Por Maru Morales P.
El ex secretario ejecutivo de
la MUD considera que los tres bloques tienen “objetivos mínimos compartidos”.
Sin embargo, está consciente de que en Venezuela el personalismo marca la
pauta. Afirma que el éxito de iniciativas como la reunión del pasado jueves
entre Ramos, Capriles y el exgobernador de Lara depende de “la sinceridad del
compromiso unitario”.
Caracas. Unidad, compromiso y
prudencia son elementos esenciales que, a juicio de Ramón Guillermo Aveledo,
hacen falta para avanzar en una transición política exitosa. Aunque admite con
cierta resignación que en la política venezolana el personalismo marca la
pauta, cree que liderazgos como el de Henri Falcón, María Corina Machado, AD y
los que se aglutinan en torno a lo que va quedando de la Mesa de la Unidad
Democrática, tienen intereses mínimos compartidos, más que insalvables
divergencias.
En una entrevista a la que
accedió vía email, Aveledo ofreció a Crónica.Uno su visión del
estado actual de la coyuntura política y el papel que los partidos, los
liderazgos, la Asamblea Nacional y los magistrados en el exilio pueden jugar a
favor de una transición.
¿Las transiciones políticas se
decretan? ¿Es posible ordenar una transición? Le pregunto esto porque el año
pasado la AN creó una Comisión Especial para la Transición –que no avanzó en
ninguna dirección- pero cuyo objeto era garantizar el éxito de ese proceso.
–Normalmente sabemos que
fueron transiciones solo después de que ocurren. Puede que a medida que se
avanza en ellas algunos actores se den cuenta de que el proceso está en marcha.
En la transición venezolana conducida por López Contreras y, luego, por Medina
Angarita, hasta la Revolución de Octubre (e incluso después) no se la reconocía
sino como una continuación del gomecismo. Igual ocurrió en la transición
española luego de que a la muerte de Franco, Adolfo Suárez la condujo con una
combinación de tacto y audacia.
¿Cuáles son los factores
desencadenantes o necesarios para que ocurra una transición política y cuáles
de esos factores se están dando en Venezuela en este momento?
–Del término transición se
abusa, al punto de olvidar que se trata de un proceso casi siempre de reforma y
no de ruptura. En el libro Transiciones democráticas: Enseñanzas de
líderes políticos, Abraham Lowenthal y Sergio Bitar estudiaron transiciones
exitosas en América Latina, Europa, Asia y África. De lo que dicen los líderes
de procesos reales, ellos han concluido que hay que irse
moviendo hacia delante, de forma progresiva; que hace falta una visión
esperanzadora e inclusiva, construir convergencia y coaliciones, crear y
proteger espacios de diálogo, trabajar en la norma constitucional, atender a la
importancia de la economía política de la transición y el papel de los
partidos políticos, lograr el control civil de lo militar, la policía y de los
servicios de inteligencia, una justicia transicional. El apoyo externo vale y
vale mucho.
Los estudiosos de las
transiciones también hablan de la importancia de “generar una ruptura del
bloque dominante” para desencadenar el proceso. ¿Cree que la oposición en
Venezuela está haciendo algo efectivo en aras de lograr esa ruptura?
–En el libro de Lowenthal y
Bitar, en la entrevista a De Klerk, el líder sudafricano blanco, leí que era
crucial que los dos lados estuvieran conscientes de la inevitabilidad del
cambio. Eso aquí no se nota del lado gubernamental y hay algunos sectores de la
oposición que parecen creer que este aparecerá por un hecho sobrevenido y
ajeno a ellos. Así pasó en Argentina, cuando la dictadura militar metió la pata
en la Guerra de Malvinas, pero es inusual. Es la política la que logra esos
movimientos, nunca la antipolítica.
Ramón Guillermo Aveledo
durante el discurso de orden de la sesión especial de la Asamblea Nacional, el
23 de enero de 2018, por los 60 años de la caída de Pérez Jiménez Foto: Luis
Miguel Cáceres
Hay otro factor que para los
estudiosos es fundamental: la unidad de la oposición. Pero, en las actuales
circunstancias de fraccionamiento, ¿qué tan posible sería que el poder pase de
manos de Maduro a algún otro sector vinculado a su gobierno?
–La unidad de la oposición es
un factor clave en circunstancias como las nuestras, porque es elemento central
de la credibilidad interna y externa. Claro que también puede ocurrir que, al
no sentirse amenazada, la coalición de poder se confíe y priorice la lucha en
su propio seno, pero con eso no se puede contar. En España, por ejemplo, había dos
núcleos opositores, uno en torno al PSOE y otro en torno al PCE, pero allá la
decisión de la Corona y del grupo reformista en el seno del régimen era
claramente aperturista. No hay fórmulas mágicas, pero creo que las dificultades
intrínsecas al cambio serían menores con la oposición unida. No hay que
confundir, porque son distintos, estrategia política con discurso político.
Creo que las tres oposiciones que tenemos en Venezuela, la más a la izquierda
cerca del exgobernador Henri Falcón, la más a la derecha de la
ingeniero María Corina Machado y la posición centrista, con los partidos de la
MUD y AD, no tienen entre sí diferencias abismales. Pueden perfectamente
acercarse en un espacio común con objetivos mínimos compartidos. Pero
Venezuela siempre ha sido más un país de quién que uno de qué. Las personas,
las personalidades y los personalismos siempre han contado más de la
cuenta.
¿Qué valor le da al hecho de
que, en este contexto, esta semana se haya dado una reunión entre Henrique
Capriles, Henri Falcón y Hanry Ramos?
–Cualquier intento a favor de
la unidad tiene mi simpatía y le deseo éxito. Este depende de que no se quede
ahí, en un pequeño grupo que se reúne, por más importante que sea y los
nombrados lo son. Tiene que ser más amplio y atreverse a mucho más que
reunirse. Pero, sobre todo, el éxito va a depender de la sinceridad del
compromiso unitario. Unidad en torno a una esperanza, sintonía con el drama
social y económico, que es la causa de que una mayoría aplastante del país
quiera cambio, y hacer, hacer todos los días, no necesariamente gestos
dramáticos, pero hacer constante; combinar las herramientas de la lucha
política: opinión pública, protesta cívica, activismo internacional, rescate
del voto, uso intensivo e inteligente de la tribuna parlamentaria y, cuando sea
oportuno y eficaz, diálogo. Cuando hay objetivos claros, se avanza, aun en un
medio tan hostil como el presente.
¿Qué ha hecho la Asamblea
Nacional como institución este año para lograr la transición?
–La Asamblea Nacional, como
depositaria legítima de la soberanía popular y expresión de un poder
constitucional, puede ser utilísima al cambio. No se pueden ignorar las
gravísimas limitaciones en que trabaja, casi heroicamente. Creo que solo
interesadamente se puede obviar el cerco vil que se le ha impuesto. Existir y
resistir es, de por sí, una gran contribución. Siempre puede hacerse más y
hacerse mejor, sobre todo en materia de sintonía con el sístole y el diástole
de este país atribulado por la crisis.
Los magistrados del TSJ que se
instalaron en el exilio han ordenado días atrás a la AN solventar el vacío de
poder que, a juicio de ellos, existe en la presidencia de la república.
¿Decisiones de esta naturaleza abonan o minan el camino para una transición
ordenada?
–Que unos abogados sean
perseguidos y acusados por haber aceptado una designación por la Asamblea
Nacional, que hayan tenido que marcharse del país, es de por sí revelador de la
quiebra escandalosa de nuestro Estado de Derecho. La buena voluntad
internacional que han logrado debe ser bien aprovechada en la dirección de
acercar el cambio, y en esa tarea no hay que olvidar jamás la virtud de la
prudencia. Sé que un buen grupo de esos magistrados está, literalmente, pasando
trabajo en el exterior. Ayudarlos es un propósito noble, Dios quiera que nadie
pretenda utilizarlo para ideas que pueden sonar a plan, pero no necesariamente
lo son. Les tengo respeto y consideración como personas, por eso les recomiendo
proceder con mucho tiento. La base de la autoridad moral de la aspiración de
cambio es que esta se desarrolle con apego a la democracia y en defensa del
restablecimiento de la Constitución.
Perfil
Ramón Guillermo Aveledo es un
estudioso y practicante de la política. Lee sobre política, escribe sobre
política y, por estos días, desde un salón de clases en la Universidad
Metropolitana, explica a sus estudiantes la relación entre la política, el
derecho y el funcionamiento armonioso de una sociedad.
Su curriculum, para quien no
lo conoce, está disponible en Internet, pero se puede resumir, por una parte,
en una sólida formación académica que, desde 1950, cuando egresó de la UCV como
abogado, no ha parado y que incluye un postgrado en Ciencia Política,
Especialización en Gerencia y diplomados en Inglés, Literatura Inglesa y
Técnica Parlamentaria, de diferentes universidades en varias ciudades del
mundo.
Sin entrar en su faceta de
fanático del béisbol y de Los Cardenales de Lara, la otra cara que lo distingue
es su extensa carrera como servidor público, que se traduce en tres períodos
parlamentarios en el extinto Congreso Nacional, donde fue presidente de la
Cámara de Diputados dos años, su paso por la Secretaría de la Presidencia de la
República a comienzos de los años ochenta y la presidencia de VTV, que ejerció
a mediados de esa década. Entre 2009 y 2014 estuvo al frente de la Mesa de la
Unidad Democrática, alianza que ayudó a construir y consolidar.
Esta semana acaba de ser
designado como individuo de número de la Academia de Ciencias Políticas y
Sociales, una distinción que, sin duda, le enorgullece y, en sus palabras, le
compromete a “estar a la altura” de tal honor.
Desde 2010 es presidente del
Instituto de Altos Estudios Parlamentarios Fermín Toro.
Fotos: Miguel González y Luis
Miguel Cáceres, Crónica.Uno, archivo
22-07-18
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