Marta de la Vega 11 de diciembre de 2018
La
impunidad causa no solo el desempeño operativo negativo del 100% de las
empresas del Estado, según informe 2018 de Transparencia Venezuela, sino
también el colapso de la economía y servicios públicos. Tal situación
incrementa la indefensión del ciudadano y la violencia cotidiana. Además de los
asesinatos, una de las formas más dolorosas y calladas de violencia son los
suicidios inesperados y desesperados. Casi a diario. Sobre todo en Caracas y en
Mérida, “donde en octubre de 2017 ya se había casi que quintuplicado el número
de suicidios en relación con 2016”.
Así lo
destaca el Observatorio Venezolano de Violencia en su informe de 2017. Roberto
Briceño León, su director, señala: “Definimos la violencia como el uso de la
fuerza física para hacer daño a otro o a uno mismo. El suicidio, entonces, es
una forma de violencia porque se trata de una muerte que no es natural, sino
provocada”. Un video muestra el momento en que una joven se lanza desde una
ventana del 4° piso de un edificio, con otra persona en el cuarto contiguo
pidiendo inútil auxilio, ante la impotencia y asombro de quienes estaban en la
acera contra la que se estrelló. El servicio del Metro en Caracas es suspendido
cada vez de manera más frecuente, por arrollamiento, eufemismo para llamar el
hecho trágico de morir aplastado por un tren.
Pedro
Fernández, de 78 años, se lanzó al vacío desde el piso 12 del Bloque Dos de La
Páez, parroquia Catia La Mar, reporta La Verdad de Vargas del 24 de febrero de
2018. En una nota explicó que tomó esa determinación porque sufría de cáncer de
próstata y tenía dificultades para adquirir los medicamentos. En la misiva
afirmó que no quería ser un problema para su familia. Un coronel retirado se
mató frente a la Estación de Bomberos de San Cristóbal, por no conseguir
medicamentos para sus dolencias crónicas. Un médico pediatra se ahorcó al ver
morir a diario con horror a bebés recién nacidos por la destrucción del sistema
público de salud.
Son respuestas
destructivas en las que quien muere todo pierde, por dolor e impotencia
extremos, desaliento radical, desamparo ante un Estado despiadado y clientelar
que usa sus obligaciones como dádivas para la coacción, el control social y la
sumisión, poco apoyo familiar en la lucha por sobrevivir, incluso a costa de la
dignidad, ausencia de una red de amigos o falta de entramado de apoyo
psicológico y afectivo, aunque haya organizaciones solidarias nacidas de la
crisis. Y no hablamos de los muertos por hambre o abandono, mayores y niños,
cuyas pérdidas son crecientes.
La
violencia también deriva de la impunidad y pragmatismo por encima de la ética
pública de funcionarios del más alto gobierno, en Venezuela y a escala mundial.
En Filipinas el presidente Roa Duterte ordena matar a obispos a los que
considera un estorbo por ser críticos de sus políticas criminales violatorias
de los derechos humanos más elementales. En la reciente Cumbre del G 20 en
Buenos Aires, fueron evidentes la complicidad explícita de Putin con el
príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed Bin Salmán, autor intelectual del
crimen y torturas atroces contra el periodista Kashoggi y el silencio
interesado del presidente Trump acerca de este hecho por razones económicas,
pese a los informes de la CIA sobre el crimen. Para colmo, sale premiado el
reino saudí al ser escogido como sede para la reunión en 2020.
Nunca
Chávez, artífice de 2 golpes de Estado fallidos ante de ser electo a la
presidencia, manifestó el menor arrepentimiento por los muchos muertos
militares y civiles de entonces ni después por la represión brutal de él y
Maduro para sofocar las protestas
El
aire desafiante de este último, aliado de Rusia, Irán, Turquía y China, impune
en el poder, parece revivir la guerra fría al anunciar en público que iba en
visita de trabajo con Putin, después de su breve visita a México y de mentir
descaradamente con la complicidad del siniestro psiquiatra Jorge Rodríguez
acerca de su supuesto recibimiento apoteósico, cuando ni siquiera pudo asistir a
la toma de posesión de López Obrador por el rechazo multitudinario a su
presencia, que se vio en la calle y en la sede del Parlamento por parte de los
congresistas mexicanos, donde tuvo lugar la ceremonia de transmisión de mando.
La democracia está en jaque por impunidad y violencia.
Marta
de la Vega
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