Por Vanessa Davies
Las supuestas medidas de
reconciliación que ha dictado Maduro "son mezquinas", critica el
analista político y exvicepresidente de la AN. "Estamos a las puertas de
la ingobernabilidad", advierte
Hay varios "cuentos
chinos" que no le pueden contar a Rafael Simón Jiménez. Uno de ellos es el
del Hugo Chávez joven, porque lo conoció bien antes de ser el Hugo Chávez con
mayúsculas, el protagonista de los amores y los odios nacionales. Otro, el de
los procesos de negociación política en la Venezuela del siglo XX, que ha
estudiado y analizado como para saber si alguien habla de ellos en serio o como
una promesa vacía.
Muchas aguas han corrido
debajo del puente de Jiménez, hijo de comunistas, exvicepresidente de la
Asamblea Nacional (AN), minoría en el Movimiento Al Socialismo y cofundador de
Podemos. De un hombre capaz de enfrentarse al Chávez triunfante de los primeros
años se puede esperar, cuando menos, coraje, y así lo evidencia en su
descarnado retrato del presente venezolano. Su más reciente aventura política fue
apoyar a Henri Falcón como candidato a la presidencia en las elecciones del 20
de mayo.
“El presidente Maduro ha hecho
una muy mala interpretación, por no decir una manipulación de los procesos de
pacificación que vivió Venezuela en el siglo XX”, expone Jiménez en
conversación con Contrapunto. En su análisis se refiere a los dos que lideró el
presidente Rafael Caldera en los años 60 y en los años 90.
Durante el primero, la
posición de Caldera fue “de amplia amnistía, de perdón, de reconciliación que
además concluye extraordinariamente, no deja traumas, los dirigentes de la
lucha insurreccional luego pasan a tener una destacada actuación en la política
venezolana”. En el segundo, que involucraba a los protagonistas de las dos
insurrecciones de 1992, se benefició “a casi todos”.
—¿Y ahora? ¿Qué pasó con las
medidas del presidente Maduro?
—Las medidas que han sido
administradas por Maduro son mezquinas en una doble dimensión; en primer lugar,
en el número de beneficiados hasta ahora. Yo creo que el gobierno debió haber
dictado una amnistía general, que salieran todos los presos que habían estado
involucrados en delitos políticos y además creo que han debido dictarse medidas
de libertad plena, porque una persona sin sus derechos plenos no está en
libertad. Entonces, estando en una acción que respaldamos, porque bienvenidos a
la libertad todos los presos políticos, creo que el gobierno lo ha hecho tan
mal que incluso ha revertido en su contra cualquier beneficio que hubiera
obtenido.
—¿Es decir que no ha obtenido
beneficio político?
—Yo creo que ha sido
absolutamente contraproducente. Ojalá pueda enmendarlo.
—¿De qué manera?
—El presidente y el Poder
Legislativo tienen potestades de indulto, de sobreseimiento, de amnistía.
Pueden dictar una serie de medidas que sanen las heridas y todo ese proceso que
ha sido tan polarizador y de tanta confrontación que ha vivido el país en los
últimos tiempos. Repito, hago votos porque el presidente se estudie de verdad
lo que fue en realidad el proceso de pacificación que se inició en el gobierno
de Leoni y fue llevado a cabo por el doctor Caldera, y luego el proceso de
pacificación de 1993 con respecto a los alzados entre los cuales estaba el
teniente coronel Hugo Chávez Frías. Que como él lo puso como ejemplo, imite ese
ejemplo.
—Con el mundo militar, que
todos sabemos que está revuelto, ya hay presos políticos militares, ¿qué
medidas habría que tomar?
