CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ 30 de septiembre de 2018
@CarlosRaulHer
A
nuestras generaciones, como a otras del pasado, nos correspondió enfrentar,
sufrir y observar los movimientos revolucionarios y populistas, cuya versión
más reciente es el socialismo del siglo XXI. La esencia de tales fenómenos es
la movilización pasional, irracional, mítica, que exaspera el vínculo
odio-amor-envidia que subyace en toda sociedad, para desmembrarla, romper la
“cohesión social” que Chávez repudiaba. La erosionan, cultivan el resentimiento
y la inquina entre grupos y finalmente liquidan la sociedad misma.
Ricos-malos-y-pobres-buenos, profesionales-perversos-y-trabajadores-explotados,
blancos-malos-y-morenos-buenos.
El inquilino
al que “explota” el dueño de la pensión y el que anda en el metro porque otro
tiene carro. El dueño del abasto encarcelado porque “especula al pueblo” en
medio de una hiperinflación y una fantasmal guerra económica de la oligarquía y
países extranjeros para encubrir el despalillado de una inmensa riqueza. La
política no es la búsqueda del poder por medios pacíficos y civilizados, sino
la matchpolitik, el enfrentamiento. Lo terrible es que el modelo se filtra
hasta los tuétanos de las fuerzas originalmente democráticas, que dejaron a un
lado su noumeno propio para ser clon del monstruo.
Se
incrustan en asuntos tan sórdidos como la moral, el bien contra el mal, los
decentes contra los vergonzosos, la fuerza contra el acuerdo, la calle contra
el voto y demás dualidades funestas de principios que sustituyen el lenguaje,
el razonamiento y la práctica democráticos. Vemos que la revolución entrampó y
destruyó la sociedad en esa discrepancia maniquea y falsa, rechazada
frontalmente en nuestra cultura desde San Agustín, y sus adversarios se
autodestruyen en esa trágica operación, ser el nuevo chavismo de derecha que
hace lo propio contra el “colaboracionismo”.
Quemado en la hoguera
De
allí la “dignidad”, “la verdadera oposición”, los republicanos puros con un
arsenal de bombas de aire, generalidades, invocaciones a los principios, jergas
vacías que ilustran su total incapacidad para la lucha, como han demostrado
hasta el hartazgo. Incapaces de construir siquiera un rancho, se manejan como
pez en el agua de la calumnia y el vandalismo emocional contra quien razona
políticamente. Su única aptitud consiste en manejar las bajas pasiones, la
división y el aborrecimiento.
Son el
nuevo peligro por su incapacidad para convivir con quien siquiera oiga otra
música, y si les va bien sobrevivirían unos pocos meses en el poder (el 11 de
abril aguantaron 72 horas apenas). Son buenos, como el chavismo, para manipular
y despedazar, pero no saben ni poner un bombillo. Uno de los libros más
importantes sobre la política, de tal dimensión como El Príncipe de Maquiavelo
es la extraña y olvidada obra De los vínculos en general, de Giordano Bruno,
escrito contra la Iglesia Católica y su poder espiritual sobre el mundo, antes
del y en época del Renacimiento.
Todos pensamos que a Bruno, de los esenciales
defensores del heliocentrismo, lo quemaron en la hoguera por negar que la
tierra fuera el centro del universo, pero más que a eso se debió a su condición
de mago, ocultista y detractor de la Iglesia. Es una de las obras que describe
más perfectamente la manipulación de las masas a partir de utilizar
sentimientos y valores colectivos. Para Bruno una de las propiedades del Mago
es esa. Podría haber sido el manual del Chávez, López Obrador, Castro o Correa.
Según él, hay que apuntar al eros, sustrato vulnerable y fundamental para
manejar, manipular, a los humanos.
La envidia es amor al revés
“La
envidia es la expresión del amor a uno mismo, no soporta que otros sean iguales
o superiores y se torna en odio. La indignación (moral) es amor por la virtud…
el pudor es amor a la honestidad… y la ira (frente a esos elementos) es una
forma negativa de amor… por eso los platónicos llaman al amor el gran demonio”.
El dilema debe ser planteado “en términos de tragedia” (los actuales revolucionarios
dividen en amigos y enemigos del pueblo o verdaderos opositores y traidores de
la oposición) para que los frutos sean abundantes. El “cazador de almas” puede
introducir sus trampas y “vínculos” a través de la “emoción y la fantasía”. No
puede sentir piedad o pudor:
“No
hay nada que partiendo de los sentidos pueda llegar a la razón sin pasar por la
fantasía”. “Procura no transformarte de operador en instrumento de los
fantasmas”. El cazador debe ser frío, implacable, carecer de escrúpulos,
mentir, calumniar sin el menor remordimiento. No existe la verdad “debes ser
capaz de ordenar, corregir y disponer la fantasía, componerla según tu
voluntad” (calumniar sin misericordia hasta a Teresa de Calcuta). “El operador
creará todos los vínculos que quiera, la esperanza, la compasión, el miedo, el
odio, la indignación, la paciencia, el desprecio por la vida, por la muerte,
por la fortuna”.
Para
observadores externos es difícil explicarse la sobrevivencia de un gobierno que
es posiblemente el peor que hubo en América Latina. Pero también es difícil
dudar que se debe principalmente a que los fenómenos analizados por Giordano
Bruno en tiempos tan remotos como 1588 cuando se publicó el libro, parecen
haberse apoderado de la sangre de demasiados que sustituyeron la racionalidad,
la sensatez y el sentido sabio en la política, por el odio y la manipulación
como sentimientos predominantes.
Carlos
Raúl Hernández
@CarlosRaulHer
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