Unidos ni por ninguna injerencia. Pero ninguno de esos conceptos tiene el valor explicativo que tenían en la época de los años 60-70 y te voy a explicar por qué. Porque los propios países han cedido soberanía en aras de suscribir esos conceptos. Cuando Venezuela firma la Carta Democrática se está sometiendo al escrutinio internacional. Cuando Venezuela forma parte de cualquier proceso de integración no es posible que el gobierno venezolano crea que, fronteras adentro, puede hacer lo que le dé la gana. Por eso es que te digo que Maduro, si quisiera, podría ayudar a la liberación de Venezuela.

—¿Haciendo qué cosas?

—Estas medidas que hemos sugerido: libertad sin condiciones, reconocimiento de la Asamblea Nacional, plenos derechos de todos los actores políticos. Un clima de esa naturaleza abriría la posibilidad de consensuar un programa de recuperación económica. Ahora en Venezuela no hay ninguna posibilidad de mejorar la situación económica mientras persista la situación política en los términos en los que está planteada.


A las puertas de la ingobernabilidad

—¿El país va a ser ingobernable?

—Estamos a las puertas de la ingobernabilidad. Lo que pasa es que la oposición es tan mala, está tan desarticulada y desfasada de la realidad del país, que es la que permite que el gobierno siga ahí. Pero tampoco al gobierno eso lo favorece, porque es administrar un país en ruinas.

—¿Usted piensa que Maduro no se piensa ir en algún momento, que este es un gobierno que se va a quedar eternamente?

—No, en absoluto. Yo creo que el gobierno debe restituir un clima de amplias libertades y garantías y a partir de allí generar unos acuerdos que conduzcan a una transición ordenada.

—¿Por qué quiere una transición ordenada si el gobierno acaba de ganar las elecciones?

—Es que no le estamos poniendo términos a la transición. Siento que quienes están en el gobierno tienen un deseo patológico de quedarse en el poder para salvar su pescuezo, por temor a las medidas punitivas que pesan sobre ellos nacional e internacionalmente, y por eso creo en lo que se llama ahora la justicia transicional, que se viene aplicando en Colombia y en otras latitudes con mucho éxito: es decir, la posibilidad de una transición que signifique hacer unas elecciones con amplias garantías, tanto si resultas ganador como perdedor.

—¿Elecciones este año?

—Yo no diría este año, no le pondría un plazo. Hay que gestar unos acuerdos que conduzcan a la reinstitucionalización del país. Por ejemplo, la Asamblea Nacional Constituyente y su papel fundamental, que es redactar una nueva Constitución, y que hasta ahora no lo ha cumplido. Nosotros somos defensores de la Constitución de 1999, pero la Constitución es una obra siempre perfectible. Si aquí se redactara una reforma a la Constitución consensuada, para a partir de allí, tal y como lo hizo Chávez en 2000, ir a una relegitimación de todos los poderes públicos, ayudaría. Cuando te confrontas con un régimen de esta naturaleza, no puedes querer elecciones a la suiza o a la francesa, tienes que aspirar a unas elecciones con unas garantías mínimas y además, si bien es cierto que las condiciones electorales están afectadas, las condiciones políticas son altamente favorables. Se acaba de demostrar en estas elecciones: 75% entre la abstención y los votos en contra no está con ellos.

—Si esas condiciones no ocurren, ¿hacia qué vamos? Usted dice que hacia la ingobernabilidad total y que el gobierno va a administrar un caos. ¿Eso es lo que avizora?

—Sí. Al gobierno lo que le convendría es construir un clima que permita predecir las soluciones democráticas, porque cuando se cierran todas las vías y cuando el país va al caos, lo que puede pasar es impredecible.

—Hacerlo solo el gobierno en este momento, tomar las medidas económicas, ¿funcionaría?

—Es que no tiene como tomarlas. Por ejemplo salta a la vista que tienes que unificar el control cambiario, pero para eso necesitas apuntalar tus reservas internacionales que están exhaustas, no tienes como hacerlo. Cualquier política de desarrollo agrícola, industrial, la recuperación del aparato productivo, necesita un fortísimo financiamiento externo. La recuperación de Pdvsa, que es fundamental, necesita un dineral que no se tiene. El gobierno tiene que admitir esa realidad y buscar una negociación que normalice la vida del país, y a partir de la cual se consensen unos acuerdos mínimos para sacar el país adelante. Nosotros estaríamos dispuestos a ayudar en el plano económico porque nos duele Venezuela y las soluciones no esperan, pero siempre y cuando desde el gobierno haya gestos que permitan ver que eso va a fructificar.

—Por ejemplo, ¿cuáles serían los gestos que usted esperaría del gobierno?

—Todos los que hemos señalado anteriormente.


El momento de la justicia transicional

Rafael Simón Jiménez es defensor de la justicia transicional como una forma de superar la crisis. “Se ha ido construyendo una metodología cuyo objetivo es conciliar la justicia con la reconciliación. La metodología es la siguiente: en primer lugar, el establecimiento de la verdad, ¿cuáles fueron las causas del conflicto? Eso requiere de, no una comisión de la verdad presidida por Delcy Rodríguez, sino una comisión de la verdad independiente; incluso en algunos casos se han utilizado asesorías internacionales, mecanismos de acompañamiento, pero en todo caso, una comisión de la verdad que tenga el reconocimiento de todos los sectores”.

—¿Ese sería el primer punto?

—Si una comisión de la verdad que establezca cuáles fueron las causas del conflicto político en Venezuela a partir del año 2002. En segundo lugar está el tema de la justicia. Entonces la justicia transicional fundamentalmente cambia el paradigma jurídico de la justicia retributiva, que es la justicia que impone penas solamente, y lo que busca es la justicia restaurativa o reparadora, que es aquella que se centra en el reconocimiento y en la indemnización de la víctima, sin que por ello deje de castigarse a quienes aparezcan como responsables de los delitos más graves de derechos humanos.

Además de la indemnización, en la justicia transicional también se aborda “la reinstitucionalización del país, porque se entiende que ese es un proceso donde se está reconstruyendo la democracia”, explica. Todo debe llevar “a la reconciliación del país y la normalización de la vida democrática, con derechos humanos, con libertades públicas. Eso en cada país se aplica de una manera particular, porque tiene que adaptarse a las condiciones específicas”.

—¿Venezuela necesitaría justicia transicional?

—Necesariamente.

—¿Para qué? ¿Qué permitiría la justicia transicional? Porque aquí hay mucho deseo de venganza.

—Yo creo que uno de los ejemplos más claros de justicia transicional fue la que se produjo en Suráfrica. El caso de Zimbabue y Suráfrica, de Mugabe y Mandela, es para estudiarlo. Cada uno escogió un camino, Mandela que había sufrido 27 años de prisión y trabajos forzados, optó por la reconciliación y por el perdón. Y dio el ejemplo. Mugabe impuso el terror del negro sobre los colonos, arruinó la economía y acabó con el país.

—¿Nuestro ejemplo debería ser Suráfrica?

—Debería ser Suráfrica. Yo no soy partidario de ningún tipo de impunidad, pero nosotros no podemos quedarnos en el pasado. A la hora en que se produzca una transición en Venezuela tiene que ser para reconstruirla, y reconstruirla entre todos. Porque no podemos profundizar una línea divisoria entre venezolanos.

—Eso significaría que figuras del chavismo como Diosdado Cabello, por citar a alguien, u otros políticos ¿seguirían haciendo vida política en el país?

