Juan Guerrero 13 de diciembre de 2018
@camilodeasis
Entre
los mayores ultrajes que se han infligido contra nuestra cultura, la agresión
al idioma forma parte de ese constante maltrato a nuestra lengua española
hablada en Venezuela.
Es
cierto que existen males terribles contra los ciudadanos. La miseria es evidente
y palpable, así como la inseguridad y otros males. Todos perversos en tanto
pueden ser controlados y erradicados como deberes de un Estado responsable al
servicio de los ciudadanos.
Pero
vivimos en un Estado de régimen totalitario que, obviamente, necesita
expresarse para comunicarse con una lengua que sea inherente con su naturaleza.
En este sentido, las marcas discursivas que mueven todo régimen de fuerza están
orientadas al uso idiomático de una comunicación monológica de poder
autoritario, violento y arbitrario.
Esto
es lo que caracteriza a todo régimen cuando se apodera hasta de la manera de
ser y comunicarse los ciudadanos. El lenguaje se degrada por la práctica
perlocutiva de quienes imponen, a sangre y fuego, una manera de pensamiento
único y un solo argumento para comunicar.
Mientras
que en un Estado republicano de gobierno democrático, por el contrario, impera
la comunicación dialógica que en sí misma, es resultado de la reflexión entre
sus miembros y respeto por el Otro igual y deferente.
El
lenguaje de la libertad y la democracia solo pueden ser practicados en
sociedades donde los ciudadanos tienen absoluta consciencia idiomática para
intercambiar experiencias significativas que redunden en beneficio individual y
colectivo.
En un
régimen totalitario como el venezolano, tutelado por el estamento militar y
guiado en sus actos de Estado por la delincuencia organizada, el narcotráfico y
paramilitarismo, indudablemente que existe un registro idiomático que se
identifica con estas prácticas. La neo lengua (jerga) de uso oficial deviene
poder de Estado que se modela por quienes la practican. No solo los miembros
directos que representan al régimen, sino también por parte de la población que
se identifica ideológica y políticamente.
La
defensa de la lengua española hablada en Venezuela es la propia defensa de la
cultura, y es, por lo tanto, la defensa de la libertad y la democracia. Porque
no es posible la existencia de una sociedad libre y democrática mientras la
lengua de uso esté marcada por prácticas idiomáticas que cercenen, censuren y
empobrezcan los actos de habla de sus ciudadanos.
El
registro idiomático del hablante venezolano de estos años tiene una carga de
excesiva violencia, un alto contenido soez y una marcada informalidad que lo
degrada y vulgariza. El usuario de este pobre idioma, llamado El Hombre Nuevo
del socialismo del siglo XXI se nota cada vez más enfermo, culturalmente
hablando, desamparado espiritualmente y por lo tanto, ajeno de la fuente
natural que lo nutre: la tradición familiar y la educación idiomática
(lectura/escritura, escuchar/hablar). Este hablante desprecia la cultura e
idioma de sus antepasados. Modela, imita y se adecúa a una neo lengua que no es
otra que esta de las narco estructuras lingüísticas del paramilitarismo y la
delincuencia organizada.
Los
actos de habla del venezolano de estos tiempos están marcados por la
informalidad, la improvisación y el uso automático de una jerga de cadencia ajena
a su idiosincrasia que son impropios y niegan la riqueza idiomática del
venezolano de siempre.
Solo
en sociedades democráticas los idiomas prosperan, se enriquecen mientras sus
hablantes avanzan en la consolidación de su consciencia idiomática para asumir
su destino como ciudadanos libres de una nación y república.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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