Enrique
J. Partidas Daboin 29 de julio de 2018
@PARDAGO
Tuve
la suerte y la bendición de ir a Venezuela por 6 días. Fue un viaje
extremadamente corto, extremadamente intenso y absolutamente increíble. Pasé a ver en ese tiempo, desde la fase de lo
“medio bonito”, hasta ver una pequeña parte de la espantosa realidad. Siempre
estaba ante mis ojos una crisis, la constante de la gente delgada, siempre me
hizo ruido, hasta que ví con mis ojos la necesidad.
Personalmente
me siento muy responsable de abandonar a mi gente, si, estoy consciente que he
sido parte del gravísimo problema de lo que nos pasa en Venezuela. Me he hecho la vista gorda antes la necesidad
que viven mis hermanos venezolanos por la eterna excusa de dejarme llevar por
mi círculo que me decía, una y otra vez que no fuera a Venezuela. Como dejé de ir por 3 años, me dejó de
interesar leer tantas noticias de Venezuela, dejé de ver CNN en Español, dejé
de seguir en redes sociales a activistas políticos y comencé a sumergirme en mi
mundo de problemas cotidianos bastante mundanos a decir verdad. Me dejó de importar Venezuela, y lo digo con
propiedad. Cuando estaba camino al
aeropuerto, hasta me dio miedo en montarme en el avión. Recé a Dios, seriamente, para que me dejaran
pasar las maletas llenas de medicinas, y esperaba con ansias ver el Cerro
Ávila, esa montaña majestuosa que nos da vida a todos los caraqueños. Mi mayor deseo era compartir todas las horas
de mis días con mis sobrinos y de realizar algunas diligencias que tenía
pendiente, como ir a mi apartamento, revisar materiales , disfrutar del sabroso
clima de Caracas y ver si cazaba con la mirada a las guacamayas que siempre
cruzan Caracas de lado a lado…que iluso fui…poco de ello se cumplió.
Llegué
y vi a los que veía como mis sobrinitas en mujeres, mi sobrinito, ya es un
chamo de 13 años con la voz ronca. Mi
decisión de abandonar Venezuela, me hizo perder el crecimiento de esos niños. Desde hace algún tiempo, he procurado tener
algún tipo de cercanía, pero chamos ya dejaron de serlo, ahora son grandes y
aunque me ha ido bien en el proceso de acercarme a ellos, me ha costado. Mi decisión me hizo perder lo que nunca se
recupera…el tiempo.
Pude
ver el Cerro Ávila, pero entre tanto desastre, lo olvidé muchas veces. Me quedé sorprendido con el verde de la
naturaleza y lo que siempre procuraba ver era el cielo. Me sorprendí lo extremadamente caluroso que
era Caracas, sudé como nunca. Aprendí que
me acoplé a México, y dejé de disfrutar ese clima que siempre extrañé…otra
batalla perdida.
Procuraba
cazar la guacamayas, y de verdad las vi pero muy lejos, sin embargo, vi los
zamuros, había olvidado por completo que siempre daban rondas en las montañas. Recordé el ruido de los grillos y las ranas,
olvidé por completo que somos un país tropical, y eso me dolió más…aun no
entiendo por qué preferí el clima desértico de CDMX con tres climas en un día y
abandonar por completo, hasta olvidar el clima de mi ciudad..
Visité
mi apartamento, en donde comenzó la idea de ser emprendedor. Me impactó lo mucho que construí en ese
espacio y lo muchísimo que dejé. Comencé a ver fotos, cuadros, retratos,
entrevistas que me hicieron, cientos de dolares invertidos en equipos que el
tiempo llenó de polvo. Pude saludar a mis vecinos, algunos preocupadamente
flacos, ver el desgaste del edificio y me volvió a llegar a la cabeza, ¿por qué
yo los abandoné? ¿Por qué acepté olvidar todo eso?
Estando
en el extranjero, he sido un crítico de mi familia que ha optado por quedarse
en Venezuela. No se los decía tanto a
ellos, pero sí a mi círculo cercano. No
saben cuánto me arrepiento de ello. No
sólo están trabajando por mantener una Venezuela que ha sido olvidada por
muchos venezolanos que vivimos afuera, sino que también, ellos allá ayudan al
que no tiene. Consideré que mi juicio
era más importante, pero en este viaje aprendí que alimentan a familias
enteras, ayudan en hospitales, y hacen eventos.
Si hubiesen seguido mi consejo de irse, seguramente algún venezolano que
ayudan, ya no estaría con nosotros, o su padecimiento de enfermedades sería más
fuerte, otra lección que me dio la vida, dejar de juzgar y apreciar más.
Después
de todo lo vivido, la vida me dio una cachetada y me enseñó que NO DEBEMOS
ABANDONAR A NUESTRA GENTE. Todos los que están allá están solos y muy
desesperanzados. Cuando vives afuera,
muy poca gente te invita su casa y te hacen una torta como me lo hicieron a mi,
muy poca gente te da lo mejor que tienen, muy poca gente te da sonrisas de
gratis. Yo obtuve todo eso y más y sigo
preguntándome por qué permití la desidia y el desapego y recordé, que era más
fácil olvidar, que aceptar.
Los
invito a todos los que me leen que sean parte del cambio, enviando medicinas,
llamándolos de vez en cuando o si es posible, visitándolos. Venezuela necesita del que tiene y del que no
tiene, del que es amable y del que es positivo.
No olvidemos a nuestra tierra, porque ¿si el gobierno se encargó de
separarnos, por qué muchos de los que estamos afuera, nos estamos encargando de
olvidarlos? no lo merecen, ni ellos, ni nosotros. Seamos el cambio, no
terminemos de apagar la luz, cuando no todo está perdido.
Enrique
J. Partidas Daboin
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