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lunes, 23 de julio de 2018

Maduro bueno versus Maduro malo por @polis360



Por Piero Trepiccione


Si le hacemos una evaluación profunda al presidente Nicolás Maduro desde el punto de vista netamente político, sin duda alguna, concluiremos que su accionar ha sido verdaderamente bueno. Teniendo una desaprobación superior al 70% de la población y creciendo; aunado a un descontento generalizadoalgo por encima ya del 80% y sin embargo, con una capacidad extraordinaria para mantenerse como figura centralizada y única de referencia en el liderazgo de las fuerzas alineadas con la revolución bolivariana y además, prácticamente diluyendo la plataforma opositora en forma de atomización política para impedir la conexión emocional con el grueso del descontento; es un accionar político-estratégico de enorme factura.
Haber sembrado la discordia y la desconfianza en los líderes opositores se suma a su pléyade de éxitos en materia de gerencia política. El subestimado sustituto del ex presidente Hugo Chávez, ha sido más astuto de lo que muchos imaginaban luego de haber ganado aquella apretada elección de abril de 2013 frente a Henrique Capriles. Ademá, a pesar de las diferencias internas que traslucen con poca claridad a la opinión pública, en el seno de las fuerzas partidarias del chavismo-madurismo, ha logrado convertirse en referencia única dentro del espectro partidario que cubre alrededor de 20% nacional. Esta solidificación interna le ha hecho -al menos hasta ahora- suprimir cualquier fractura que pueda poner en riesgo su control sobre las instituciones del Estado y especialmente, sobre la Fuerza Armada. Vale decir entonces, que Maduro ha demostrado ser extraordinariamente bueno en materia de gerencia política, mantiene el poder aún con un respaldo interno y externo de legitimidad absolutamente deteriorado.

La otra cara de la moneda, es decir, el Maduro malo, tiene que ver con la gerencia económica del país. Ha sido hasta ahora totalmente rebasado.

Los indicadores sociales y económicos se han deteriorado a pasos agigantados golpeando severamente a todos los estratos poblacionales, pero más especialmente, a los más humildes y vulnerables. La hiperinflación está totalmente campeando sin que medie alguna esperanza generada desde alguna corrección o cambio en materia de políticas públicas. El aferramiento ideológico a un modelo lo ha llevado a niveles de ceguera situacional justificando la muerte del capitalismo como algo ajeno a la población atendida por la política social del Estado venezolano y cerrándose a todo tipo de reformas en el ámbito económico.


Maduro se ha negado rotundamente a aceptar que las mismas fórmulas que han fracasado reiteradamente durante los últimos 20 años, se pueden cambiar para transformar la realidad económica. El pragmatismo que ha usado hasta el máximo en gerencia política no lo ha querido desarrollar en cuanto a la economía se refiere. En ello, ni siquiera le ha prestado atención a Ecuador y Bolivia. Su visión ideológica de control estatal sobre la economía se ha impuesto hasta hoy a pesar de los números rojos que múltiples empresas del Estado presentan. Su tozudez económica no tiene parangón.

El Maduro bueno ha servido para mantenerlo en el poder. El Maduro malo ha servido para llevar a la población a unos niveles de calidad de vida muy inferiores a cualquier otro tiempo histórico en los últimos cien años de vida republicana. Esta aparente contradicción tendrá sus consecuencias. ¿Se cruzarán las líneas del bueno y el malo?; ¿harán cortocircuito? o ¿se cambiarán? Son respuestas que ha muy corto plazo vamos a tener de acuerdo a la dinámica-país que vivimos.

22-07-18




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