Por Piero Trepiccione
Si le hacemos una evaluación
profunda al presidente Nicolás Maduro desde el punto de vista
netamente político, sin duda alguna, concluiremos que su accionar ha sido
verdaderamente bueno. Teniendo una desaprobación superior al 70% de
la población y creciendo; aunado a un descontento generalizadoalgo por
encima ya del 80% y sin embargo, con una capacidad extraordinaria para
mantenerse como figura centralizada y única de referencia en
el liderazgo de las fuerzas alineadas con la revolución bolivariana y
además, prácticamente diluyendo la plataforma opositora en forma de atomización
política para impedir la conexión emocional con el grueso del descontento; es
un accionar político-estratégico de enorme factura.
Haber sembrado la
discordia y la desconfianza en los líderes opositores se suma a
su pléyade de éxitos en materia de gerencia política. El subestimado sustituto
del ex presidente Hugo Chávez, ha sido más astuto de lo que muchos
imaginaban luego de haber ganado aquella apretada elección de abril de 2013
frente a Henrique Capriles. Ademá, a pesar de las diferencias internas que
traslucen con poca claridad a la opinión pública, en el seno de las fuerzas
partidarias del chavismo-madurismo, ha logrado convertirse en referencia única
dentro del espectro partidario que cubre alrededor de 20% nacional. Esta
solidificación interna le ha hecho -al menos hasta ahora- suprimir
cualquier fractura que pueda poner en riesgo
su control sobre las instituciones del Estado y
especialmente, sobre la Fuerza Armada. Vale decir entonces, que Maduro ha
demostrado ser extraordinariamente bueno en materia de gerencia política,
mantiene el poder aún con un respaldo interno y externo de legitimidad
absolutamente deteriorado.
La otra cara de la moneda, es
decir, el Maduro malo, tiene que ver con la gerencia económica del
país. Ha sido hasta ahora totalmente rebasado.
Los indicadores sociales
y económicos se han deteriorado a pasos agigantados golpeando severamente
a todos los estratos poblacionales, pero más especialmente, a los más humildes
y vulnerables. La hiperinflación está totalmente campeando sin que
medie alguna esperanza generada desde alguna corrección o cambio en materia de
políticas públicas. El aferramiento ideológico a un modelo lo ha
llevado a niveles de ceguera situacional justificando la muerte
del capitalismo como algo ajeno a la población atendida por la
política social del Estado venezolano y cerrándose a todo tipo de
reformas en el ámbito económico.
Maduro se ha negado
rotundamente a aceptar que las mismas fórmulas que han fracasado reiteradamente
durante los últimos 20 años, se pueden cambiar para transformar la realidad
económica. El pragmatismo que ha usado hasta el máximo en gerencia
política no lo ha querido desarrollar en cuanto a la economía se refiere. En
ello, ni siquiera le ha prestado atención a Ecuador y Bolivia. Su visión
ideológica de control estatal sobre la economía se ha impuesto hasta hoy a
pesar de los números rojos que múltiples empresas del Estado presentan. Su
tozudez económica no tiene parangón.
El Maduro bueno ha servido
para mantenerlo en el poder. El Maduro malo ha servido para llevar a la
población a unos niveles de calidad de vida muy inferiores a
cualquier otro tiempo histórico en los últimos cien años de vida republicana.
Esta aparente contradicción tendrá sus consecuencias. ¿Se cruzarán las líneas
del bueno y el malo?; ¿harán cortocircuito? o ¿se cambiarán? Son respuestas que
ha muy corto plazo vamos a tener de acuerdo a la dinámica-país que vivimos.
22-07-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico