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jueves, 19 de julio de 2018

El éxodo de los médicos venezolanos, por @MBAFILE




MARIZA BAFILE 18 de julio de 2018

La medicina en Venezuela está enferma, enferma de gravedad. Faltan los insumos más básicos así como la mayoría de las medicinas. En cualquier hospital, clínica y laboratorio, los médicos y las enfermeras trabajan en condiciones inhumanas, casi peores de las que deberían enfrentar en teatros de guerra. La impotencia frente al dolor de personas quienes podrían ser curadas fácilmente si vivieran en otro país o en la Venezuela que fue, el peligro constante al que están sometidos cada vez que hacen turnos nocturnos, el desprecio por parte de un gobierno que no valora su preparación ni su dedicación y que ha transformado la salud pública en un objeto que barajea según sus intereses, han impulsado millares de médicos de todas las edades a salir del país para buscar en tierra ajena un lugar donde ejercer su profesión.

Año tras año doctores de todas las disciplinas, psicólogos, psicoanalistas, auxiliares de enfermería deciden emigrar. Lo hacen con gran dolor y generalmente después de haber intentado con todos los medios seguir trabajando para su gente y en la tierra donde nacieron.

Los postgrados, sumamente solicitados en el pasado hoy son declarados desiertos porque los jóvenes prefieren seguir su preparación en el exterior.

Según la Encuesta Nacional de Médicos y Estudiantes de Medicina realizada el año pasado, casi el cuarenta por ciento de los doctores que se han graduado en la última década ya había abandonado el país y la mayoría de los otros estaba decidida a tomar el mismo camino. Todos los galenos quienes participaron en la encuesta consideraron que el ejercicio de la medicina en Venezuela es frustrante.

Frente a ese desangre de profesionales de alto nivel la respuesta del gobierno ha sido la de acelerar la graduación de médicos que no tienen la preparación adecuada para ofrecer un servicio de calidad. Un servicio que hace la diferencia entre la vida y la muerte. 

Muchos los países que se han beneficiado del éxodo de los médicos venezolanos, desde España hasta Italia, desde Estados Unidos hasta otras naciones de América Latina. Es de estos días una noticia según la cual el gobierno de Argentina está buscando médicos venezolanos para que trabajen en la provincia de Río Negro, al norte de Patagonia, que por su posición geográfica y la rigidez del clima no representa una meta codiciada por los médicos locales.

No es el primer país que ofrece a los profesionales venezolanos la posibilidad de trabajar en áreas rurales y alejadas de las grandes capitales. Ellos, como haría cualquier otro emigrante, generalmente aceptan esas ofertas a pesar de las dificultades que comportan. Y así, mientras otras naciones se enriquecen gracias a la capacidad y profesionalidad de los doctores de Venezuela, en ese país el sistema sanitario ha llegado a niveles de grave crisis humanitaria.

El día a día de los enfermos se ha transformado en un infierno mientras el número de personas que necesita asistencia médica va in crescendo. La escasez de alimentos, de agua y de medicinas, la falta de electricidad, el deterioro general de todos los servicios públicos, están a la base del recrudecimiento de enfermedades que habían sido debeladas como la malaria y la tuberculosis entre otras.  Ni hablar de la situación que viven quienes necesitan tratamientos constantes, como diálisis, quimioterapia, radioterapia, etc.

Niños y ancianos son las grandes víctimas de una política devastadoramente ineficiente e inhumana que está desdibujando un país y anulando una sociedad entera.

La medicina fue uno de los campos en los cuales Venezuela se distinguía. La excelencia de sus médicos, constantemente informados, presentes en todos los congresos internacionales más importantes, se unía a una manera de ser cálida y profundamente humana. El doctor muchas veces se convertía en un amigo y la confianza en su capacidad era tal que muchos venezolanos, aún viviendo en el exterior, preferían regresar a “casa” tanto para un control de rutina como para enfrentar situaciones más delicadas.

Imposible hubiera sido, hace algunos años, imaginar el desastre actual.

Denunciar esta situación, pedir que llegue ayuda internacional, es imprescindible. Está en juego la vida de un pueblo entero.


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