Por Simón García
Henry Ramos, en una reciente
intervención en la Asamblea Nacional habló de la importancia de la unidad y de
la necesidad de un debate, duro y franco, para lograrla. Por su parte, Henrique
Capriles enfatizó en la urgencia de abordar el tema desde la perspectiva de
hacer evolucionar el concepto.
Las declaraciones de ambos,
líderes de dos organizaciones con peso político de primer orden, hacían
presumir que la fragmentación de la oposición ante el proceso electoral podía
ser superada. No resultaría fácil, pero de lograrse significaría un paso de
avance.
Durante dos meses, vistos
desde mi observación, un sector de la oposición consideró más decisivo cerrarle
el paso a Falcón que examinar si electoralmente era viable derrotar a Maduro.
Un hipotético triunfo del yaracuyano, registrado como posible con la abstención
por debajo del 40%, fue considerado como un descalabro para el estatus
político, en vez de oportunidad para derrotar electoralmente al régimen.
Así surgió la abstención que
finalmente obtuvo el respaldo mayoritario del 54% del Registro Electoral.
Atrapado entre el abstencionismo y un Estado moviendo todos sus tanques a favor
de la reelección de Maduro, Falcón perdió competitividad. Llegó a un 22 % de
los votos escrutados, aproximadamente el 10 % del total del REP, cifras que
desconsuelan a quienes tenían listos los tuits para masacrar al que deseaban
ver llegar detrás de Bertucci y varios bostezos después de la ambulancia, con
el aviso tatuado: hay que castigar a los disidentes.
Hacia adelante es
obligatorio ensayar formas novedosas de acción conjunta. Lo primero es asumirse
y respetarse como diversidad. Lo segundo, detener la polarización emocional dentro
de la oposición. Lo tercero, abrirse a la acción conjunta en cada situación
donde sea necesaria
Está en juego el rescate de
la democracia y la vigencia del Estado de Derecho, destruido sistemáticamente
por el régimen. La salvación de Venezuela sólo será obra colectiva y no un
retorno al caudillo. Por ello la importancia de afianzar una alternativa con
una dirección política colectiva y diseminada.
La idea de liquidar al
régimen, aplastando al chavismo y cerrándole el camino hacia la democracia
conduce a la violencia. La legitimidad de la violencia no proviene de la ley
sino de en manos de quienes queden los fusiles que humearan después de las
batallas.
Ya está en puertas el debate
que probará nuevamente la capacidad de abordajes y respuestas diversas, pero
unitarias. Maduro, desesperado por ablandar las sanciones internacionales,
entrará en una fase de liberación de presos y pudiera autorizar la recepción de
ayuda humanitaria. Esto luce suficiente para que la oposición exija ampliar los
cambios a otros ámbitos, sin abandonar sus esfuerzos por ser coherente, eficaz
y útil a la población asediada por la sobrevivencia. Pero no todos estarán de
acuerdo.
El mejor palo para golpear
al Gobierno es la crisis. La situación de la gente, su defensa, su organización
y el apoyo a sus luchas es la legitimidad de hecho que deben satisfacer las
tres oposiciones. Ojala que todas puedan saltar de las redes a meterse en la
tragedia social que nos destruye.
03-06-18
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