—Medidas en la misma
dirección. Por cierto que es muy poco el reclamo en el mundo civil por la
liberación de los militares presos. Más allá de juzgar responsabilidades, el
general Baduel tiene 10 años preso. En este país ha habido siempre la idea del
perdón, de la reconciliación, incluso en las épocas más brutales. En 1927, el
general Gómez, que todo el mundo lo califica como uno de los más primitivos
tiranos que tuvo Venezuela, dictó una amnistía total que vació todas las
cárceles, incluso La Rotunda, que era el símbolo de la represión y tortura más
brutal en ese tiempo.
Este, insiste, es el momento
de actuar. “Yo creo que es la hora: si el presidente Maduro quiere avanzar en
el tema de la paz, la normalización y el reencuentro, de la gobernabilidad del
país, debe hacer uso de esas facultades y recomponer el mundo militar”.
La forma de hacerlo “es
haciendo bueno el mandato constitucional que habla de unas Fuerzas Amadas que
tienen que estar al servicio del conjunto de la nación y no de una parcialidad
o de personas. Eso está en la Constitución”.
Advierte que, “cuando quieres
compartir a las Fuerzas Armadas en un partido político, en una fracción al
servicio de tus intereses particulares, estás fracturando una institución que
tiene nada más y nada menos que depositadas las armas de la República, y que
por esa alta misión profesional e institucional tiene que estar fuera de todo
juego político”.
Solo por la Fuerza Armada “y
la estupidez”
—El presidente Maduro insiste
en que hay procesos de desestabilización, conspiración, además de una búsqueda
de intervención internacional. ¿Está la oposición ganada para otro tipo de
juego político?
—Si el gobierno está muy mal,
la oposición no hay que contentarse con la situación que tiene. Uno pudiera
decir que a este gobierno lo mantiene la cúpula de las Fuerzas Armadas y la
estupidez de sus adversarios agrupados en la MUD. Eso no es una exageración ni
una hipérbole. Pero el presidente Maduro, si quiere de verdad gobernar en un
ambiente distinto, tiene en primer lugar que renunciar a la pretensión
hegemónica. Lo que ha llevado al país a esta situación de fractura tan seria es
la pretensión hegemónica de quedarse en el poder a como dé lugar. Si se
avanzara en el reconocimiento de las medidas sugeridas; por ejemplo, en el
reconocimiento de la Asamblea Nacional electa por 14 millones de venezolanos,
en la restauración de los derechos políticos de los inhabilitados, en el
regreso de los exilados, en la relegalización de los partidos políticos
democráticos, yo creo que se podría generar un clima democrático donde fuéramos
a la esencia, al debate plural y a la alternabilidad.
Jiménez alega que el gran problema
del país “es el drama económico y social que estamos viviendo los venezolanos”
y sostiene que es “una situación de calamidad” que el Gobierno no puede
aliviar.
—Pero el gobierno dice que
está bloqueado. ¿Eso es cierto o no?
—El gobierno no entiende que
el mundo se ha compactado en torno a unos valores universales: la democracia,
la libertad, los derechos humanos. Entonces, ellos piensan que Venezuela es una
isla y usan la soberanía y la autodeterminación de los pueblos como una manera
de preservarse del escrutinio de la comunidad internacional.
—Pero hay una cosa llamada
injerencia
—Yo no tengo ninguna simpatía
ni por el gobierno de los Estados Unidos ni por ninguna injerencia. Pero
ninguno de esos conceptos tiene el valor explicativo que tenían en la época de
los años 60-70 y te voy a explicar por qué. Porque los propios países han
cedido soberanía en aras de suscribir esos conceptos. Cuando Venezuela firma la
Carta Democrática se está sometiendo al escrutinio internacional. Cuando
Venezuela forma parte de cualquier proceso de integración no es posible que el
gobierno venezolano crea que, fronteras adentro, puede hacer lo que le dé la
gana. Por eso es que te digo que Maduro, si quisiera, podría ayudar a la
liberación de Venezuela.
—¿Haciendo qué cosas?
—Estas medidas que hemos
sugerido: libertad sin condiciones, reconocimiento de la Asamblea Nacional,
plenos derechos de todos los actores políticos. Un clima de esa naturaleza
abriría la posibilidad de consensuar un programa de recuperación económica.
Ahora en Venezuela no hay ninguna posibilidad de mejorar la situación económica
mientras persista la situación política en los términos en los que está
planteada.
A las puertas de la
ingobernabilidad
—¿El país va a ser
ingobernable?
—Estamos a las puertas de la
ingobernabilidad. Lo que pasa es que la oposición es tan mala, está tan
desarticulada y desfasada de la realidad del país, que es la que permite que el
gobierno siga ahí. Pero tampoco al gobierno eso lo favorece, porque es
administrar un país en ruinas.
—¿Usted piensa que Maduro no
se piensa ir en algún momento, que este es un gobierno que se va a quedar
eternamente?
—No, en absoluto. Yo creo que
el gobierno debe restituir un clima de amplias libertades y garantías y a
partir de allí generar unos acuerdos que conduzcan a una transición ordenada.
—¿Por qué quiere una
transición ordenada si el gobierno acaba de ganar las elecciones?
—Es que no le estamos poniendo
términos a la transición. Siento que quienes están en el gobierno tienen un
deseo patológico de quedarse en el poder para salvar su pescuezo, por temor a
las medidas punitivas que pesan sobre ellos nacional e internacionalmente, y
por eso creo en lo que se llama ahora la justicia transicional, que se viene
aplicando en Colombia y en otras latitudes con mucho éxito: es decir, la
posibilidad de una transición que signifique hacer unas elecciones con amplias
garantías, tanto si resultas ganador como perdedor.
—¿Elecciones este año?
—Yo no diría este año, no le
pondría un plazo. Hay que gestar unos acuerdos que conduzcan a la
reinstitucionalización del país. Por ejemplo, la Asamblea Nacional
Constituyente y su papel fundamental, que es redactar una nueva Constitución, y
que hasta ahora no lo ha cumplido. Nosotros somos defensores de la Constitución
de 1999, pero la Constitución es una obra siempre perfectible. Si aquí se
redactara una reforma a la Constitución consensuada, para a partir de allí, tal
y como lo hizo Chávez en 2000, ir a una relegitimación de todos los poderes
públicos, ayudaría. Cuando te confrontas con un régimen de esta naturaleza, no
puedes querer elecciones a la suiza o a la francesa, tienes que aspirar a unas
elecciones con unas garantías mínimas y además, si bien es cierto que las
condiciones electorales están afectadas, las condiciones políticas son
altamente favorables. Se acaba de demostrar en estas elecciones: 75% entre la
abstención y los votos en contra no está con ellos.
—Si esas condiciones no
ocurren, ¿hacia qué vamos? Usted dice que hacia la ingobernabilidad total y que
el gobierno va a administrar un caos. ¿Eso es lo que avizora?
—Sí. Al gobierno lo que le
convendría es construir un clima que permita predecir las soluciones
democráticas, porque cuando se cierran todas las vías y cuando el país va al
caos, lo que puede pasar es impredecible.
—Hacerlo solo el gobierno en
este momento, tomar las medidas económicas, ¿funcionaría?
—Es que no tiene como
tomarlas. Por ejemplo salta a la vista que tienes que unificar el control
cambiario, pero para eso necesitas apuntalar tus reservas internacionales que
están exhaustas, no tienes como hacerlo. Cualquier política de desarrollo
agrícola, industrial, la recuperación del aparato productivo, necesita un
fortísimo financiamiento externo. La recuperación de Pdvsa, que es fundamental,
necesita un dineral que no se tiene. El gobierno tiene que admitir esa realidad
y buscar una negociación que normalice la vida del país, y a partir de la cual
se consensen unos acuerdos mínimos para sacar el país adelante. Nosotros
estaríamos dispuestos a ayudar en el plano económico porque nos duele Venezuela
y las soluciones no esperan, pero siempre y cuando desde el gobierno haya
gestos que permitan ver que eso va a fructificar.
—Por ejemplo, ¿cuáles serían
los gestos que usted esperaría del gobierno?
—Todos los que hemos señalado
anteriormente.
El momento de la justicia
transicional
Rafael Simón Jiménez es
defensor de la justicia transicional como una forma de superar la crisis. “Se
ha ido construyendo una metodología cuyo objetivo es conciliar la justicia con
la reconciliación. La metodología es la siguiente: en primer lugar, el
establecimiento de la verdad, ¿cuáles fueron las causas del conflicto? Eso
requiere de, no una comisión de la verdad presidida por Delcy Rodríguez, sino
una comisión de la verdad independiente; incluso en algunos casos se han
utilizado asesorías internacionales, mecanismos de acompañamiento, pero en todo
caso, una comisión de la verdad que tenga el reconocimiento de todos los
sectores”.
—¿Ese sería el primer punto?
—Si una comisión de la verdad
que establezca cuáles fueron las causas del conflicto político en Venezuela a
partir del año 2002. En segundo lugar está el tema de la justicia. Entonces la
justicia transicional fundamentalmente cambia el paradigma jurídico de la
justicia retributiva, que es la justicia que impone penas solamente, y lo que
busca es la justicia restaurativa o reparadora, que es aquella que se centra en
el reconocimiento y en la indemnización de la víctima, sin que por ello deje de
castigarse a quienes aparezcan como responsables de los delitos más graves de
derechos humanos.
Además de la indemnización, en
la justicia transicional también se aborda “la reinstitucionalización del país,
porque se entiende que ese es un proceso donde se está reconstruyendo la
democracia”, explica. Todo debe llevar “a la reconciliación del país y la
normalización de la vida democrática, con derechos humanos, con libertades
públicas. Eso en cada país se aplica de una manera particular, porque tiene que
adaptarse a las condiciones específicas”.
—¿Venezuela necesitaría
justicia transicional?
—Necesariamente.
—¿Para qué? ¿Qué permitiría la
justicia transicional? Porque aquí hay mucho deseo de venganza.
—Yo creo que uno de los
ejemplos más claros de justicia transicional fue la que se produjo en
Suráfrica. El caso de Zimbabue y Suráfrica, de Mugabe y Mandela, es para
estudiarlo. Cada uno escogió un camino, Mandela que había sufrido 27 años de
prisión y trabajos forzados, optó por la reconciliación y por el perdón. Y dio
el ejemplo. Mugabe impuso el terror del negro sobre los colonos, arruinó la
economía y acabó con el país.
—¿Nuestro ejemplo debería ser
Suráfrica?
—Debería ser Suráfrica. Yo no
soy partidario de ningún tipo de impunidad, pero nosotros no podemos quedarnos
en el pasado. A la hora en que se produzca una transición en Venezuela tiene
que ser para reconstruirla, y reconstruirla entre todos. Porque no podemos
profundizar una línea divisoria entre venezolanos.
—Eso significaría que figuras
del chavismo como Diosdado Cabello, por citar a alguien, u otros políticos
¿seguirían haciendo vida política en el país?
—Yo creo que el chavismo va a
continuar siendo una fuerza política importante, y que tiene que respetársele
su espacio con todas las garantías. Porque nunca se saben los ciclos que cumple
la historia. En Venezuela lo que hay que quitarle al chavismo o a cualquier
fuerza es la idea hegemónica, la idea de predominio, la idea de imponerse a
tiempo indeterminado, porque la democracia es pluralidad y alternabilidad.
Cuando quiebras esa regla, quiebras la democracia y abres la caja de Pandora,
de confrontación, de todo lo que hemos venido arrastrando estos años de lucha
fratricida entre venezolanos.
