Fernando Camino Peñalver 30 de julio de 2018
@fernandocaminop
Después
de vivir un bienestar ficticio, a partir de 2013 nuestra población ha venido
empobreciéndose año tras año, el año pasado llegamos a más del sesenta por
ciento de pobreza extrema. Lamentablemente para este año se estima un
crecimiento de más del ochenta por ciento, es decir alrededor de 25 millones de
nuestros habitantes, estarán imposibilitados de poder adquirir los alimentos
suficientes para consumir las calorías necesarias para su normal desarrollo
vital.
La
hiperinflación ha diluido el ingreso familiar hasta llegar a ser casi
inexistente el poder de compra del salario mínimo integral, ya no hay aumento
que valga. Al día de hoy el salario mínimo integral mensual tiene un valor de
menos de dos dólares. Para los organismos internacionales dedicados al combate
de la pobreza mundial, una familia es pobre cuando su ingreso diario es menor a
dos dólares, es decir inferior a sesenta dólares al mes. Si midiéramos la
pobreza familiar por el ingreso mínimo mensual, diríamos como dicen los chamos:
los venezolanos somos “superpobres”.
El
consumo de bienes y servicios está descendiendo en un 10% anual desde hace
cinco años debido a la escasez y a los altos costos, y la capacidad de la
producción interna cayó en un 50% desde 2013. Los niveles de importación se han
reducido por falta de divisas a pesar del aumento del crudo en más de un 70%,
en relación a 2016, esto se debe a la quiebra de Pdvsa. Estamos en un país
empobrecido e imposibilitado de subsistir a corto plazo. Venezuela ya no es un
país rico y mucho menos su población.
Hemos
llegado a esta crisis porque el régimen despilfarró nuestra riqueza petrolera y
además quintuplicó la deuda externa. Más de mil millones de millones de dólares
fueron malversados y hurtados por el mecanismo de corrupción nacional e
internacional implantado en beneficio del “socialismo del siglo XXI”. Mientras
saqueaban al país, la población lo que recibió fue migajas del despojo más
grande del que haya sido víctima nación alguna sobre la tierra.
Pero
los petrodólares eran tantos que las migajas sobrantes del festín del
despilfarro y de la corrupción, lograron crear una percepción de prosperidad en
parte de la población. La oferta de alimentos subsidiados, importados casi
todos, lo podían obtener los sectores más vulnerables de nuestra población,
gracias a las dádivas otorgadas bajo el nombre de misiones. Como se hace en una
vulgar estafa, mientras el régimen mantenía “distraída” a una gran parte de la
población con comida barata, dinero fácil y dólares preferenciales para
cualquier cosa, destruía implacablemente a los sectores de la producción
interna y a las empresas nacionales generadoras de divisas. El resultado de
este manejo irresponsable de esta “política económica”, es el sufrimiento de la
población debido a la crisis humanitaria que padecemos y que va en vía de
convertirse en emergencia humanitaria.
De
nada nos valió contar con un capital humano valioso, que convirtió a Pdvsa en
la segunda empresa petrolera del mundo y que logró abastecer nuestro país en un
85% de alimentos. Tampoco nos valió poseer las reservas petrolíferas más
grandes del mundo, de contar con cerca de quince millones de hectáreas con
vocación productiva y con un gran potencial minero y turístico. De nada nos
vale ser un país poseedor de gran cantidad de jóvenes talentos y ser dotados de
recursos inconmensurables por la naturaleza. No, ningún privilegio vale, si
tenemos este régimen inepto y corrupto que arruinó al país y que pretende
seguir destruyéndolo.
Nuestra
nación nos está exigiendo urgentemente que atajemos de una vez por toda la
liquidación de nuestras riquezas. Esto
tiene un punto de partida: cambiar al régimen actual por un Estado Democrático.
Si
hacemos las cosas bien tendremos resultados favorables para detener el colapso
de la nación: Corrigiendo los desequilibrios macroeconómicos podemos mostrar
capacidad de pago a los acreedores de la deuda externa, para reestructurarla y
lograr mejores condiciones de pago en beneficio de ambas partes. Negociar un
programa de asistencia extraordinaria con el Fondo Monetario Internacional,
similar al de Grecia y Argentina. Esta ayuda nos permitiría acceder a
financiamientos del Banco Mundial, el BID y la Corporación Andina de Fomento. Y
como ahora somos un país pobre con un alto nivel de endeudamiento, podemos
recurrir a un recurso establecido por la comunidad internacional, para rescatar
países con problemas de insolvencia como el nuestro: las donaciones como las
que fueron recibidas por países como Palestina, Irak, Zambia, Siria o Haití.
La
primera prioridad del Estado Democrático debe ser el abastecimiento de
alimentos y medicinas. Para solucionar el abastecimiento de alimentos se debe
canalizar la ayuda humanitaria para los sectores más vulnerables. Y adelantar
una importación masiva de materia prima y de insumos para aprovechar la
capacidad instalada de la agroindustria. Así como la importación de
maquinarias, repuestos e insumos agrícolas para iniciar la recuperación del
sector agrícola y pesquero de nuestro país, para ir sustituyendo las
importaciones por producción nacional. Tenemos los planes, los proyectos, los
recursos están allí para cuando volvamos a ser un Estado Democrático.
Fernando
Camino Peñalver
@fernandocaminop
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