Por Tomás Páez
El inmenso éxodo de
venezolanos continuará aumentando mientras se mantenga el modelo socialista del
siglo XXI, el del atraso y la crisis humanitaria. Ese extraordinario
desplazamiento, diverso y plural, configura una nueva geografía de Venezuela
que modifica el concepto de “nación”. Ciudadanos y familias globalizadas,
solicitantes de asilo y refugio, y emprendedores y empresas transnacionales.
Ahora Laureano Márquez, Emilio
Lovera, Luis Chataing, Claudio Nazoa, directores de cine, artistas, fotógrafos,
músicos y escritores, hacen sus presentaciones y exhibiciones en Maracaibo,
Barquisimeto y también en Madrid, Nueva York, París, Alberta, Tenerife,
Florida, Melbourne, Bogotá o Lima, en más de 90 países y 300 ciudades,
organizadas y promovidas por las asociaciones de venezolanos. Un hecho similar
ocurre en el ámbito empresarial, un acelerado proceso de internacionalización de
la empresa venezolana.
Es una de las respuestas al
cerco y la guerra que el régimen ha declarado a la cultura, a la propiedad, al
mercado y al emprendimiento. En eso no se diferencia de cualquier otro
socialismo existente: allí donde se instala produce involución social,
retroceso tecnológico, salarios miserables, una terrible escasez y éxodos
masivos. Los ciudadanos de los países que han padecido ese modelo se quedan
atascados en el tiempo, la infraestructura y la capacidad productiva son
derruidas, simplemente el modelo es alérgico a la modernización, su sino es la
barbarie.
Muestras de ello encontramos
en Venezuela, en el absoluto deterioro del sector eléctrico y en el retroceso
de lo que se refiere al ancho de banda, el más lento de Latinoamérica. Este hecho
lo lleva a ocupar los últimos peldaños en este terreno en el mundo y explica
que países como Colombia y Brasil triplican y quintuplican el ancho de banda de
Venezuela. Ese dato se agrava al interior del país y se está creando una
peligrosa y desigual brecha digital entre las ciudades y regiones. En lugar de
más y mejor interconexión el régimen coloca al país al margen del desarrollo.
Y, lo que es peor, con los recursos de los venezolanos, el régimen ha invertido
decenas de millones de dólares en un cable submarino de fibra óptica para el
beneficio de la dictadura cubana, todo ello envuelto en una sórdida bruma de
corrupción.
El régimen MILITAR-cívico con
actos como este revela el profundo desprecio que siente por todos los
venezolanos. De ellos solo espera sumisión. La obediencia, que confunden con
lealtad, sustituye el talento y el mérito. En este principio se sustenta su
denodado empeño en convertir la educación en sistema de adoctrinamiento y en
intentar imponer la hegemonía comunicacional, vale decir, el pensamiento único.
Las pretensiones del modelo
que cada día añade un nuevo daño al país y es responsable de una crisis
humanitaria sin precedentes en la región y provoca y fuerza el éxodo masivo de
sus ciudadanos. Quienes han decidido emigrar constituyen una importante reserva
internacional de know-how que han establecido nuevas redes que
resultarán importantes para que, junto al capital humano que decidió permanecer
en el país, podamos recuperar la democracia y las libertades, condiciones para
atender la necesaria y urgente recuperación del país.
La diáspora, desde países y
ciudades distantes, permanece conectada al país de origen gracias a las
facilidades que ofrece la red que, como dijimos, en Venezuela ha sufrido un
severo retroceso en los últimos años. Hacen posible el vínculo con la familia,
los amigos, los compañeros de trabajo; permiten el encuentro, la difusión y el
intercambio de tecnologías, la relación comercial, empresarial y política.
Estos enlaces también sirven para crear empleo e ingresos al profesional
venezolano, quien percibe un salario mensual que equivale, en el peor de los
casos, a no menos de cuatro o cinco años de salario mínimo y miserable con el
que, además, poco se puede hacer debido a la hiperinflación que ha creado este
régimen.
Los vínculos que ya existen es
preciso potenciarlos y organizarlos. En este terreno es recomendable la
organización y el trabajo conjunto de distintos actores, en lugar de esfuerzos
de carácter aislado: partidos políticos, gremios empresariales y profesionales,
academias, universidades, gobiernos locales y regionales y de las asociaciones
establecidas por los venezolanos en todo el mundo. La cooperación internacional
destina recursos para apoyar a los venezolanos y a todas las organizaciones
involucradas en esta tarea, y por ello nadie en particular puede arrogarse el
derecho de utilizar tales recursos.
La participación de estas
organizaciones y asociaciones de venezolanos en todo el mundo son
imprescindibles para apoyar la conexión con Venezuela y con los venezolanos que
están fuera de ella y soslayarlas, como hemos visto cuando ha ocurrido, es una
garantía de fracaso. Estos liderazgos, que se han macerado con mucho esfuerzo,
cuentan con una dilatada experiencia y han establecido nexos con empresas e instituciones
en sus respectivos países y ciudades.
Los contactos, información y
conocimiento les facilitan la identificación de proyectos, oportunidades
comerciales y de negocios, las fuentes de financiamiento y las posibilidades de
colaboración en todos los terrenos. Han adquirido habilidades lingüísticas,
culturales y una inteligencia más acabada, a la que además tienen acceso, de la
institucionalidad de la ciudad en la que hoy viven. Ese know-how y
ese liderazgo no lo suplantan decisiones burocráticas. Los liderazgos no se
designan, se construyen.
La diáspora posee información
y datos acerca de los productos y servicios que se ofrecen, de las condiciones
en las que se ofrecen, de los marcos legales y de las restricciones. Esto la
dota de una inteligencia especial que sustituye las disfuncionales agregadurías
comerciales de las embajadas venezolanas, hoy absolutamente disminuidas en su
papel. La información que posee varía en función del individuo, de sus
intereses y de las asociaciones en las que participa: ambiente, medicina,
educación, negocios, empresas, comercio, financiamiento, etc.
Ese conocimiento y el hecho de
participar en redes, tanto en el país de acogida como en el de origen, los
coloca en una situación ventajosa para enlazar las dos puntas. La movilidad
humana transnacional se hace entre ciudades y regiones: de ellas emigran y en
ellas se establecen en el país que los recibe. La diáspora conecta ciudades y
regiones y así participa en la reconstrucción, al mismo tiempo que puede actuar
como medio para recuperar el proceso de descentralización que ha sido afectado
y disminuido.
El modelo socialista del siglo
XXI es centralizador y niega la empresa y el sistema de mercado: socialismo y
descentralización y autonomía están reñidos, son enemigos irreconciliables.
Como viven en la mentira, tienen una opinión infundada sobre sí mismos y hasta
tienen el tupé de llamar “país potencia” al que han convertido en harapiento.
Están incapacitados para comprender que las regiones y ciudades también
compiten y cooperan, establecen alianzas y participan de redes con el objetivo
de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, atraer inversiones e
insertarse de un modo más idóneo en la economía global. Las declaraciones
recientes de algunos de los voceros del gobierno hay que entenderlas en este
contexto, van a resolver los problemas “por las buenas o por las malas” o, como
algunos promotores de la autarquía afirman, “el arroz que se produce en el
Guárico es de los guariqueños”.
Nuestro objetivo es evitar que
continúe la devastación y que el país termine convirtiéndose en colonia cubana.
Por ello es preciso cambiar al gobierno y al modelo. Pero ello no es
suficiente. Es preciso, con el concurso de todos los actores, establecer
proyectos, iniciativas que permitan abonar el terreno para el momento en que
recuperemos la democracia y poder iniciar sin dilación la reconstrucción de un
país hecho trizas y dar respuesta a la terrible crisis humanitaria de los
venezolanos.
La devastación la vive cada
localidad, cada región. Parques industriales convertidos en cementerios, merma
de la producción e incremento del desempleo y la informalidad. El liderazgo
regional y sectorial es consciente de que la recuperación requiere el concurso
de todos y para ello es necesario atraer y captar talento, inversiones e
inversionistas para construir tejidos empresariales más competitivos y poder
mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Con esos objetivos en mente,
gremios empresariales, instituciones locales y universidades han establecido
“diásporas regionales” (Carabobo) o “sectoriales” (universitaria, UCV), con el
fin de iniciar la gestión internacional de la diáspora. El propósito es
desarrollar conjuntamente con las asociaciones proyectos e iniciativas que
permitan maximizar los impactos positivos en ambos extremos de la relación.
Dinamizar la circulación de
cerebros y territorios, parafraseando a Alan Tarrius, para atraer inversiones y
talentos, para internacionalizar la empresa, para establecer alianzas
estratégicas comerciales, financieras y tecnológicas. En este terreno
desempeñan un importante papel los actores locales y regionales, lo que además
redundará en el fortalecimiento del proceso de descentralización.
Es preciso comenzar a crearlos
ahora y vamos algo tarde, hay que preparar las condiciones para que el cambio
no nos tome por sorpresa y no sepamos qué hacer desde el mismo día uno.
Venezuela ayer supo aprovechar los aportes de los inmigrantes y ahora tiene el
reto de hacerlo con su diáspora, que además ha expresado de mil maneras y con
hechos su disposición a participar en la reconstrucción del país.
16-07-18
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