Doble vuelta presidencial
La nueva Constitución debería,
a su juicio, “profundizar la idea de la democracia participativa y protagónica
y de las formas de participación popular autónomas”. También “hay que ponerle
un punto más claro a la descentralización”.
Incluso, puntualiza Jiménez,
“hay que pensar, aunque es polémico, en una nueva estructura política: hay que
pasar de un exacerbado presidencialismo o a un presidencialismo atenuado o a un
régimen semiparlamentario que abra un juego más plural”.
En su opinión “hay que
incorporar, por ejemplo, elementos electorales como la doble vuelta: que el
presidente sea electo con una mayoría calificada. También acabar con el fuero
militar”.
Quien ejerce la presidencia en
Venezuela tiene las potestades de un emperador, critica: “El presidente siempre
ha sido prácticamente un emperador. El presidente de Venezuela tiene más
facultades que el rey de España, porque es nada más y nada menos que jefe de
gobierno, jefe del estado, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, jefe de
la hacienda pública militar y de la política exterior”.
—¿Eso debería cambiar en la
nueva Constitución?
—Debería cambiar o crearse un
cargo de primer ministro que sea jefe de gobierno, y que el presidente quede
como jefe del Estado. Yo creo que habría que ensayar con un nuevo modelo de
organización política.
Como la asamblea
constituyente, según su visión, está viciada de nacimiento porque su
convocatoria no fue consultada a la población, y además “ha sido utilizada como
un mecanismo punitivo y de control del poder”, el mejor camino con ella sería
que desaparezca.
“O que este adefesio, que ya
está encaminado, pudiera bien morir como un producto que fuera el resultado de
un consenso; sería una manera de enderezar el entuerto. Ojalá que el gobierno pudiera
comprar eso y abrir un amplísimo debate en torno a la Constitución y tener
disposición de consensuar un texto” que sirva como elemento de cohesión.
Chávez, el último líder
—¿Hay liderazgo en este
momento en el país? Pareciera no haberlo ni en el chavismo ni en la oposición.
—Hay un vacío muy grande de
liderazgo, eso es un proceso largo que se fraguó en primer lugar en la
decadencia de los viejos partidos por pugnas internas, divisiones y
agotamiento. Además, perdieron lo más importante de un partido, que es el
elemento cohesionador que es el elemento doctrinario, programático, ideológico.
Entonces los partidos se convirtieron en maquinarias políticas para ganar
elecciones, absolutamente desideologizados.
A eso se añadió la
antipolítica: “Grupos económicos y mediáticos que se encargaron de liquidar la
democracia pensando que esa eliminación iba a llevar agua sus molinos, y en eso
se formó el fenómeno Chávez que fue, en gran medida, consecuencia de ese
inmenso vacío que los errores, el descrédito de los partidos y la campaña que
se hizo contra ellos. Venezuela en estos 18 años no ha podido reconstruir un
liderazgo que sintonice con la gente”.
—¿Habla de todos los sectores?
—Claro, yo creo que Chávez fue
el último líder que tuvo el país porque en esa Venezuela atormentada de los 90,
que ya tocaba fondo desde el punto de vista de las angustias y los
padecimientos de la gente, los interpretó. Además Chávez introdujo un elemento,
yo que lo conocí tanto creo que fue producto de su zamarrería, de su viveza,
que fue que le habló a la gente horizontalmente: él como parte de la gente.
Todos los liderazgos que había tenido Venezuela siempre hablaban desde arriba y
el pueblo abajo, el líder que los orientaba desde arriba. Chávez logró
establecer una relación horizontal, creo un relato de sí mismo donde se
mezclaban verdades, medias verdades y mentiras. Él amalgamó todo eso y
construyó un relato que le llegaba a la gente, que decía: “este es como yo
porque ha sufrido como yo”.
—¿Ahorita no hay ningún líder
así?