—Yo creo que el chavismo va a continuar siendo una fuerza política importante, y que tiene que respetársele su espacio con todas las garantías. Porque nunca se saben los ciclos que cumple la historia. En Venezuela lo que hay que quitarle al chavismo o a cualquier fuerza es la idea hegemónica, la idea de predominio, la idea de imponerse a tiempo indeterminado, porque la democracia es pluralidad y alternabilidad. Cuando quiebras esa regla, quiebras la democracia y abres la caja de Pandora, de confrontación, de todo lo que hemos venido arrastrando estos años de lucha fratricida entre venezolanos.


Doble vuelta presidencial

La nueva Constitución debería, a su juicio, “profundizar la idea de la democracia participativa y protagónica y de las formas de participación popular autónomas”. También “hay que ponerle un punto más claro a la descentralización”.

Incluso, puntualiza Jiménez, “hay que pensar, aunque es polémico, en una nueva estructura política: hay que pasar de un exacerbado presidencialismo o a un presidencialismo atenuado o a un régimen semiparlamentario que abra un juego más plural”.

En su opinión “hay que incorporar, por ejemplo, elementos electorales como la doble vuelta: que el presidente sea electo con una mayoría calificada. También acabar con el fuero militar”.

Quien ejerce la presidencia en Venezuela tiene las potestades de un emperador, critica: “El presidente siempre ha sido prácticamente un emperador. El presidente de Venezuela tiene más facultades que el rey de España, porque es nada más y nada menos que jefe de gobierno, jefe del estado, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, jefe de la hacienda pública militar y de la política exterior”.

—¿Eso debería cambiar en la nueva Constitución?

—Debería cambiar o crearse un cargo de primer ministro que sea jefe de gobierno, y que el presidente quede como jefe del Estado. Yo creo que habría que ensayar con un nuevo modelo de organización política.

Como la asamblea constituyente, según su visión, está viciada de nacimiento porque su convocatoria no fue consultada a la población, y además “ha sido utilizada como un mecanismo punitivo y de control del poder”, el mejor camino con ella sería que desaparezca.

“O que este adefesio, que ya está encaminado, pudiera bien morir como un producto que fuera el resultado de un consenso; sería una manera de enderezar el entuerto. Ojalá que el gobierno pudiera comprar eso y abrir un amplísimo debate en torno a la Constitución y tener disposición de consensuar un texto” que sirva como elemento de cohesión.


Chávez, el último líder

—¿Hay liderazgo en este momento en el país? Pareciera no haberlo ni en el chavismo ni en la oposición.

—Hay un vacío muy grande de liderazgo, eso es un proceso largo que se fraguó en primer lugar en la decadencia de los viejos partidos por pugnas internas, divisiones y agotamiento. Además, perdieron lo más importante de un partido, que es el elemento cohesionador que es el elemento doctrinario, programático, ideológico. Entonces los partidos se convirtieron en maquinarias políticas para ganar elecciones, absolutamente desideologizados.

A eso se añadió la antipolítica: “Grupos económicos y mediáticos que se encargaron de liquidar la democracia pensando que esa eliminación iba a llevar agua sus molinos, y en eso se formó el fenómeno Chávez que fue, en gran medida, consecuencia de ese inmenso vacío que los errores, el descrédito de los partidos y la campaña que se hizo contra ellos. Venezuela en estos 18 años no ha podido reconstruir un liderazgo que sintonice con la gente”.

—¿Habla de todos los sectores?

—Claro, yo creo que Chávez fue el último líder que tuvo el país porque en esa Venezuela atormentada de los 90, que ya tocaba fondo desde el punto de vista de las angustias y los padecimientos de la gente, los interpretó. Además Chávez introdujo un elemento, yo que lo conocí tanto creo que fue producto de su zamarrería, de su viveza, que fue que le habló a la gente horizontalmente: él como parte de la gente. Todos los liderazgos que había tenido Venezuela siempre hablaban desde arriba y el pueblo abajo, el líder que los orientaba desde arriba. Chávez logró establecer una relación horizontal, creo un relato de sí mismo donde se mezclaban verdades, medias verdades y mentiras. Él amalgamó todo eso y construyó un relato que le llegaba a la gente, que decía: “este es como yo porque ha sufrido como yo”.

