José Narosky 27 de julio de 2018
"Un
solo brote de justicia, justifica arar un desierto".
Hay en
Buenos Aires y en distintas ciudades argentinas, una cantidad de calles, como
Boyacá, Carabobo, Junín, Pichincha o Ayacucho. Y todas estas tienen un
denominador común. Fueron batallas desarrolladas casi en una misma zona de
América Latina. Y en cada una de estas las tropas fueron llevadas a la victoria
por un hombre singular, llamado Simón Bolívar.
Bolívar
había ascendido a general teniendo sólo 30 años, y fue además escritor, político,
y sobre todo un auténtico patriota.
Sobrellevó
una desventaja no fácil de superar, salvo por una voluntad inquebrantable como
la que poseía y una inteligencia superior, pues había perdido a su padre a los
tres años y a su madre a los nueve años.
Bolívar
nació en Caracas (Venezuela) un 24 de julio de 1783. Sus tutores lo llevaron
siendo un adolescente, a estudiar a Francia y a España.
Tenía
22 años y no había regresado aún a su Venezuela, sometida al poder Español. Y
presenciando en España -en el puerto- la partida de un contingente de tropas
españolas que viajaba a Venezuela su patria, Bolívar se adelantó gritando: -
"Juro por mi honor, que no descansaré hasta que no haya roto las cadenas
con que España nos oprime".
Algunos
funcionarios oyeron su reclamo. Entonces fue detenido, pero como lo supusieron
un desequilibrado, permaneció sólo 24 horas en la cárcel.
Pero
no era un demente. Era sólo un hombre digno. Y la dignidad es tan noble, que
siempre compensa las pérdidas que causa.
Dos
años después a los 24 años, regresó a Venezuela. Conocía ya a los grandes
escritores, había madurado y estaba inflamado de patriotismo auténtico, ese
patriotismo que sólo lucha por ideales, contra injusticias.
Pasaron
3 años más, en los que agrupó a otros venezolanos que sentían como él. Comenzó
a efectuar reuniones secretas. A los 27 años, ya nombrado Coronel, sintió que
era el momento de la acción. Y entonces, llegaron las batallas que antes
mencioné y cuyos nombres, hoy engalanan muchas calles argentinas.
Sufrió
también reveses militares. Pero "lo injusto, puede vencer a lo justo en
100 batallas. Pero siempre perderá la última".
Y esta
última con Bolívar vencedor, fue la batalla de Carabobo, un 24 de junio de 1821
que consolidó definitivamente la independencia de Venezuela. Antes ya había
liberado a Colombia. Al año siguiente, logró que también Ecuador se
independizase. Tres años después, creó la República Independiente de Bolivia,
que se denomina así en homenaje a su apellido Bolívar.
SU RELACION CON SAN MARTIN
Queda
por mencionar un capítulo no del todo claro para los argentinos. Y es el hecho
que Bolívar, en Perú, acabó con los últimos focos realistas, porque aunque San
Martín hizo la tarea más significativa. Bolívar quedó como protector de ese
país.
Todos
hemos leído en algún libro de historia, que cuando se encontraron estos dos
grandes de América, San Martín le cedió el honor de finalizar la tarea
emprendida y que Bolívar por vanidad o afán de figuración aceptó tal
privilegio.
Ya
conocemos la humildad y renunciamiento de San Martín. Pero este último detalle
sobre Bolívar -aún siendo cierto- no empequeñece la figura del patriota
venezolano. Porque "las debilidades de los grandes no los disminuyen. Los
humanizan". Y no olvidemos que cuando juzgamos a alguien, sólo juzgamos a
una parte de ese alguien.
Bolívar
tenía sólo 47 años, cuando sintió que su vida se iba extinguiendo. Una
enfermedad pulmonar implacable, además del asesinato de su amigo más querido,
el mariscal Sucre y el fracaso de su proyecto de una federación de países que
habían sido antes colonias españolas, lo abatieron definitivamente.
Y un
17 de diciembre de 1830 moría este preclaro ciudadano de América. Y un aforismo
para Simón Bolívar y su visión profética: "Los visionarios marcaron caminos.
Pero fueron los primeros en recorrerlos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico