Daniel Gómez 15 de febrero de 2019
El
megaconcierto que organizan el equipo de Juan Guaidó y el magnate Sir Richard
Branson hará historia. Por los artistas, por el poder de convocatoria, y por la
causa: la paz en Venezuela. Ya en 2008, en la misma frontera entre Colombia y
Venezuela, Juanes hizo algo similar y reunió a 250.000 personas. Un dato
espectacular que, sin embargo, se quedará corto. Hace 11 años la causa
venezolana no tenía la magnitud que tiene ahora. Por lo que pensar en un millón
de espectadores no es ninguna locura.
Se
levanta una tormenta perfecta en Venezuela. No para la guerra, sino
para la paz. Está la irrupción de Juan Guaidó, el hombre que
devolvió la esperanza a los venezolanos. Un pueblo que grita por la libertad.
Que no se impone a la fuerza. Que sale a la calle. Que convence. A más de 60
países. A un magnate decidido. A una decena de artistas que dentro de una
semana harán historia.
El
magnate británico Sir Richard Branson, de 68 años, aventurero y
filántropo, así como dueño del gigante empresarial Virgin, se une a
la causa tras conversar con Guaidó y su compañero de partido, Leopoldo
López, el preso político más famoso del país.
Guaidó
y López le convencieron. Por eso Branson convocó un gran concierto benéfico
en Cúcuta. Esta es una ciudad colombiana fronteriza con Venezuela.
Allí aguarda la ayuda humanitaria que envió hace una semana EEUU y que el 23 de
febrero, según Guaidó, ingresará al país.
Además,
el concierto está convocado para el 22 de febrero, un día antes del día D, lo
cual puede funcionar como medida de presión para ablandar a un régimen que
sigue negándose a la realidad. A un índice de pobreza que alcanza el 87%. Al
éxodo de tres millones de personas. A los 300.000 venezolanos que están en
riesgo de muerte por falta de comida.
El
chavismo califica de “show” los esfuerzos del presidente encargado. Dice que
paquetes de comida enviados por Estados Unidos son “armas
biológicas” y “cancerígenas”. Que EEUU, con el apoyo de Colombia, aprovechará
el paso de los alimentos para invadir Venezuela con convoyes militares.
El
régimen de Nicolás Maduro llama a la guerra. Emplea un tono
bélico en los discursos. Manda a la Fuerza Armada a la línea
de la frontera. A milicianos con fusiles, francotiradores y lanzacohetes.
Una
jugada maestra del equipo de Guaidó
El
equipo de Guaidó también se arma, pero con la gente. Y ahora también lo hace
con la música. No hay confirmación oficial, pero los carteles provisionales
apuntan hacia referentes del mundo latino.
Artistas
que lideran las listas de éxitos de Spotify como el
puertorriqueño Luis Fonsi, el colombiano J Balvin, el
dominicano Juan Luis Guerra, la brasileña Anitta, el
español Alejandro Sanz, el venezolano Danny Ocean…
Hasta el sueco Alesso.
Quien
pensó que el Live Aid de 1985 no se repetiría, hoy habrá
cambiado de idea. Hay una nueva causa. Si hace tres décadas se luchó contra el
hambre en Etiopía, hoy se lucha por la libertad de Venezuela. El
fin de la crisis “más importante del hemisferio occidental”, como la define
Branson.
El
concierto tiene dos objetivos. Recaudar 100 millones de dólares en 60 días, lo
cual, de superarse, amenazaría el récord del Live Aid de 1985, en el que se
consiguió una cifra cercana a los 100 millones. Y el otro: permitir el ingreso
de la ayuda humanitaria.
Lo que
está claro es que se trata de una jugada maestra. El concierto sirve de foco
mediático. El 22 de febrero no sólo será la fecha de un megaconcierto. Será la
víspera del ingreso de alimentos, medicinas y material médico para los
venezolanos.
Será
un acontecimiento que transcienda la prensa local. Los artistas invitados
acumulan millones de seguidores en las redes. Personas, muchas de ellas, ajenas
a la crisis venezolana y que gracias a un espectáculo de tales dimensiones se
sumarán a la causa de Guaidó.
En el
concierto se espera una avalancha. Hay que contar con el millón de venezolanos
que migraron hacia Colombia. Con los miles que ahora viven en el
corredor de la frontera, compuesto por los estados de Santander y Santander
Norte. No hay que olvidar tampoco a los propios colombianos. Todo ese
gentío es un público potencial.
¿Se
resistirán los militares que blindan la frontera a un concierto así? ¿Qué
pensarán de los mensajes que lancen los artistas? ¿Estos llamarán a la vigilia?
Un concierto con tal cantidad de artistas puede alargarse hasta la noche.
Incluso sobrepasar la medianoche. Entonces el día D no será mañana. Será hoy.
Será 23 de febrero. ¿Comenzará la entrega tras el concierto?
Dimensionar
el evento y sus consecuencias ahora es imposible. Más de 30 años después,
todavía se mide el impacto del Live Aid de 1985. Concierto del que se han hecho
crónicas, libros, películas, como la reciente Bohemian Rhapsody que
cuenta la historia de Queen.
Aquella
actuación de Freddie Mercury en Wembley ya
contada mil veces se considera la mejor de la historia. Posiblemente no habrá
otro como él. Tampoco otro grupo como Queen. Con semejante carisma y fuerza
sobre un escenario. Pero Mercury no nació en la época de las redes sociales.
Época en la que unos cuantos caracteres tienen más impacto que cualquier canal
de televisión.
Si se
confirma este cartel, con Fonsi, compositor de la canción más escuchada de
todos los tiempos; con Anitta, quien acumula más de 34 millones de seguidores
en Instagram; con Alesso, el dj más famoso del momento. Si se confirma, lo de
Guaidó y López sería el golpe de gracia que inclinaría la balanza a su favor.
El
impacto del concierto
No hay
presión diplomática en el mundo que aguante un concierto de estas magnitudes.
Por eso surgen otros interrogantes, como cuánta gente asistirá. Un buen medidor
puede ser el concierto Por la paz sin fronteras que organizó
el colombiano Juanes en 2008.
El
concierto se celebró en el puente Simón Bolívar, que divide San
Antonio del Táchira de Cúcuta. Las crónicas de la época hablan de más
de 200.000 personas, incluso 300.000. Un gentío que acudió en un momento en el
que no había tanta crispación política en torno a Venezuela. Sin tanta
repercusión internacional. Sin la implicación directa de EEUU, Colombia,
el Grupo de Lima y la UE.
Ese
día la gente vistió de blanco. Hacía calor. El río Táchira, que
separa los dos países, apenas corría por debajo del puente. Pese al poco
caudal, los espectadores bajaron al río para refrescarse y continuar bailando
las canciones de Carlos Vives, Alejandro Sanz, Juan Luis Guerra,
así como las del venezolano Ricardo Montaner y el propio Juanes.
Ya
ven: los cantantes repiten en esta ocasión. También Montaner y Juanes, quienes
figuran en el cartel provisional. También repite la ubicación. Será la
frontera. ¿Quizá sobre el Puente Internacional Tienditas, donde
está el centro de acopio de la ayuda humanitaria?
De la
guerra de nervios a la música
Si es
así, 300.000 personas será poco. ¿Llegará al millón de asistentes? Puede ser.
¿Se batirá el récord que estableció Rod Stewart en Río
de Janeiro en 1994? Entonces fueron 3,5 millones de personas. Superar
eso ya son palabras mayores. Pero los récords están para batirlos.
Quizá
por ello Juan Guaidó y Leopoldo López hayan contado con Branson. Este magnate
británico, cuya fortuna supera los 4.000 millones de euros, ha fundado más de
300 empresas. No todas salieron bien, pero muchas de ellas forman parte de su
imperio, el grupo Virgin.
Branson
no tiene miedo. No tiene vértigo a la hora de montar un negocio, ni tampoco a
la hora de escalar una montaña o montarse sobre una tabla de surf. Este magnate
es un aventurero que también ha conducido coches de carreras, atravesó el Canal
de la Mancha en un vehículo anfibio y el océano Pacífico en
globo aerostático.
Branson
colecciona récords. Por eso Guaidó y López lo consideraron el indicado para
coordinar el plan. El presidente encargado dice que “sí o sí” pasará la ayuda
humanitaria. Movilizará a todo el país, no sólo a la frontera para ello. Este
sábado tendrán lugar las primeras reuniones de organización, las cuales se
organizan a través de la web www.voluntariosxvenezuela.com.
¿Se hablará en esas reuniones sobre el concierto?
El
caso es que el ingreso de ayuda humanitaria convierte a la frontera en el lugar
con más tensión política del momento, y estos políticos recurren a la música.
Se dice que “la música calma a las bestias”. El abogado inglés Walter
Haddon escribió que “la música es la medicina para el alma”. Y según
el escritor británico Thomas Fuller, “la música no es otra cosa que
un conjunto de sonidos salvajes civilizados en el tiempo y la melodía”.
El
equipo de Guaidó no quiere bestias. Quiere paz. Quiere que pasen las medicinas.
Y que todo ocurra de forma civilizada. Que se incline la balanza. Que finalice
la usurpación. Que se acelere la transición. Y que finalmente haya elecciones.
Que la gente sea libre. Que decida libremente. Pero antes de todo eso, que
suenen las guitarras y no las balas.
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