—Ninguno, ni en el chavismo ni
en la oposición porque es una oposición elitesca que les da prioridad a sus
agendas por encima de las necesidades de la gente. La gente anda comiendo en la
basura y los políticos por arriba hablando de la ley tal o de la ley cual.
Ellos van por un rumbo y la gente por otro.
Para Jiménez, hasta la fecha
“nadie ha llenado el vacío de Chávez”.
—Ahora, si hay una crisis de
liderazgo, tanto en el chavismo como en la oposición ¿hacia dónde nos puede
llevar eso?
—Yo creo que eso se va a ir
dando, va a ir madurando, gestándose. La gente cree que esta es la peor
situación que ha vivido Venezuela; claro que es la peor para nosotros que la
estamos viviendo. Pero, yo que me he dedicado a estudiar y a indagar en nuestra
historia puedo decir que Venezuela ha vivido periodos terribles. Quizá lo
mejorcito fueron los 40 años de democracia porque tuvimos convivencia, cultura
democrática, avances, modernización, pero el resto de la historia del país es
una historia incivil, bárbara. El siglo XIX fue una matazón, lleno de sátrapas,
de caudillos. Los primeros 35 años del siglo XX fueron dictaduras terribles de
Castro y de Gómez. Nosotros estamos pagando de alguna manera nuestros déficits
democráticos.
Visto así, Hugo Chávez “es un
monstruo antediluviano comprado por el colectivo, porque en el imaginario
colectivo venezolano siempre está el hombre fuerte, el hombre a caballo,
seguimos buscándolo”.
—Usted dice que le ve
potencialidad a Henri Falcón, pero ni siquiera dio la cara inmediatamente
después del proceso electoral del 20 de mayo. ¿Usted cree que puede recoger
esos 2 millones de votos y convertirlos en una fuerza política?
—Yo digo que tiene la
posibilidad, yo no respondo por él, desearía que lo hiciera, pero vamos a ver
si lo entiende. Eso necesita liderazgo, yo creo que él debe ponerse al frente
porque, aunque no estemos esperando el hombre a caballo, él es el referente más
importante: fue candidato, viene de capitalizar una importante votación y es el
llamado a dirigir; no a ser el caudillo, ni el jefe, sino a dirigir esa
plataforma.
—Pero tiene muchos adversarios
en la oposición. Ya hay una junta de restructuración de la MUD. ¿Cómo ve la
posibilidad de que haya una plataforma opositora antigobierno?
—Yo creo que si nosotros, toda
la oposición, somos capaces de afianzar prácticas democráticas puertas adentro,
nosotros podemos recomponer eso. En todo ese espacio opositor no son tan
grandes las diferencias, pero a veces se inventan para esconder ambiciones
personales. Nosotros tuvimos una diferencia coyuntural, que por cierto hay que
rediscutirla ahora, porque la MUD tiene que decir si está casada con el
abstencionismo crónico. Nosotros seguimos creyendo en la vía electoral,
constitucional, pacífica, cívica. La MUD tiene dos desafíos: uno, clarificar su
línea estratégica: es decir, ¿van o no van a las elecciones?, ¿van a pasar del
abstencionismo coyuntural al crónico? Porque ese es un punto que nos une o nos
divide. Y dos: ¿cuál es el esquema para esa unidad? Porque si es pasar de
cuatro partidos a siete, esa es una muy mala señal. Ellos habían anunciado una
reestructuración sobre la base de que Ramón Guillermo Aveledo, que es un hombre
muy respetable y bien formado, sería secretario ejecutivo, después lo negaron y
lo sustituyeron por una vocería rotatoria de los mismos partidos queriendo
hegemonizar. Esos partidos, lamentablemente, terminaron secando el Frente
Amplio.
—Entonces, ¿no hay
perspectivas? Un gobierno débil y una oposición débil.
—Muy débiles ambos. A veces,
así como de las fortalezas salen debilidades, de las debilidades pueden salir
fortalezas.
10-06-18
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