—¿Ahorita no hay ningún líder así?

—Ninguno, ni en el chavismo ni en la oposición porque es una oposición elitesca que les da prioridad a sus agendas por encima de las necesidades de la gente. La gente anda comiendo en la basura y los políticos por arriba hablando de la ley tal o de la ley cual. Ellos van por un rumbo y la gente por otro.

Para Jiménez, hasta la fecha “nadie ha llenado el vacío de Chávez”.

—Ahora, si hay una crisis de liderazgo, tanto en el chavismo como en la oposición ¿hacia dónde nos puede llevar eso?

—Yo creo que eso se va a ir dando, va a ir madurando, gestándose. La gente cree que esta es la peor situación que ha vivido Venezuela; claro que es la peor para nosotros que la estamos viviendo. Pero, yo que me he dedicado a estudiar y a indagar en nuestra historia puedo decir que Venezuela ha vivido periodos terribles. Quizá lo mejorcito fueron los 40 años de democracia porque tuvimos convivencia, cultura democrática, avances, modernización, pero el resto de la historia del país es una historia incivil, bárbara. El siglo XIX fue una matazón, lleno de sátrapas, de caudillos. Los primeros 35 años del siglo XX fueron dictaduras terribles de Castro y de Gómez. Nosotros estamos pagando de alguna manera nuestros déficits democráticos.

Visto así, Hugo Chávez “es un monstruo antediluviano comprado por el colectivo, porque en el imaginario colectivo venezolano siempre está el hombre fuerte, el hombre a caballo, seguimos buscándolo”.

—Usted dice que le ve potencialidad a Henri Falcón, pero ni siquiera dio la cara inmediatamente después del proceso electoral del 20 de mayo. ¿Usted cree que puede recoger esos 2 millones de votos y convertirlos en una fuerza política?

—Yo digo que tiene la posibilidad, yo no respondo por él, desearía que lo hiciera, pero vamos a ver si lo entiende. Eso necesita liderazgo, yo creo que él debe ponerse al frente porque, aunque no estemos esperando el hombre a caballo, él es el referente más importante: fue candidato, viene de capitalizar una importante votación y es el llamado a dirigir; no a ser el caudillo, ni el jefe, sino a dirigir esa plataforma.

—Pero tiene muchos adversarios en la oposición. Ya hay una junta de restructuración de la MUD. ¿Cómo ve la posibilidad de que haya una plataforma opositora antigobierno?

—Yo creo que si nosotros, toda la oposición, somos capaces de afianzar prácticas democráticas puertas adentro, nosotros podemos recomponer eso. En todo ese espacio opositor no son tan grandes las diferencias, pero a veces se inventan para esconder ambiciones personales. Nosotros tuvimos una diferencia coyuntural, que por cierto hay que rediscutirla ahora, porque la MUD tiene que decir si está casada con el abstencionismo crónico. Nosotros seguimos creyendo en la vía electoral, constitucional, pacífica, cívica. La MUD tiene dos desafíos: uno, clarificar su línea estratégica: es decir, ¿van o no van a las elecciones?, ¿van a pasar del abstencionismo coyuntural al crónico? Porque ese es un punto que nos une o nos divide. Y dos: ¿cuál es el esquema para esa unidad? Porque si es pasar de cuatro partidos a siete, esa es una muy mala señal. Ellos habían anunciado una reestructuración sobre la base de que Ramón Guillermo Aveledo, que es un hombre muy respetable y bien formado, sería secretario ejecutivo, después lo negaron y lo sustituyeron por una vocería rotatoria de los mismos partidos queriendo hegemonizar. Esos partidos, lamentablemente, terminaron secando el Frente Amplio.

—Entonces, ¿no hay perspectivas? Un gobierno débil y una oposición débil.

—Muy débiles ambos. A veces, así como de las fortalezas salen debilidades, de las debilidades pueden salir fortalezas.

10-06-18




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