Por Mirla Pérez
Vivo en Petare hace casi 25
años, la mitad de mi vida. Por implicación y afectividad me siento petareña. Mi
barrio es pequeño, de tramas comunitarias cortas, rodeado de montañas, con una
vista privilegiada hacia el Avila, con manantiales subterráneos, con una enorme
capacidad de sobrevivencia y organización. Una comunidad construida por su
propia gente. Aunque la naturaleza la ha dotado de recursos, el gobierno la ha
sometido a la pobreza más absoluta.
En los últimos dos años, por
razones de investigación me he comprometido mucho más con esa parte del Petare
populoso, lleno de gente, en el que se entrelazan fronteras de distintos
barrios. Esa enorme geografía humana que te impide saber con exactitud cuándo
estás en Carpintero, San Blas, Juventud Bolivariana o el Nazareno. Lo que es
inconfundible es esa capacidad de relación y convivencia con la que te topas apenas
te acercas.
La satisfacción está en la
relación afectiva que se produce rápidamente, pero en unas condiciones de vida
adversas, precarias, sometidas a una gran pobreza. El encuentro es siempre un
capullo que se abre ante nuestra mirada, eso es lo bonito de Petare, su
humaneza, su disposición a luchar y vivir a pesar de las dificultades.
Mientras atravieso esa enorme
calle que me lleva desde Mezuca pa’ rriba, comienzo a ver una diferencia
sustancial respecto a otros tiempos: basura que casi se come la calle, colas de
gente esperando al CAMIÓN, ya no hay transporte público, en la cara de la gente
se ve el dolor y el “enorme sacrificio que hay que hacer para medio vivir” es
una frase que se repite apenas profundizamos el diálogo.
La impresión que va quedando
es la de estar en medio de un desastre, un sistema político empeñado en
eliminar todo un modo de vida, la humanidad de nuestro pueblo se resiste a ser
animalizada y sometida a la pura satisfacción de las necesidades básicas,
aunque se pelee por la sobrevivencia. Basta acercarte y conversar para que
emerja el enorme sufrimiento y soledad que ha dejado el socialismo a su paso,
pero en medio de la catástrofe te encuentras con la persona, con esa
inconfundible manera de vivir, pensar y soñar del venezolano popular.
En esta ocasión no solo me
centraré en esa parte del poder que atenta diariamente contra la convivencia,
sino con la otra parte de la historia que hace evidente el desencuentro
permanente entre élite y pueblo. Hoy una élite socialista aniquiladora; ayer
una élite que fue incapaz de ver humanidad en el otro. De esta última todavía
quedan resabios.
En estos días subí a
Carpintero con un grupo de jóvenes y uno me decía “pensé que un barrio era otra
cosa”, le pregunté intrigada: ¿qué pensabas que era? Me respondió: “un lugar de
malandros, por eso vengo con miedo, pero una vez aquí me doy cuenta que es
gente normal”. Otro día, se lo comento a un señor muy buena gente, profesional,
de clase media, lo que escuché de este grupo de jóvenes y me respondió: “hasta
ayer pensé los mismo, ¡qué equivocados estamos!”
Esa es la visión que del
barrio tiene un sector de la sociedad, clase media, estudiantes, profesionales,
parte de una élite que hoy se acercan con miedo, pero se acercan. Importante el
movimiento porque el estar, el relacionarse abre la posibilidad de resignificar
una realidad que se la valora negativamente, como territorios inhóspitos e
inhumano.
Quiero apostar por una élite
que sea capaz de ver más allá de sus intereses, que se deje tocar por una realidad
centrada en la persona y que apueste por la superación de las condiciones de
muerte impuestas por esta otra élite político-cultural que domina, elimina y
aniquila por completo la diferencia, la élite chavista.
El camino por construir debe
estar marcado por el reconocimiento del otro, con el mal no hay nada que hacer,
lo que toca producir está de este lado, que no nos gane la ingenuidad y que
tengamos la capacidad de abrirnos a la diferencia. El reto para los políticos y
para la gente de buena voluntad es saltar el sendero de la caridad y centrarse
en la organización capaz de superar un sistema de muerte a partir del poder de
las propias comunidades y su gente. ¿Aceptaremos el reto?
25-07-18
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