Por Gioconda Cunto de San Blas
Aquí el dedo del fanfarrón.
El indignado dedo del gran dictador, señalando los campos que las manos
esclavas tendrán que arañar […] Hay que cortar toda la caña sin dejar de
aplaudir.
Reinaldo Arenas / Antes que
anochezca
«Ser rico es malo»,
decía el insepulto. Siendo así, la pobreza sería una virtud, no un problema a
resolver, por lo que en una nación relativamente próspera cabría atizar
políticas destinadas a empobrecerla, a efectos de tensar la catadura moral de
ese “hombre nuevo” que surgiría de la devastación.
Para tal labor, el
innombrable y su sucesor se entregaron (y con ellos, el país) a la tutela de
Fidel Castro, el mismo que luego de llevar a Cuba a la ruina, dijera sin rubor
que “el
modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros«,
el mismo que fracasó en sus desatinos visionarios, como bien escribiera Joaquín Villalobos al
listar varios de ellos: «la vaca mágica “Ubre Blanca”, los planes arroceros, el
plan fresa, las granjas de faisanes […], la producción de quesos que superaría
a la de Francia, la zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar».
Ya en 1960 había
confiscado ingenios y tierras cañeras. La consiguiente reducción de la
producción condujo a Castro en 1970 a convertir a todo un pueblo en peones de
trabajo forzado, a sembrar y tumbar caña, en frenesí frustrado hacia la
extravagante meta. «Muchos se daban un machetazo en una pierna, se cortaban un
dedo, hacían cualquier barbaridad con tal de no ir a aquel cañaveral», escribió
Reinaldo Arenas. Hoy Cuba, otrora gran exportador de azúcar, apenas cosecha 1,3
millones de toneladas de azúcar, insuficientes para cubrir las necesidades de
consumo de su población depauperada.
Esta historia tiene su
correlato en Venezuela, luego de su vil subordinación a la isla. Copiando el
ruinoso modelo, Venezuela al igual que Cuba ha matado su gallina de los huevos
de oro. La producción petrolera, otrora nuestro principal rubro de exportación,
ha caído a niveles ridículos por destrucción paulatina de la gran Pdvsa del
pasado. Un país que exportaba gasolina, hoy debe importarla.
Al igual que Cuba en
1960, en 2001 el gobierno “revolucionario” de Venezuela promulgó la Ley de
Tierras y Desarrollo Agrario e inició hacia 2003 las expropiaciones y
confiscaciones. Me comenta Carlos Machado Allison, colega académico y autoridad
en materia agroeconómica, que al violar los derechos de propiedad, «la
incertidumbre hizo que muchos productores dejaran de invertir. Sufrimos un
brutal atraso tecnológico […]. De más de 800 kg por habitante, en la actualidad
apenas superamos los 350. En caña de azúcar, pollos y huevos, cítricos, maíz y
arroz, los descensos han sido notables y su calidad se ha afectado. La demanda
se ha desplomado por el abatimiento en la capacidad de compra, la inflación y
la escasez de combustible».
Una vez destruido el
aparato productivo de la nación por adhesión a las políticas primitivas de sus
mentores cubanos, las propuestas del régimen no son otras que sembrar conucos,
cultivar en balcones y asumir la agricultura urbana para alimentar a la
población, en espejo de La
Habana, donde tal política habría producido en 2013
alrededor de 6.700 toneladas de alimentos para casi 300.000 personas (apenas 61
gramos diarios por persona, equivalentes a dos hojas de lechuga o una cebolla
pequeña).
Ya han comenzado a
aplicar oficialmente esa política: hace pocos días, el Consejo Directivo del
Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, en comunicación
CD-0146/1658/2020 a los Jefes de Centro, informa que «ha acordado el uso y
provecho de los terrenos del IVIC para la creación de huertos en espacios aptos
con fines productivos […]. El espíritu de esta decisión está orientado a
producir alimentos para el consumo de los residentes del IVIC, con el
propósito de modificar gradualmente la cultura consumista que caracteriza a
nuestro medio».
La respuesta de los
investigadores del IVIC no se ha hecho esperar. En carta fechada el 24/09/2020
hacemos notar el cinismo de invocar una «cultura consumista» como pecado a
enmendar (¡ah, la moralina marxista!) en un personal que en su gran mayoría
gana a duras penas entre 4 y 20 dólares mensuales para mal vivir, una fracción
irrisoria de la canasta
básica alimentaria que ya en julio de 2020
sobrepasaba los US$ 277 ó 185 salarios mínimos.
Nuestro reclamo al
Consejo Directivo abunda en detalles técnicos. No obstante, obvia el aspecto
ideológico detrás de la carta de las autoridades, no otro que el de la zafra
cubana de 1970: una vez empobrecidos, sojuzgarnos y sumirnos en una agricultura
preindustrial, primitiva, que nos mantendrá tan ocupados en producir una
lastimosa cosecha, que no habrá tiempo para conquistar una vida más llevadera
en libertad y democracia, en esa sociedad propia del siglo XXI del conocimiento
a la que tenemos derecho.
La zafra en los años 70
Ese y no otro es el
propósito: el vasallaje del pueblo a un sistema retrógrado que perpetúe la
dictadura. Está en nosotros no permitirlo.
01-10-20
https://talcualdigital.com/la-zafra-por-gioconda-cunto-de-san-blas/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico