Trino Márquez 25 de julio de 2018
@trinomarquezc
El
encuentro entre Henrique Capriles, Henri Falcón, Henry Ramos Allup, Tomás
Guanipa, Julio Borges y Leopoldo López, estos dos últimos vía skype, en la casa
de Vicente Díaz, debería constituir el primer paso para el relanzamiento de la
dirigencia opositora, en proceso de disolución desde 2017, cuando las protestas
a lo largo de cuatro meses, con un saldo de más de 130 fallecidos, no lograron
el objetivo de provocar la renuncia de Maduro o elecciones presidenciales
adelantadas, con un CNE imparcial. Esas manifestaciones ni siquiera pudieron
mover un milímetro la intransigente postura del régimen, obstinado en mantener
sus políticas destinadas a implantar la dictadura socialista del siglo XXI.
Después
de ese extenuante ciclo de luchas, la única propuesta del gobierno fue convocar
para el 15 de octubre la elección de gobernadores prevista en la Constitución,
con el mismo CNE de siempre y bajo la condición de que quienes triunfaran
tendrían que juramentarse ante la asamblea constituyente. La oferta vino
acompañada con un caramelito de cianuro. Los resultados los conocemos. El
fracaso de las protestas y las diferencias dentro de la MUD condujeron a la
desmovilización del electorado y a la abstención de amplios sectores,
especialmente de las clases medias. Los resultados finales arrojaron un número
de gobernantes regionales mucho menor que el proyectado por las encuestas y el
abrigado en su fuero interno por los aspirantes. Sólo se obtuvieron cinco
gobernaciones. Para colmo de males, el mandatario electo por el Zulia, Juan
Pablo Guanipa, fue destituido por la constituyente, siendo remplazado
posteriormente por un señor llamado Omar Prieto, que parece traído de una
caverna. El estado más importante del país se quedó sin el líder que la mayoría
del pueblo eligió. La onda expansiva de la desmoralización se extendió hasta el
10 de diciembre, cuando se celebraron los comicios de alcaldes. De nuevo el
gobierno mostró cohesión, mientras la MUD se llenó de dudas que condujeron a
una nueva y aplastante derrota.
Envalentonado
por los triunfos electorales sucesivos y por el fracaso de la ronda de
conversaciones en República Dominicana, el régimen decidió aprovechar el
desconcierto opositor para llamar a las elecciones del 20 de mayo. De nuevo la
oposición fue asaltada por las dudas. Se fracturó. Otra vez el clan madurista
salió fortalecido, gracias a la parálisis
opositora.
El
sacrificio infructuoso de los manifestantes de 2017 y las sucesivas debacles
electorales, condujeron al desmembramiento de la MUD y a la fractura de la
dirigencia democrática. Insólito que el desmembramiento ocurra en medio de la
crisis más atroz padecida por los venezolanos desde la Guerra Federal, a
mediados del siglo XIX, y frente al gobierno más inepto, desprestigiado y
corrupto del que se tenga memoria. La hemiplejía de los dirigentes políticos no
ha aplacado la furia popular. Diariamente se registran más de cuarenta
protestas en todo el país. Las enfermeras fueron a la huelga hace más de tres
semanas. Los trabajadores de Corpoelec encararon las amenazas y chantajes del
régimen. Los profesores universitarios luchan. Numerosas ciudades y pueblos del
interior se han convertido en campos de batalla donde se le reclama al gobierno
la falta de agua, luz, gas, transporte colectivo, medicamentos. La
hiperinflación pulverizó el ingreso de los venezolanos.
Este
es el contexto global, sintetizado de forma muy apretada, en el cual se convocó la reunión de quienes van quedando de
los líderes democráticos. Esos dirigentes -que a pesar de haber perdido mucho
prestigio- son los mejores calificados en las encuestas de opinión. Su
liderazgo continúa siendo reconocido. No aparecen nuevos rostros, y algunos de
los ya habituales, no terminan de convertirse en referencias nacionales
significativas.
La
reunión en si misma fue importante. Un síntoma de que, si no la MUD, al menos
los dirigentes más conocidos de quienes la integran (o integraron), aún están
vivos. No se han rendido, ni están de reposo indefinido.
Resulta
insólita, aunque esperable, las críticas mordaces y desconsideradas de un grupo
de extremistas descerebrados, que viven soñando con invasiones ficticias y
rebeliones apocalípticas que nunca ocurrirán, y ojalá jamás sucedan. Lo que
acontece en Siria y Nicaragua es lamentable. El sadismo de los déspotas que las
gobiernan está causando la ruina de esas
dos naciones. A Siria le costará décadas recuperarse. Nicaragua saldrá del
conflicto aún más miserable.
La
reagrupación y el relanzamiento de la MUD, o de cualquier otra plataforma
unitaria, constituyen pasos previos esenciales para que la democracia vuelva a aparecer
en el horizonte como una conquista factible. Con una dirigencia atomizada,
quebrada, la llama José María Aznar, es imposible romper el monolitismo del
gobierno y provocar el cambio de este régimen por uno en el que predominen los
principios republicanos.
Los
dirigentes deberían persistir en su esfuerzo unitario, realizar las
incorporaciones y consultas necesarias, y presentarse ante la nación con un
programa y una política informativa que vuelva a cautivar a los venezolanos.
Obvien a los extremistas. Hoy lo más importante son esos millones de
venezolanos que padecen, sin esperanzas de redención, los estragos causados por
Maduro y su grupo, y cuya esperanza reside en fugarse al exterior o adaptarse.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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