Ismael Pérez Vigil 03 de febrero de 2019
La
“amnistía” y una posible “negociación” con el régimen, son los temas más
difíciles que tiene que enfrentar Juan Guaidó en su triple objetivo, que no nos
debemos cansar de repetir: cese de la usurpación, gobierno de transición y
elecciones libres.
En el
fondo ambos temas son difíciles por la misma causa: en 20 años son demasiados
los desmanes cometidos por este régimen. Nadie quiere olvidar y nadie quiere
perdonar y en cuanto asoma alguna posibilidad de “diálogo”, de “negociación” o
de “perdón”, se abren las heridas, demasiado recientes.
Demasiados
muertos producto de la salvaje actuación de los cuerpos represivos; demasiados
presos políticos, torturados, vejados, humillados, condenados sin pruebas en
juicios viciados; demasiados son los que han tenido que irse al exilio o
refugiarse en embajadas; demasiados los que han tenido que irse al exterior
para buscar la vida que aquí la dictadura les negó; demasiados los que han
perdido todo o mucho en Venezuela: sus empresas, su profesión, sus propiedades;
y paremos de contar pues la lista es interminable.
Pero a
pesar de todo, en política tenemos que seguir hablando de todas las opciones
que puedan estar sobre la mesa y que incluyen las palabras satanizadas:
negociación y diálogo, perdón y amnistía, para lograr que esta situación
finalice cuanto antes y con el menor daño posible hacia una población, que ya
ha sufrido bastante.
Nos
obstante, hay cosas que ya tenemos claras; por ejemplo, con respecto al diálogo
y la negociación esta claro que lo único que se va a negociar es la salida del
régimen, el fin de la usurpación, ya no hay espacio para otras opciones; pero
eso, por parte del régimen, no es algo fácil de aceptar. En realidad, sabemos
que ellos no quieren negociar; como siempre se ha dicho, lo que quieren es
ganar tiempo, para ver si el viento cambia. Irán forzados a esa mesa de
negociación y eso lo debemos tener claro para definir la estrategia adecuada,
de parte de la oposición. También hay que decidir “quién” y “cómo” sería esa
negociación; y digo, “sería”, porque eso está también parcialmente resuelto:
negociarán quienes y como digan la Asamblea Nacional y el presidente Juan
Guaidó.
Pero
ahora tenemos un nuevo ingrediente, pues el problema ha dejado de ser entre la
dictadura y la oposición y ha pasado a estar en el tablero geopolítico
internacional. Ya la comunidad internacional está consciente que el tema
venezolano se convierte en un fuerte desestabilizador de los países de América
Latina; además de ser un “modelo de revolución” exportable, los migrantes
venezolanos comienzan a ser un factor de perturbación para algunos países de la
región, que aunque en mejor estado que Venezuela, no son del todo boyantes y un
grueso número de venezolanos emigrantes pueden desestabilizar sus economías. Y
para los Estados Unidos, más allá de sus valores y principios democráticos, no
contribuye a su tranquilidad que Rusia, China e Irán, estén con fuertes
intereses y presencia en su zona geopolítica de influencia.
Igual
de complejo luce el tema de la amnistía, pero sobre eso también hay que hablar.
El país, los venezolanos, todos, tenemos que discutir ampliamente sobre el
tema. Soy de los que cree que este no es un tema para “iniciados” o
“iluminados’’, sino para toda la población, porque es todo el país el que ha
sido afectado por los desmanes de la dictadura durante 20 años. Pero, aquí
también hay cosas que ya están claras: amnistía no es impunidad. Por lo pronto,
se excluirá de esa amnistía las violaciones a los derechos humanos y el tiempo
es el que dirá que otras cosas se pueden o no excluir o incluir, o perdonar o castigar.
Pero
tenemos que tener claro, aunque suene duro –y para algunos, hasta cínico–
decirlo: que además de todas las razones filosóficas, legales, hasta
humanitarias, para hablar de la amnistía, la razón práctica para decidir el
tema es la más importante. Y esa razón práctica, como ya mencioné, es que
necesitamos que esta situación en la que vivimos más de 30 millones de
venezolanos, finalice cuanto antes y con el menor daño posible hacia la
población, que ya ha sufrido mucho, por demasiado tiempo y con costos
irreparables.
No
podemos negar, cerrar los ojos y desconocer que el usurpador y su gobierno
tienen una posición de fuerza, la capacidad que les da la fuerza física para
someter a la población. Y además de contar con los cuerpos represivos del estado,
cuentan también con los tribunales de “justicia” del país para encarcelar e
imponer sanciones y penas a todos los que ellos consideren sus “enemigos”.
Eso es
algo ante lo que no podemos cerrar los ojos, que no podemos negar, sería tonto
hacerlo, sería un falso “heroísmo” y el régimen en estos 20 años nos ha
demostrado hasta la saciedad que está dispuesto a usar esa fuerza y esos
tribunales para destruir la moral y la vida de quien sea. ¿Cómo no pensar
entonces en ofrecer algún tipo de amnistía, algún tipo de “garantía” para que
semejantes facinerosos abandonen el poder? Es lo que ya muchos han dicho,
tenemos que hacer que comprendan que el beneficio de abandonar el poder es
superior al beneficio de mantenerlo. No podemos tener posiciones románticas al respecto,
que se convierten en posiciones “principistas” por irreales.
De
eso, no de otra cosa, se trata. No se trata de ser magnánimos ni tontos, se
trata de tener efectividad política, de entender la realidad, lo que es nuestra
verdadera fuerza y la debilidad de la dictadura y ofrecer una “vía” para que el
perro suelte a su presa y eso no es algo de lo que debamos avergonzarnos. Es
reconocer la realidad política en la que vivimos y entender que tiempo ya habrá
para hacer justicia.
Ismael
Pérez Vigil
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