Por Simón García
Aunque puedan parecer
superficiales, los cambios de enero constituyen una movida profunda de estructuras,
desde el ánimo individual hasta el resquebrajamiento de soportes importantes de
la autocracia. Las frases hechas existen porque, al recapitular un saber
compartido, permiten captar ciertos virajes sin escándalo. Gracias a una, puede
retratarse la situación: desde el 23 de enero Venezuela es otra.
Ese día, una oposición
obligada a resguardar sus fuerzas y limitada a una acción dentro del sistema,
encontró el click para materializar el 350. El primer gran desafío efectivo al
poder comenzó el 5 de enero cuando todas las variantes de la oposición votaron,
unas juntas y otras unidas, por respetar el pacto parlamentario de la MUD. Se
eligió por consenso a Juan Guaidó, dirigente de VP, presidente de la Asamblea
Nacional.
El 23 de enero, ese
desconocido diputado, sobreviviente de la tragedia de Vargas como se calificó a
sí mismo, le asestó un puñetazo formidable a un régimen experto en imponer
poderes duales y que venía configurando una usurpación de fondo: eternizar a
una dictadura con encajes totalitarios y un simulador de democracia.
Al jurar y asumir la
encargaduría de la Presidencia de la República, con el consentimiento de las
más numerosas manifestaciones marchando en más de 60 ciudades del país, Juan
Guaidó se convirtió en el Jefe de una nación, líder de la oposición democrática
unida y si continúa haciendo su trabajo con excelencia, en Comandante en Jefe
de una Fuerza Armada colocada del lado del restablecimiento efectivo de la
Constitución, según lo establece imperativamente el triple tres del librito
azul.
El paso sorpresivo de Guaidó
encuadró dentro de un regreso triunfal de la política. En primer lugar, porque
la lógica militar del régimen no pudo exterminar un basta ya que unía a
opositores y chavistas. En segundo lugar, porque emergió una oposición unida,
cuyo centro institucional es la Asamblea Nacional y su Junta Directiva. En
tercer lugar, porque hay una estrategia compartida con una versión de
negociación entre venezolanos. Esta estrategia dio prueba, por el papel jugado
por la fuerza tildada de extremista, de que una política radical es diferente a
los desbocamientos extremistas. Y finalmente, el presidente (e) Guaidó tiende
su mano para la reconciliación con sectores del bloque de poder dispuestos a
poner fin democráticamente a la usurpación.
Entre los factores que
influyeron en el salto de calidad de la política de oposición habría que
incluir: 1. La ruina progresiva de la antigua y pujante clase media y la
socialización de la miseria de sectores populares con ingresos por debajo de
cinco salarios mínimos. 2. La imposibilidad del gobierno para gobernar, una vez
que destruyó el aparato productivo y perdió capacidad para prestar servicios
básicos. 3. El crecimiento del descontento en su base de apoyo, que aún en una
cota del 20% de la población, que dejó atrás su fidelidad a Maduro. 4. La
movilización interna que, con celeridad increíble, desplazó el abatimiento por
la esperanza. 5. La mayoría del chavismo tiene disposición a dar su aporte en
la vigencia de la Constitución y en la reconstrucción de la economía, el
urgente mejoramiento en las condiciones de vida y el relanzamiento de la
democracia.
Para llegar a esta tríada de
la libertad, hay que avanzar con amplitud, unidad y firmeza, porque el final
está más cerca que nunca antes. Y porque no hay tiempo que perder para comenzar
el nuevo ciclo democrático.
03-02-19
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico