Editorial El Mundo 07 de febrero de 2019
Nada
le gustaría más a Maduro que, tras el reconocimiento de más de 40 países a
Guaidó, la comunidad internacional se muestre incapaz de articular medidas concretas
que eviten un enquistamiento de la crisis venezolana al que parece aspirar el
régimen chavista. En ese sentido, hoy se celebra en Montevideo la primera
reunión del grupo de contacto promovido por varias naciones latinoamericanas
junto a España y otros socios comunitarios. Y sería un fracaso que de este foro
solo salieran manidas apelaciones a un diálogo imposible que dé oxígeno al
tirano mientras Diosdado Cabello le espeta a Guaidó que "no ha escuchado
el silbido de una bala" y Adán Chávez amenaza con "desatar una
guerra".
La
democracia en Venezuela pasa por un audaz compromiso internacional. Y no es
buena señal que Gobiernos como el español jueguen con una doble baraja que da
alas a Maduro, como ocurre negándole rango diplomático al representante en
nuestro país del presidente Guaidó para no romper con el embajador chavista. El
reconocimiento a Guaidó no puede limitarse a retórica.
La
presión exterior ha puesto contra las cuerdas a Maduro, que delata su debilidad
revolviéndose contra su acorralamiento internacional y redoblando sus
intimidaciones a la oposición. O amagando con disolver la Asamblea Nacional, la
única institución legítima y democrática hoy en el país. Hay que bloquear los
activos del régimen en el exterior y aprovechar las grietas que provoca en el
ejército la llegada de ayuda humanitaria, obstaculizada por las tropas
chavistas para mantener sometida por hambre a la población. Es hora de sacudir
el yugo.
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