CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ 24 de julio de 2018
@CarlosRaulHer
El pisapasito en estos 30 años guardó
cómodo silencio mientras las élites devastaron. No se ocupa de qué se dice sino
de no irritar al que mete la pata...
Desde
1958 hasta la ruina de la ilusión chavista en el poder, demasiados
intelectuales fueron esenciales para la destrucción de la democracia. Siempre
se inclinaron ante la bestia, en 1998 hicieron grandes esfuerzos en su favor, y
utilizaron sus habilidades para desacreditar las instituciones y los
dirigentes. En ese período horroroso del linchamiento a la democracia y
sacralización de la pesadilla emergente, el país se permitió tener como orientadores
a algunos bachilleres ilustrados con enormes lagunas intelectuales. Nuestros
Savater, Aron o Berlin a duras penas habían terminado el bachillerato. He aquí
el resultado.
Algunos
eran diestros en urdir divertidas crónicas costumbristas y la sociedad ayuna
los graduó de pensadores en los periódicos, la radio y la televisión, donde sus
fallas e insensateces se potenciaron en letales. Los truncos personajes se
dieron la mano con otros que si tenían credenciales solo que envenenadas con
resentimientos históricos, y empujaron juntos hacia el mismo barranco aunque
después, vaya en su descargo, algunos se arrepintieron. El bipartidismo había
hecho la hazaña de convertir en 40 años un país atrasado en el más moderno de
Latinoamérica, modelo democrático. Y en 1989 arrancaba la corrección de las
deficiencias del sistema.
Pero
para bloquear el cambio definitivo que vivía Venezuela a fines del siglo XX,
desataron su patética ofensiva contra el “neoliberalismo” y la “corrupción”.
Energúmenos contra la descentralización, la apertura económica, la reforma del
Estado, hicieron que Venezuela fuera el único país donde fracasara la llamada
primera generación de reformas, lo que definió la calidad de sus élites.
Acomplejados frente a las luminarias de papel, los partidos permitieron que
cundiera la falacia de que la democracia era un degredo. Hace poco varios del
club de los arrepentidos, frente al retiro de AD de la MUD, repetían argumentos
de cuando amaban locamente a Chávez.
Los sabios van atrás
La
idea de que los intelectuales encarnan la razón crítica toma cuerpo en la
modernidad porque lo eran. Enfrentaron el oscurantismo con la ciencia, el arte
y la filosofía para exorcizar el medievo tenebroso. Voltaire es por ello tal
vez el epítome de lo que no por casualidad se llamó Iluminismo o Ilustración y
por su compromiso con las ideas modernas, la verdad, la razón, la honradez
intelectual, recibió palizas y encarcelamientos. Un duque quiso humillarlo en
una fiesta al preguntarle -“Voltaire, Voltaire… la verdad es que no me suena su
nombre… ¿De dónde es su familia?” -y Voltaire respondió- “no, la gloria de mi
nombre comienza conmigo mientras la del suyo termina con Ud.”.
Por la
osadía se llevó una paliza y ocho meses en la Bastilla. En vez de luces, muchos
aquí han sido huecos negros. Solo la hecatombe del chavismo permitió a muchos
intelectuales locales entender lo que su razón no podía, pese a que los
aplastaron los ladrillos del Muro de Berlín en 1981. Quedan retratados en la
mujer alemana de Adiós a Lenin, que despertó de un coma años después de la
caída del comunismo y no entendía nada. Desactualizados, de insuficiente
formación, ahogados en dogmas, aun creían en sus mentiras, nos las impusieron
en 1989 y siguen sin ver ni un milímetro más allá de análisis político de peluquería.
A cada
burrada, los iluminados, expertos, asesores, sabios, se ponen a la cola,
corean, aplauden, y ruedan. En 2016, cuando comenzó el bandazo hacia “calle,
calle, calle”, recomendaban mentecaterías tales como trancar autopistas, y un
enjundioso artículo del momento sostenía que la oposición se había hecho
conservadora y tenía que salir a batir el cobre. Hoy, confundidos por las
complejidades, por fortuna se dedican a intrascendencias con tono sabio, pero
no lesivas. Hay otro filum que no quiere disgustar a los jefes y practica la
prudencia de Celestina. Es el pisapasito, acomodaticio, corcho que flota por no
tener identidad. Sobrevive (para nada).
Bárbara Arman @Unabarbara
El
pisapasito en estos 30 años guardó cómodo silencio mientras las élites
devastaron. No se ocupa de qué se dice sino de no irritar al que mete la pata y
mientras él no decía nada disonante y evitaba perturbar a la tripulación del
Titanic, la nave se hundió. Es conocido que todopoderoso Alejandro Magno le
dijo a Diógenes “pídeme lo que quieras” -a lo que el sabio respondió -“que te
apartes para que no me tapes el sol”. El emperador remató la escena con estas
palabras: “si yo no fuera Alejandro, quisiera ser Diógenes”. Esa fue la
inspiración de los filósofos de la Ilustración frente al poder. Así cumplieron
su trabajo según estipuló Weber. Decir la verdad aunque duela.
Y
ahora el terrible aterrizaje en una realidad llamada Bárbara Arman: “Siempre me
reinvento /Busco mi luz entre las tinieblas/Cuando me caigo, aunque esté
herida, me levanto/He renacido de las cenizas/He recomenzado de la nada
misma/He reencendido la esperanza/cuando ésta era tan solo una llama
moribunda”. Son las últimas palabras rotas de Bárbara Arman. Herida, con el
alma sangrante, no soportó la mordida de la última víbora. No tuvo fuerza esta
vez frente la turba, el colmillo del lobo despreciable, la crueldad, y decidió
apagar la llama para siempre. Ojalá su historia se conozca y neutralice el
veneno en las redes sociales.
Carlos
Raúl Hernández
@CarlosRaulHer
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