Juan Guerrero 26 de julio de 2018
@camilodeasis
En la
más reciente información sobre la posición de las universidades
latinoamericanas en el ranking académico internacional, entre las primeras 100
instituciones, solo aparecen 2 centros académicos venezolanos, la Universidad
Simón Bolívar (39) y la Universidad de Los Andes (61), descendiendo 13 y 15
posiciones, respectivamente.
Los
primeros puestos están ocupados por centros universitarios de Brasil, México,
Argentina, Chile, y hasta Jamaica que viene a suplantar el puesto ocupado por
la Universidad Central de Venezuela, que queda fuera de las primeras 100
universidades latinoamericanas.
Semejante
descalabro es consecuencia de un sistemático y sostenido plan del régimen
totalitario venezolano para controlar, al costo que sea, la universidad
republicana, democrática, autónoma y pública. El cerco por insuficiencia
presupuestaria y sueldos que en promedio alcanzan, entre 2 y 3,5 dólares al mes
para el personal docente, administrativo y de servicio, además de las
miserables becas a los estudiantes, que apenas sobrepasa 1/4 de dólar,
imposibilitan los procesos de optimación en la investigación, extensión y
docencia.
Aunado
a ello la infraestructura universitaria no recibe mantenimiento ni servicios,
tanto a su edificación como de áreas verdes. Esta realidad es dolorosamente
palpable en centros académicos, como el Instituto de Medicina Tropical de la
Universidad Central de Venezuela, donde los continuos robos están desmantelando
lo que ha sido un centro académico de referencia mundial en el estudio de
enfermedades tropicales.
Semejante
es la realidad que se observa en los talleres de formación de la facultad de
Arquitectura y Urbanismo. Murales de prestigiosos artistas se encuentran
deteriorados. El área de la biblioteca con libros, revistas, pupitres y mesas
rotas junto con todo el área sucia y completamente descuidada.
En el
estado Bolívar, la Universidad Nacional Experimental de Guayana no escapa a
este dantesco y espeluznante espectáculo de deterioro y marginalidad. En su
sede de Puerto Ordaz (Villa Asia) las aulas básicas fueron clausuradas por
riesgo de siniestro y en la actualidad se están cayendo a pedazos. Los antiguos
espacios que eran para uso del personal docente (cubículos) fueron
transformados en aulas y los profesores quedaron sin tener dónde ofrecer sus
asesorías académicas. Las sedes más remotas, como Caicara del Orinoco y Santa
Elena de Uairén, en los límites con Brasil, están prácticamente vacías porque
gran parte del personal junto con estudiantes, se han ido, y no precisamente
por falta de interés en la academia. Es que el hambre de todo tipo,
principalmente el de alimentos, en la práctica los excluye del sistema
universitario.
Por su
parte, en la facultad de Veterinaria de la Universidad Centroccidental Lisandro
Alvarado, en la región central venezolana, hace tiempo que los cuadrúpedos y
rumiantes fueron robados, descuartizados, cocinados y comidos. En la facultad
de Agronomía, las plantaciones experimentales, junto con los sistemas de aires
acondicionados, ventiladores, fueron sustraídos, así como las baterías y
cauchos de los vehículos, usados para transporte y prácticas de campo.
La
crisis del sistema universitario venezolano no es solo por el obsceno sueldo
que se le viene cancelando al personal docente y de investigación, personal
administrativo y de servicios, así como la asignación de becas de hambre a
estudiantes. Es también el precario presupuesto que el Estado venezolano, a
través del régimen totalitario, envía –casi siempre con retraso- a las
universidades.
Eso se
traduce en la cancelación de sueldos y salarios que no permiten vivir
dignamente. Todo el presupuesto y pago está absolutamente centralizado y
controlado por las autoridades gubernamentales del régimen.
En
tales circunstancias no hay posibilidad para actualizar los servicios
bibliotecarios. Tampoco la dotación para laboratorios ni mucho menos, para
adquirir materiales, equipos y suministros a los centros de investigación de
alta tecnología. Ni pensar en enviar investigadores para cumplir pasantías en
universidades y centros científicos, tecnológicos y humanísticos en
universidades extranjeras.
Por otra
parte, la única vía que poseen los docentes-investigadores y estudiantes, tanto
de pre como de postgrado, es la Internet. Sin embargo, en muchas universidades
por falta de pago, este servicio no existe o está intermitente o, lo más
doloroso, censurado en aquellos centros controlados ya por el régimen.
Cuando
hemos escrito sobre las condiciones de vida casi infrahumanas de la gran
mayoría de los docentes-investigadores universitarios, tanto activos como
jubilados, muchos en franco proceso de desnutrición por falta de alimentación
continua, balanceada y nutritiva, es porque la realidad es notoria, pública y
comunicacional. Esta otra cara es el rostro espiritual que está presentando el
Alma Mater en Venezuela. El abandono es acelerado en todas sus facultades,
escuelas e institutos.
Por
ello no es de sorprender que por estos días los investigadores de un centro de
investigación de primerísimo nivel académico como el Instituto Venezolano de
Investigaciones Científicas (IVIC), conocido internacionalmente, debieron salir
de sus aulas y laboratorios a protestar por sus bajos sueldos y la
insuficiencia presupuestaria.
La
dolorosa realidad nos está indicando –esto venimos advirtiéndolo desde hace
unos cuantos años- que la excelencia de la educación universitaria en Venezuela
está deteriorada a tal extremo, que el sistema universitario nacional se ha
transformado en la práctica, en un gigantesco liceo donde solo es posible
medianamente, dictar docencia de aula. Esto, aun con la precariedad de no
contar, ni con suficiente ventilación ni luz en aula, ni marcadores, ni
borradores, ni material audiovisual, ni hojas para suministrar a los
estudiantes en ciclos de exámenes.
Sin
embargo y aun con esta tragedia universitaria, tenemos que empujar adelante la
rueda del proceso académico en la producción de conocimiento y orientar hacia
un cambio radical para imponer, desde la razón y la justicia, una educación de
excelencia académica y de primer nivel. Todavía tenemos en nuestro país
personal profesional capacitado y dispuesto para asumir el compromiso y superar
la emergencia universitaria.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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