Emilio Nouel 28 de julio de 2018
@ENouelV
La
expresión Comunidad Internacional (CI) no es una denominación retórica más para
aludir a un grupo de países o al conjunto de ellos que conforman la sociedad
planetaria.
No es
una entelequia sin existencia real como algunos pudieran pensar.
La CI
es un todo integrado, en primer lugar, por los Estados, cuyas relaciones entre
sí, se rigen por normas de Derecho Internacional vinculantes, obligatorias. La
CI, igualmente, es una comunidad de derecho, que incluye también a las
organizaciones internacionales y otras entidades.
Declaraciones,
resoluciones, dictámenes y sentencias de organismos internacionales la
refieren. Ella es considerada una entidad jurídica.
De
modo que no es un mero apelativo utilizado en los discursos para representar a
la sociedad internacional.
La CI,
así entendida, ha significado para nuestro país adolorido un aliado crucial. En
sus diversas expresiones ha tomado partido por la urgente recuperación de la
democracia y las libertades pisoteadas por una tiranía desastrosa y corrupta.
Desde
las Naciones Unidas, la OEA, la Unión Europea, el Grupo de Lima, las ONGs y de
gobiernos de países, en particular, no ha faltado la solidaridad con los
venezolanos que luchan contra la arbitrariedad de un gobierno violador de los
Derechos Humanos y destructor de una de las economías más pujantes del
hemisferio.
A
pesar de la parsimonia con que se mueve el entramado institucional de la CI, se
han logrado concretar medidas de presión para que el gobierno despótico
chavista ceda en el sentido de buscar una salida consensuada y democrática a la
enorme crisis política y social que nos agobia.
Para
algunos quizás no sean aún suficientes tales iniciativas, visto que el gobierno
venezolano actual se mantiene tercamente en sus trece, ahondando cada vez más
el cataclismo social con medidas disparatadas que en lugar de solventar los
problemas, los agravarán.
A la
CI, no obstante, debemos reconocerle y agradecerle que haya tomado cartas en
nuestro asunto. Obviamente, para ella no se trata sólo de un problema de los
venezolanos. En un mundo cada vez más interconectado y poroso, lo que nos
ocurre también comienza a afectarlos. No son pocos los problemas que comienza a
causar la emigración forzada de venezolanos hacia otros países. La gobernanza
en éstos y también la regional se están poniendo en el tablero político y
social como problema compartido que demanda una solución colectiva perentoria.
La seguridad de todos se está poniendo en riesgo por causa de la ejecutoria de
un gobierno indolente enceguecido por una ideología letal y dominado por una
mafia peligrosa.
De
modo que para los demócratas venezolanos se imponga saludar el activismo de la
CI respecto de la situación trágica de Venezuela, y rechazar a quienes en
nuestro país y desde perspectivas supuestamente de oposición, se han dedicado
de manera suicida y con torpeza política asombrosa, a atacarla y a cuestionar a
sus representantes, no sabemos si con planes inconfesables de trastienda, por
simple ignorancia o por visiones anacrónicas.
Finalmente,
hay que decir que esa formidable alianza que tienen los demócratas venezolanos
con la CI, debe ser atendida y cultivada en momentos tan difíciles como los
presentes; de allí la importancia de formalizar los contactos con ella
designando representantes y/o interlocutores, únicos voceros, que hagan conocer
nuestras estrategias y líneas políticas internas, y que además, canalicen e
inteligencien con ella lo que haga falta en el urgente propósito de construir
la manera de salir del infierno que está viviendo Venezuela.
No
tengo ninguna duda acerca de la necesidad del apoyo de la CI para complementar
la determinante acción política interna y poder alcanzar el objetivo anhelado
por los angustiados venezolanos: el fin del gobierno chavista.
EMILIO
NOUEL V.
@ENouelV
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