Miguel Méndez
Rodulfo Caracas, 9 de mayo de 2014
Se
define como progreso
social, la capacidad de una sociedad para satisfacer las necesidades humanas
básicas de sus ciudadanos, algo que contribuye decisivamente a establecer los
cimientos que permiten a las personas y las comunidades, mejorar y mantener la
calidad de sus vidas, así como crear las condiciones para que todos los
miembros de la sociedad logren alcanzar su pleno potencial. De la misma manera
que desde 1999 el Índice de Competitividad Global, que evalúa el
desarrollo de los países basado en los temas económicos, y que tuvo un gran
impacto por sus exactitud y confiabilidad, el Índice de Progreso Social va a
impactar la forma de medir el avance social de los países, con el agregado que
resaltará que lo que realmente importa es mejorar la calidad de vida de los
ciudadanos. La herramienta se basa en una selección de variables clave que evaluadas,
le permiten a un país determinar cuáles son sus debilidades y fortalezas en el
ámbito social, de manera de visualizar claramente en que aspectos trabajar para
subsanar las desventajas y así poder brindar a la ciudadanía una mejor calidad
de vida.
Las
mediciones para establecer el IPS, no evalúan el tipo de política ni el nivel
de gasto, sino el impacto real en la sociedad. Muchos países como Venezuela por
ejemplo, destinan importantes sumas de
dinero a un sector en particular, como sería el caso de la salud; sin embargo,
cuando se mide la efectividad del gasto, los indicadores revelan unos
resultados muy pobres. Es decir, no se trata de gastar más, sino de desembolsar
los recursos financieros mejor y más eficientemente. Otro aspecto muy
importante de destacar es que este índice, en muchas de las variables que mide,
incluye mecanismos de validación; esto es, que se incluyen simultáneamente
indicadores de nivel e indicadores de equidad. Por ejemplo en el caso de la
educación secundaria, se mide la matrícula, pero también la igualdad de género.
Es decir, se buscan mecanismos que permitan medir mejor como se afina la
calidad del gasto social. Así,
el índice se transformará en un instrumento práctico que ayudará a los líderes
y funcionarios gubernamentales, a las empresas y a las organizaciones de la
sociedad civil, a implementar políticas
y programas que facilitarían el progreso social.
Con
esta metodología, al excluir los indicadores económicos, podemos por primera
vez, analizar la relación entre el desarrollo social y desarrollo económico de
una manera rigurosa y sistemática, a la vez que más clara. Por otra parte,
las recientes investigaciones confirman que el desarrollo económico y el
progreso social son mutuamente dependientes. Sin riqueza no habría recursos
para acometer los programas que ayuden a los débiles y sin paz social no habría
gobernabilidad, ni crecimiento económico. Así una mala política social, que
eleve el déficit por este concepto a niveles peligrosos, puede afectar
seriamente la competitividad de un país. Pero una buena política social puede
provocar el efecto contrario y elevar la competitividad. Hoy se está entendiendo que haber
separado los negocios y la competencia entre ellos, del progreso social y los
problemas sociales, en realidad fue un gran error. Algunas de las mayores
oportunidades están en abordar los
problemas y retos sociales utilizando el modelo de negocios.
Hay
que decir, que es cierto que la correlación del progreso social con la riqueza
es bastante alta, porque el bienestar tiene un carácter multidimensional; sin
embargo, eso no significa exactamente que a mayor PIB per cápita, habrá mayor
desarrollo, Nueva Zelanda que ocupa el lugar 25 en el ranking de riqueza, ocupa
el primer lugar en la lista de países con mayor progreso social. Arabia
Saudita, país petrolero muy rico, no está en los puestos altos del IPS, sino en
el lugar 65.
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas,
9 de mayo de 2014
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