Por Piero Trepiccione
El nuevo presidente
de Cuba Miguel Díaz Canel ha realizado su primera visita oficial
a Venezuela. Ha sido nuestro país el primer destino al que se dirige,
esto, en lenguaje diplomático y geopolítico, resalta la
importancia que tiene para Cuba en estos tiempos su relación con Venezuela. No
es para menos semejante distinción simbólica llevada a cabo por La Habana en Caracas y
es que, durante los últimos 18 años hemos sido el soporte económico fundamental
de una isla que vivió tiempos difíciles luego de la caída del Muro de
Berlín y el desvanecimiento de la ayuda de la extinta Unión
Soviética.
Con el
apalancamiento petrolero brindado por Venezuela en términos de
financiamiento y suministro para la reventa, Cuba pudo sortear tiempos
complejos en su economía y relanzar sus aspiraciones geopolíticas en
el Caribe y en toda América Latina. Una nación que había quedado
aislada en el marco de la “guerra fría” y con escasa influencia en la región,
pudo restablecer conexiones de poder y pasó a jugar duro como actor de primera
línea frente a la diplomacia estadounidense.
Cuba, además, afianzó
relaciones globales con Rusia y China para distorsionar los
equilibrios hemisféricos y para ello ha jugado con su influencia sobre
Venezuela que se ha convertido en todo un modelo inédito en materia diplomática
y geopolítica. Una isla de menor dimensión económica, territorial y
poblacional ejerce una especie de control que hace direccionar el manejo de la
política interna y externa de un país de mayor economía, población y
territorio. Para ello, la diplomacia cubana ha convertido a Venezuela en una
ficha de ajedrez geopolítico y geoestratégicoque mueve de acuerdo
a sus intereses de Estado.
Los cubanos aprendieron muy
bien de sus maestros soviéticos a jugar el ajedrez. Lo están demostrando a
cabalidad cuando usan su influencia sobre Venezuela para apuntalar sus
intereses en toda la región. Hoy en día, en todas las cancillerías del
hemisferio occidental activadas en relación con la crisis política y económica
de nuestro país se sabe que cualquier negociación que se lleve a cabo con los
actores internos de la política venezolana pasa por llamar a La Habana.
Esto significa que hemos
perdido la capacidad de negociación propia para sustituirla por un modelo de
tutelaje que algunos podrían llamar “metrópoli-periferia”.
La forma en que Díaz Canel
fue recibido por Nicolás Maduro da cuenta de esta explicación. El
presidente visitante se ha comportado como el jefe de la metrópoli y el
anfitrión ha sido el representante de la periferia. Un comportamiento
diplomático de esta naturaleza difícilmente pueda tener una explicación desde
la lógica del poder, pero sin duda, muestra como se pueden cometer semejantes
errores en la conducción de un país aparentemente soberano que deja de serlo
para jugar un rol de ficha ajedrecística. Este tema tendrá incidencia en el
corto y mediano plazo en la crisis política actual.
03-06-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico